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Osorio ataja a los estudiantes mexicanos en su territorio
Jue, 02/10/2014 - 09:04

Leo Zuckermann

¿Puede comprarse el voto en México?
Leo Zuckermann

Leo Zuckermann es analista político y académico mexicano. Posee una licenciatura en administración pública en El Colegio de México y una maestría en políticas públicas en la Universidad de Oxford (Inglaterra). Asimismo, cuenta con dos maestrías de la Universidad de Columbia, Nueva York, donde es candidato a doctor en ciencia política. Trabajó para la presidencia de la República en México y en la empresa consultora McKinsey and Company. Fue secretario general del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), donde actualmente es profesor afiliado de la División de Estudios Políticos. Su columna, Juegos de Poder, se publica de lunes a viernes en Excélsior, así como en distintos periódicos de varios estados de México. En radio, es conductor del programa Imagen Electoral que se trasmite en Grupo Imagen. En 2003, recibió el Premio Nacional de Periodismo.

“Inédito” es un adjetivo que le encanta a los periodistas. Es la palabra que los susodichos más utilizaron ayer en sus cuentas de Twitter para describir la imagen de Miguel Ángel Osorio Chong saliendo de sus oficinas del Palacio de Cobián para reunirse, sobre la avenida Bucareli, con los estudiantes del Instituto Politécnico Nacional (IPN). “Inédito”, aseguraban, que el secretario de Gobernación atendiera a los manifestantes en su propio terreno. Creo que el adjetivo se justifica: es algo nuevo ver a un miembro de un gabinete presidencial de un gobierno priista haciendo esto. La pregunta es por qué lo hizo Osorio.

Me parece que en la decisión del gobierno -incluyendo al presidente Peña que me imagino dio luz verde a su secretario de que bajara a reunirse con los estudiantes- pesó mucho la sombra del 68. No es gratuito que mañana se cumplan 46 años de la matanza de estudiantes en Tlatelolco por parte de un gobierno que nunca quiso atender las demandas de los universitarios. Fue la cerrazón del régimen la que derivó en una represión que a la postre detonó la democratización del sistema político mexicano. Me parece que el gobierno de Peña Nieto quería mandar el mensaje exactamente contrario al gobierno de Díaz Ordaz: que ellos sí están dispuestos a reconocer el movimiento estudiantil y negociar sus demandas. “En este México de hoy existe apertura, no cerrazón como en el pasado”, fue la señal trasmitida.

También, creo, pesó el trauma que sufrió Peña y su equipo durante la campaña presidencial de 2012 por el movimiento estudiantil #YoSoy132. Recordemos que durante la visita del entonces candidato presidencial a la Universidad Iberoamericana se generó un desencuentro con los estudiantes que fue criticado y repudiado por varios personajes del PRI. Rápidamente salió el dinosaurio a relucir. Y esto eventualmente generó el citado movimiento que sí tuvo un efecto contrario para Peña: le restó algunos puntos en las encuestas. El movimiento #YoSoy132 fue, quizás, el momento más crítico de su campaña. Se demostró, una vez más, que los universitarios pueden ser una piedra en el zapato para los priistas. Ayer, con el propósito de que el movimiento politécnico no siguiera creciendo y recibiendo adhesiones de otras universidades, Osorio los atajó en su propio terreno.

Bien, en este sentido, por el secretario de Gobernación. Pero esto le generará un problema al gobierno: el efecto demostración. Se multiplicará la cola de manifestantes frente a Bucareli exigiendo exactamente lo mismo: que baje Osorio a su propio terreno a negociar sus demandas. Ya se estarán organizando todo tipo de protestas viendo el éxito tan rápido que tuvieron los politécnicos.

Lo que me lleva al siguiente punto: va a ser muy importante ver qué sí acepta el gobierno del largo pliego petitorio de los estudiantes. Hay demandas sensatas como echar para atrás el Nuevo Reglamento del IPN que, según entiendo, sí tenía algunos aspectos absurdos que creaban incertidumbre para los alumnos. Hay otras demandas que son fácilmente atendibles como la de revisar los planes académicos futuros y actuales. Hay otras francamente etéreas, difíciles de aterrizar, como democratizar el proceso de elección de los directivos. Supuestamente quieren que participen los estudiantes, docentes y administrativos en dicho proceso. ¿Qué tanto se pueden elegir a los responsables de dirigir una institución académica por voto popular? Imagine usted el ejercicio de populismo en que podría derivar una propuesta de este tipo.

Pero la demanda más importante es la destitución de la directora general del IPN, Yoloxóchitl Bustamante. ¿Le entregará el gobierno de Peña su cabeza en charola de plata a los estudiantes? Si no lo hace, corre el riesgo de que el movimiento no se desmovilice y sigan las protestas. Y si lo hace, pues manda la señal de que un alto servidor público puede caer rápidamente si un grupo de manifestantes así lo solicita. Esto sería particularmente grave para los altos directivos de las universidades públicas. El mensaje es: “Los estudiantes te pueden tirar”. Luego entonces, mejor apapacharlos para tenerlos bien contentos. Como sucede en la Universidad de la Ciudad de México. Y ya vimos el gran fracaso académico de ésta. Académicamente es una locura tener rectores populistas que no toman decisiones difíciles para no disgustar a los alumnos. En este sentido, menuda decisión tiene el gobierno de Peña de si entrega o no la cabeza de Bustamante.

*Esta columna fue publicada originalmente en Excelsior.com.mx.

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