Pasar al contenido principal

ES / EN

Misterio muestral: elecciones en Argentina, Canadá, Reino Unido e Israel
Lun, 09/11/2015 - 08:38

Farid Kahhat

Las buenas noticias que trae el fallido atentado a Times Square
Farid Kahhat

Peruano, doctor en Relaciones Internacionales, Teoría Política y Política Comparada en la Universidad de Texas, Austin. Fue comentarista en temas internacionales de CNN en español, y actualmente es profesor del Departamento de Ciencias Sociales de la PUCP (Perú) y analista internacional.

¿Qué tienen en común la Argentina, Canadá, Israel y el Reino Unido? Que en los cuatro países se realizaron este año elecciones cuyo resultado fue significativamente distinto al previsto por las encuestas. Por ejemplo, al conocerse las encuestas a boca de urna en el Reino Unido, el representante de una empresa encuestadora declaró que estaba dispuesto a tragarse su sombrero si el conteo de votos ratificaba el resultado de la encuesta a boca de urna: al final, lo único que se tragó fueron sus palabras.

En Canadá y Gran Bretaña parte de la explicación podría brindarla el sistema electoral: cuando este se basa en distritos uninominales (es decir, en los que se elige un solo congresista por distrito), variaciones menores en el número de votos o en su distribución geográfica pueden producir cambios dramáticos en el número de escaños parlamentarios que obtiene cada partido. En la reciente elección británica, por ejemplo, el Partido por la Independencia del Reino Unido (UKIP), obtuvo el 12,6% de los votos, y el Partido Nacional Escocés (SNP), obtuvo el 4,7%. Pero mientras los votos del UKIP se distribuían entre un gran número de distritos uninominales, los votos del SNP se concentraban en Escocia: producto de ello el UKIP obtuvo solo un congresista, mientras el SNP obtenía 56 congresistas.     

Pero el sistema electoral no puede ser toda la explicación, dado que las encuestadoras no solo fallaron al pronosticar la distribución de los escaños, sino también la distribución del voto popular. Hay cuando menos dos explicaciones posibles. La primera es que si bien todos los votantes registrados son elegibles para formar parte de la muestra con base en la cual se realiza una encuesta, no todos ellos son igualmente proclives a votar el día de las elecciones. Por eso en Estados Unidos las encuestas distinguen las respuestas del total de votantes registrados de las respuestas de lo que denominan “likely voters”, es decir, los votantes registrados que tienen una mayor probabilidad de acudir a votar. Para establecer ese grupo de votantes potenciales, las encuestadoras apelan en lo esencial (aunque no en forma exclusiva) a preguntas de control (por ejemplo, si el elector sabe dónde le corresponde votar dado su lugar de residencia, o la frecuencia con la que ha votado en el pasado). Entre esos votantes potenciales suele reducirse la intención de voto por el Partido Demócrata, pues algunos de sus bastiones electorales (jóvenes y minorías étnicas), tienden a votar en una proporción menor a la media. No suelen existir dudas, por ejemplo, respecto al hecho de que cerca de un 90% del electorado afro-americano votará por candidatos del Partido Demócrata, la duda relevante gira en torno a cuántos entre los votantes afro-americanos registrados acudirán a votar. Este habría sido un factor crucial en la Argentina, en donde entre las primarias de Agosto y la elección presidencial de Octubre, el número de votantes que acudió a las urnas creció en más de dos millones, la mayoría de los cuales habría votado por Macri (ello pese a que en ambas elecciones el voto era legalmente obligatorio).  

Otra explicación posible para la discrepancia entre resultados y encuestas es una creciente volatilidad electoral. Existen indicios que sugieren que en diversas regiones de mundo  existe una tendencia hacia la reducción en la proporción e intensidad de las lealtades partidarias y, de modo concomitante, una personalización de la política. De ser así, ello podría implicar dos cosas: que cada vez haya más gente que decide su voto en el último tramo de la campaña electoral, o que lo cambia por razones estratégicas. A juzgar por la evolución de las encuestas, eso es lo que habría ocurrido en Canadá: bajo la consigna “ABC” (“Anything But Conservative”, o “Cualquier Cosa Antes que los Conservadores”), se habría producido un trasvase de votos del Nuevo Partido Democrático hacia el Partido Liberal, dado que este último tenía una mayor probabilidad de derrotar al Partido Conservador.

Todo lo cual nos recuerda que las empresas encuestadoras suelen ir a la zaga de los cambios sociales y tecnológicos. Hasta fines del siglo pasado, por ejemplo, era posible hacer encuestas electorales en los Estados Unidos a través del teléfono fijo: todo hogar tenía uno. Pero entonces las encuestadoras notaron que su capacidad para prever el voto juvenil comenzaba a fallar: la razón era que había un número creciente de hogares compuestos exclusivamente por jóvenes solteros en donde todos tenían un teléfono celular, pero ninguno tenía un teléfono fijo. Cuando intentaron extender la encuesta a los portadores de teléfonos celulares, se encontraron con que estos eran menos proclives a responder sus llamadas, y que cuando lo hacían eran menos proclives a responder a la encuesta. Además solían llevar consigo su número (incluyendo el código de área), cuando se mudaban hacia otro distrito electoral. Por no mencionar el hecho de que aún hoy es más caro llamar a un celular que a un teléfono fijo. Es decir, para hacer bien su trabajo las empresas encuestadoras necesitan estar inmersas en un proceso de constante adaptación a circunstancias cambiantes.

Autores