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La negociación del TTIP debe continuar
Vie, 02/09/2016 - 09:00

Bernd Riegert

Grecia: la continuación de la tragedia
Bernd Riegert

Bernd Riegert es periodista de Deutsche Welle.

Un mundo sin TTIP es posible. Por supuesto. El comercio a gran escala entre la Unión Europea (UE) y Estados Unidos existe ya ahora, sin acuerdo de libre comercio. Pero un acuerdo amplio podría reforzar el comercio y el vínculo trasatlántico entre estos dos grandes bloques económicos.

La UE y EE. UU. podrían cerrar filas y fijar estándares frente a los mercados y la competencia en Asia. El mundo globalizado, conectado, clama por ser (re-)diseñado. La meta de conseguir una gran zona de libre comercio e inversión sigue siendo justa.

Es sencillamente frustrante ver que sean justo el ministro alemán de Economía y el secretario francés de Comercio quienes exigen –por motivos tácticos intrapartidistas− frenar las negociaciones en torno al TTIP. Desde el punto de vista económico, Alemania y Francia podrían beneficiarse del TTIP y demostrar su liderazgo dentro de la UE. Es absurdo pisar el freno en medio de la negociación.

Por supuesto que los estadounidenses son negociadores recios. Por supuesto que los europeos tienen sus propios intereses, a los que no están dispuestos a renunciar. Por supuesto que al final ambas partes tendrán que hacer concesiones. Ese es el objetivo de las negociaciones: conseguir acuerdos para beneficio de ambas partes. Si ahora el líder de los socialdemócratas y también ministro de Economía germano, Sigmar Gabriel, declara muerto al TTIP por miedo a la oposición dentro de su propio partido, corta innecesariamente el curso de las conversaciones.

Pausa, pero no fin. Quizás tenga que haber una pausa en las negociaciones, de cara a las elecciones presidenciales en Estados Unidos, para ver qué rumbo seguirá la nueva o el nuevo inquilino de la Casa Blanca. Además, la ratificación del TTIP dependería de la mayoría en el Congreso. Lanzar la toalla desde ya, del lado europeo, sería un error garrafal, que asestaría un nuevo golpe a la UE, plagada de crisis.

El acuerdo con EE.UU. se halla –como otros acuerdos comerciales con Canadá, India o, al final, también con China− dentro de las competencias claves de la UE. Semejantes acuerdos solo pueden negociarse unidos. En eso, los Estados miembros han mantenido el acuerdo hasta ahora; de ahí que “comunitarizaran” desde hace años su política comercial.

La Comisión Europea negocia sola, con un mandato de los Estados miembros. Si el ministro alemán de Economía y el gobierno francés se precipitan ahora, remecen la credibilidad de la Comisión Europea y espantan a los restantes miembros, que no han sido consultados.

Opositores en minoría. Excepto en Austria, Eslovenia y Luxemburgo, la mayoría de los ciudadanos europeos continúan convencidos de las ventajas de un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos, confirma una encuesta de mayo de este año. Aunque la aprobación comienza a resentirse lentamente.

La campaña llevada a cabo contra el TTIP y el libre comercio por populistas de izquierda y entretanto también de derecha ha dado frutos, en parte con falsos argumentos. La oposición es especialmente fuerte en Alemania. No obstante, los opositores al TTIP son minoría en Europa, aunque sean una minoría bien organizada para hacerse oír. Se atizan temores a pollos clorados, corporaciones prepotentes y procesos de toma de decisiones supuestamente antidemocráticos.

Los simpatizantes del TTIP, lamentablemente, han perdido la oportunidad de replicar a tiempo con argumentos basados en hechos. Justo Alemania, con una economía extremademnte orientada a la exportación, corta la rama sobre la que se posa. Un ministro de Economía que no es capaz impulsar el desarrollo del libre comercio y la inversión debería replantearse su idoneidad para el puesto. El nacionalismo económico y la política de bloqueo a la globalización no son alternativas, ni para la UE ni para EE. UU.

Desventajas para el resto del mundo. Si hay perdedores en caso de conseguir la creación de una zona de libre comercio para los Estados más desarrollados del mundo, esos son los Estados que quedan fuera, sobre todo en África, América Latina y parte de Asia. A ellos, probablemente el TTIP les dificultaría el acceso a los mercados europeo y estadounidense. Los flujos comerciales no subirían drásticamente sino que serían desviados por el TTIP. Es contra eso que los opositores del TTIP, que se pronuncian por una globalización más justa, deberían pelear.

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