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México y la elección de Estados Unidos
Vie, 04/11/2016 - 09:01

Pascal Beltrán del Río

Elección 2012: el qué y el cómo
Pascal Beltrán del Río

Pascal Beltrán del Río Martin es periodista mexicano, ha ganado dos veces el Premio Nacional de Periodismo de México en la categoría de entrevista, en las ediciones 2003 y 2007. En 1986 ingresó en la entonces Escuela Nacional de Estudios Profesionales Acatlán de la Universidad Nacional Autónoma de México, donde se licenció en Periodismo y Comunicación Colectiva. De 1988 a 2003 trabajó en la revista Proceso; durante este tiempo publicó el libro Michoacán, ni un paso atrás (1993) y fue corresponsal en la ciudad de Washington, D.C. (1994-99), además de Subdirector de Información (2001-2003). Fue dos veces enviado especial en Asia Central y Medio Oriente, donde cubrió las repercusiones de los atentados terroristas de septiembre de 2001 y la invasión de Irak.

A una parte de la opinión pública mexicana le suele gustar que le cuenten una historia que cuadre con su visión del mundo -es decir, con sus prejuicios-, y si le presentan datos que contradigan el cuento puede arder Troya.

Ese sector parece estar convencido de que el presidente estadounidense Barack Obama ha sido un buen socio de México.

Quizá es porque Obama es el primer hombre negro en llegar a la Casa Blanca y eso lo convierte automáticamente en bueno a los ojos de quienes compran sin chistar versiones como ésa.

Lo cierto es que, por más bonito que hable, Obama no ha sido un buen socio de México.

Y basta poner un dato sobre la mesa para comprobarlo: Obama ha sido el mandatario estadounidense que mayor número de extranjeros ha deportado en la historia.

Con 2,5 millones de migrantes expulsados de EE.UU. –desde que tomó posesión en 2009–, ha deportado a más gente que la suma de todos los presidentes de ese país en el periodo 1892-2000, de acuerdo con datos oficiales. A su antecesor, George W. Bush, lo ha rebasado ya por 23% en ese rubro.

Organizaciones que defienden a los migrantes, como el National Immigration Justice Center y el CARA Project se han declarado sorprendidas por la forma en que las autoridades han lanzado redadas en las que han caído familias completas, algo que en el pasado normalmente se evitaba.

Por alguna razón, el Partido Demócrata no ha querido presumir estos datos en la actual campaña electoral por la Casa Blanca. La oposición republicana tiene meses atacando despiadadamente a Obama por su docilidad ante la migración indocumentada. Y todos los días, Donald Trump dice que su rival, Hillary Clinton, abriría de par en par las fronteras del país.

¿Por qué será que el gobierno de Obama jamás responde a Trump y a los republicanos con los datos reales? Podrían decirle: “¿De qué nos está hablando? Nosotros hemos deportado a más gente que el gobierno de George W. Bush y cualquier otro presidente en la historia”.

¿Será acaso porque le da vergüenza, porque la realidad choca con el discurso de los demócratas, de solidaridad y compasión con los necesitados?

Pues ése es el mismo discurso que algunos compran en México sin informarse. Les encanta la idea de que Clinton sea la primera mujer que llegue a la Casa Blanca porque creen que eso es intrínsecamente bueno, como si no hubiera también mujeres falsas, mentirosas, ambiciosas y corruptas.

Subvertir esa noción con la información que ha salido sobre la forma en que Hillary Clinton usó su cargo en el Departamento de Estado para conseguir donativos para la Fundación Clinton -incluso de personas y regímenes nefastos- debe ser muy duro de tragar para ellos.

Si Vicente Fernández compone (o, más bien, recicla) un corrido para Hillary Clinton, mucha gente en México aplaude a rabiar, como si la llegada de una mujer demócrata a la Casa Blanca nos garantizara que, del otro lado de la frontera, habrá alguien que todos los días vivirá preocupada por nuestro bienestar.

Decir que una Presidencia de Clinton sería la continuación de la de Obama -y, en ese sentido, que Hillary no sería una buena socia de nuestro país-, no implica, obviamente, olvidar todas las ofensas de Trump a los mexicanos.

Es difícil de entender, pero en esta elección los dos principales partidos de Estados Unidos no pudieron encontrar, entre 175 millones de personas mayores de 35 años, a candidatos a la Presidencia que no fueran éstos.

Ver los hechos, puros y duros, significa tener la capacidad de no esperar que nuestra salvación o perdición como país provengan de la decisión que tomarán los estadounidenses dentro de cuatro días

Hoy por hoy, no se puede saber quién ganará. Pero lo que sí puede decirse es que no debemos esperar mucho del resultado de la elección.

Lo que nos toca es ocuparnos de nuestro propio destino. La elección del Presidente de Estados Unidos es, sin duda, un gran acontecimiento mundial, pero al final, no podemos influir mucho en ella ni debemos, por eso mismo, tener una gran expectativa respecto del resultado.

Lo mejor que podemos esperar es que el próximo ocupante de la Casa Blanca reactive la economía de su país. Eso sí nos beneficiaría. 

*Esta columna fue publicada originalmente en Excélsior.com.mx.

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