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¿Venciendo a la pobreza?
Jue, 27/08/2015 - 09:41

Juan José Toribio

¿Venciendo a la pobreza?
Juan José Toribio

Juan José Toribio, Profesor de Economía, IESE Business School.

¿Son los ricos cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres? Algunas proclamas populistas afirman que las desigualdades sociales están aumentando en la economía global. Si fuera así, ¿qué cabría hacer al respecto para paliar la situación? La pobreza constituye el mayor problema económico y social de nuestro tiempo, pero en él se mezclan cuestiones de diversa índole que deben ser analizadas por separado.

Hay que partir de la base de que la pobreza y la desigualdad son dos realidades distintas y no necesariamente simultáneas. Pueden presentarse bolsas de miseria en países donde la disparidad en las rentas sea creciente, tal y como sucede en algunas economías avanzadas de la OCDE. Pero puede también darse, y en mayor medida, pobreza absoluta en economías relativamente igualitarias, es decir, en zonas con un bajo coeficiente de Gini, como en África subsahariana, Bangladés, etc. En ambas situaciones será necesario poner en marcha medidas para erradicar la miseria; pero, obviamente, las políticas aplicables y sus posibilidades de éxito serán distintas en uno y otro caso.

En este artículo me centraré en los resultados recientemente obtenidos en la lucha contra la pobreza, donde existen motivos para un cierto optimismo. En septiembre del año 2000, en una cumbre celebrada en las Naciones Unidas, los jefes de Estado y de Gobierno concretaron los "Objetivos de Desarrollo del Milenio" (ODM) con el propósito de defender la dignidad, la igualdad y la equidad. El primero y principal de los ODM proponía erradicar la pobreza extrema y el hambre. En los restantes, se anunciaba el propósito, entre otros, de lograr la enseñanza primaria universal; promover la igualdad de género; o reducir la mortalidad infantil.

Hay que advertir que los ODM fueron adoptados en un clima general de adhesión a la democracia representativa y a los principios de economía de mercado, ampliamente aceptados tras el colapso del comunismo. En ningún momento faltaron posturas críticas que, si bien aceptaban el potencial de la economía de mercado para impulsar el crecimiento económico global, desconfiaban de su capacidad para sacar de la pobreza a las capas más desfavorecidas de la población mundial y para alcanzar los restantes ODM. Según estas posturas, tales propósitos solo podrían alcanzarse mediante una intervención mucho más activa de los Gobiernos a nivel doméstico y a través de una transferencia masiva de recursos públicos hacia países en desarrollo, cifrada, como mínimo, en el 0,7% del PIB de las economías avanzadas.

Ninguna de esas intenciones de activismo gubernamental llegó a ponerse en práctica. Por el contrario, en el 2007 estalló una profunda crisis financiera a nivel mundial, la cual desniveló muchos presupuestos públicos y desvió la atención de los Gobiernos hacia otras prioridades, lo que hizo que estos prácticamente se olvidaran de las transferencias y de las donaciones masivas a países en desarrollo. Sin embargo, las capas más desfavorecidas de la población mundial han progresado como nunca lo habían hecho en la historia, cualquiera que sea el periodo que se tome como referencia.

En su informe del 2014 sobre los ODM, la ONU destacó que, mientras en 1990 las poblaciones de regiones en vías de desarrollo vivían con menos de 1,25 dólares al día, en el 2010 esa proporción se había reducido al 22%. Es decir, 700 millones de personas han logrado superar los niveles de extrema pobreza en los últimos veinte años. Más de la mitad de dicha población procede de China, un país que no se caracteriza precisamente por haber recibido grandes flujos de asistencia externa, sino por haber abierto, de manera considerable, sus antiguas estructuras colectivistas al impulso de la economía de mercado. Lo mismo cabría decir de los éxitos contra la pobreza cosechados en India, Bangladés, Malasia, Indonesia y las regiones más dinámicas de África y Latinoamérica.

El mismo informe señaló los grandes avances logrados respecto a los restantes ODM: hoy en día, casi el 90% de la población tiene acceso a una fuente mejorada de agua potable y se están eliminando las disparidades de matriculación de niños y niñas en las regiones en desarrollo. Asimismo, el porcentaje de personas con nutrición insuficiente descendió desde el 24% de la población en el periodo comprendido entre 1990 y 1992, hasta el 14%, veinte años después. Para finales del 2015 cabe esperar una reducción de otros dos puntos porcentuales. En tal fecha, podría afirmarse que el 88% de la población mundial se encuentra suficientemente nutrida. Es más, el informe de las Naciones Unidas señala que "el sistema comercial ha permanecido favorable para los países en desarrollo y la carga de su deuda se ha mantenido baja".

En todo caso, no cabe pensar, en modo alguno, que la lucha contra la miseria en el mundo haya concluido. No lo habrá hecho mientras quede una sola persona socialmente excluida, pero tampoco se puede afirmar que "cada vez hay más miseria" o que "los pobres del mundo son, cada vez, más pobres", porque no responde a la realidad. Lo cierto es que, durante los últimos veinte años, y a pesar de la crisis financiera mundial, se han logrado avances en los objetivos de reducción de la pobreza en el mundo. Y ello ha sido posible gracias a la apertura al comercio internacional, a la globalización financiera, a la diversificación geográfica de la producción, a la innovación científica y tecnológica y a la adopción de unos principios de libre iniciativa que han propiciado una mejor asignación de los recursos productivos en la economía global.

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