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¿Por qué fracasan las naciones?
Lun, 30/07/2012 - 10:06

George Gray Molina

La trampa de renta media: ¿sí, pero cuál?
George Gray Molina

George Gray Molina es el Economista Jefe y Líder del Equipo regional de Desarrollo Humano y Objetivos de Desarrollo del Milenio en la Dirección Regional para América Latina y el Caribe del PNUD, basada en Nueva York. Proviene del Instituto Alternativo. Previamente, fue miembro de la sociedad de Lideres Globales de la Escuela de Asuntos Públicos e Internacionales Woodrow Wilson, en la Universidades de Princeton y Oxford. También fue investigador asociado del Centro de Investigación sobre Desigualdad, Etnicidad y Seguridad Humana (CRISE) de Oxford y miembro del Centro Dialogo Interamericano basado en Washington, DC. Entre 2004 y 2008, fue coordinador del Informe de Desarrollo Humano PNUD en Bolivia. Fue Director de la Unidad de Análisis de Política Económica del Gobierno Boliviano (UDAPE) y Director del Programa de Maestría en Política Publica de la Universidad Católica de ese país. Posee un Doctorado en Filosofía y Política de la Universidad de Oxford, una Maestría en Política Publica de la Kennedy School of Government de la Universidad de Harvard y un pregrado en Economía y Antropología de la Universidad de Cornell.

A veces dan ganas de leerse un libro de 500+ páginas, pero no está a la mano ni Ulises ni Guerra y la Paz. Para esos casos, recomiendo el libro de Acemoglu y Robinson.

Tiene ideas literalmente “grandes” sobre el rol de las instituciones en el desarrollo, y en particular, sobre el rol de la política en el desarrollo. También retoma una conversación que quedó trunca desde El fin de la historia de Fukuyama, el Choque de civilizaciones de Huntington y Hombre político de Lipset: ¿Qué factores y mecanismos institucionales promueven el bienestar de los pueblos y las naciones? ¿Existe un solo proceso de convergencia o coexisten múltiples vías de desarrollo?

No voy a resumir el libro acá, pero aprovecho para señalar una interesante paradoja. Los autores, economistas de Harvard y MIT, cometen lo que solo puede considerarse una “travesura” en la profesión económica: argumentan que los determinantes profundos del desarrollo y del progreso humano no son las tecnologías, ni la productividad, ni las empresas, ni la creación de empleo, ni la innovación, ni el Producto Interno Bruto, sino la política. De manera más especifica, afirman que el tipo de instituciones inclusivas o extractivas que emergen de procesos largos de negociación política, definen la capacidad de generar economías que crecen y el elevan el nivel de bienestar masivo.

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Para las ciencias sociales esta quizá no es noticia, pero para los economistas es bastante doloroso.

La paradoja es que, luego de 427 páginas de paciente exposición de por qué la política importa, los autores optan por el uso instrumental  de su variable estrella y ponen en peligro la tesis central del libro: las instituciones políticas inclusivas serían aquellas que “protegen a la propiedad privada, estimulan la innovación emprendedora y generan incentivos para que todos participen del proceso de destrucción creativa”… un giro Copérnico que socava la audacia inicial de los autores, porque coincide con todo aquello que la tradicional economía neoclásica ya sustenta.

A la excelente narrativa histórica, que empieza con el Virrey Toledo en 1570 y pasa por la Revolución Industrial de siglo XVIII, le falta, creo yo, un “pie de página” sobre Karl Polanyi y su Gran Transformación. Polanyi defiende de manera similar a Acemoglu y Robinson, el papel decisivo de las instituciones económicas y políticas, pero introduce un dispositivo conceptual que todavía le habla al debate actual sobre capitalismo con características chinas, regímenes de bienestar, economía del cuidado y paradigmas alternativos de bienestar ecológico. En el proceso de desarrollo, dice Polanyi, se van desprendiendo funciones de la familia o de la comunidad, que se van trasladando a la esfera mercantil o estatal. A esto, Polanyi llama “embeddedness” (arraigamiento), o más bien, “dis-embeddedness” (des-arraigamiento).

Las sociedades se ven obligadas, observa Polanyi,  a proteger o sustituir las múltiples funciones de la economía del hogar y de la economía comunitaria del siglo XIX con instituciones económicas o políticas de magnitud societal: se genera así el estado de bienestar, pero también se dan dislocaciones masivas de la población, en un proceso continuo de transformación estructural que sustituye el patrón agrario del siglo XIX, con el patrón complejo del siglo XX, con rasgos de heterogeneidad productiva, formal e informal.

Las sociedades de consumo masivas nacen de este proceso, pero no todas ganan: la dinámica poco delicada de destrucción creativa se confronta al grado de arraigamiento de cada sociedad e induce una u otra trayectoria institucional de progreso: Somos más familistas? Menos comunitarios? Atomizados, informales, fragmentados?  Con o sin capacidad de auto-organización? Con o sin capacidad de cohesión social? Para quienes trabajan en desarrollo, esta constatación es pan de cada día, tan solo el punto de partida de una agenda de cambio.

¿Puede generarse, entonces, un nuevo “arraigamiento” en sociedades en vías de transformación? Estamos destinados a un proceso irreversible de individualización y des-arraigamiento? O, emerge, mas bien, un patrón distintivamente latinoamericano en la región? Estas son algunas de las preguntas que me provocó este interesante y polémico libro.

*Esta columna fue publicada originalmente en la revista Humanum del PNUD.

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