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Perú: cómo enfrentar la crisis (y no hundirse en el intento)
Mar, 18/10/2011 - 10:25

Carlos M. Adrianzen

Latinoamérica en tiempos interesantes
Carlos M. Adrianzen

Decano de la Facultad de Economia de la UPC y Senior Executive Fellow de la Escuela John F. Kennedy de la U. de Harvard.

Pues bien, cuando casi nadie creía que la crisis de 2008 había pasado, los recientes y recurrentes eventos en Norteamérica y en Europa (la forma como se están tratando de evitar), nos confirman que nada nuevo ha pasado. Que verosímilmente nos encaminamos hacia un severo cuadro recesivo global.

Lo que esto significa para el hemisferio occidental y –particularmente– para naciones como el Perú (que han perdido la oportunidad de reformarse y modernizarse en tiempos de vacas gordas) es muy sencillo. Por un lado, se nos cae drásticamente la demanda externa (la demanda global por nuestras exportaciones primarias), y con ello cualquier expectativa de crecer pasivamente. Pero esto no es todo. Al sur del Río Grande, las ilusiones y las verdades a medias reinan. Peores que las crisis globales resultan –tradicionalmente– las soluciones locales.

En estas líneas los invito a enfocar las cosas con algo de lógica y definir algunas líneas de acción para enfrentar el problema. En esta dirección, primero que nada, los invito a desinflar globos.

El primer globo es muy popular. En ambientes como el Perú –donde se repite con entusiasmo y poco fundamento que estamos blindados y que todo lo hemos hecho muy bien en la última década– se cree que con un programa anticíclico (léase: como políticas fiscales y monetarias simultáneamente expansivas) se puede compensar holgadamente la contracción de la demanda externa. La clave –según este punto de vista– pasa simplemente por cambiar menos demanda externa (exportaciones) por más demanda interna (liquidez y/o gasto fiscal).

Este tipo de respuestas adolece de fallas fundamentales. Con un tipo de cambio nominalmente rígido o controlado, la escala de la caída de la demanda externa es mucho mayor que lo que verosímilmente un gobierno como el peruano puede gastar consumiendo sus reservas internacionales y fondos de contingencia. Incluso que lo que podrían recalentar con un poco más de inflación. Agreguemos a esta realidad el hecho de que cuando caen los precios y las cantidades demandadas del exterior, localmente caen tanto la inversión privada como la recaudación tributaria, haciendo menos aconsejable aún creer en los ilimitados poderes de los programas anticíclicos o contracíclicos.

El segundo globo aquí es el que nos refiere a las predicciones locales sobre el fin del capitalismo en su cuatrocientos cincuentaiochoava versión. Se repite hoy, dado que el capitalismo sería un fracaso en la región (donde ni siquiera las timoratas recomendaciones del llamado Consenso de Washington se llegaron a aplicar en forma consistente), que ha llegado el momento de redistribuir y poner los incentivos “en su sitio”. Es decir, volver a aplicar reglas socialistas, barreras comerciales y toda forma de castigo al éxito.

A mis amigos marxistas y los que simpatizan con ellos sin saberlo, tengo el penoso encargo de informarles que el capitalismo se desarrolla en base a recurrentes procesos de los schumpeterianos, creación destructiva. Que no solo los países que respeten derechos de propiedad y soluciones de mercado van a salir fortalecidos de esta crisis. La economía mundial superará esta coyuntura en el tiempo que le tome. Como siempre. A menos que los mayas tengan razón…

¿Pero entonces –para naciones como el Perú– cómo se podría enfrentar satisfactoriamente lo que se viene? Requerimos seguir creciendo a un ritmo alto y por décadas. Todo lo demás es demagogia o buenas intenciones. Para ello requerimos más estabilidad, más apertura y más exportación. Y para hacer esto no hay mucho por inventar.

Creamos o no en esto, necesitamos hoy manejarnos agresivamente. Eso de rebajar pasivamente expectativas de crecimiento no solo es cobarde, es iluso. El que crea que no necesita un régimen cambiario muy flexible, o una clara reforma de aparato estatal (cero impuestos nuevos y exoneraciones), o drástica reforma laboral orientada a incrementar la flexibilidad laboral, se va a exponer a otro fracaso.

Recordemos bien dos cosas: nuestra historia nos muestra qué el peor impacto de una crisis global en Latinoamérica es el regreso del mercantilismo mezclado con socialismo (y su otra faceta el totalitarismo con deterioros institucionales y corrupción). Y la otra: en 2010 solo nos salvamos por efecto de la recuperación de precios internacionales. Ponderemos las cifras; el programa fiscalista anticíclico de aquellos días fue un fracaso.

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