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Caso Siekavizza: nuevos misterios en Guatemala
Mié, 27/11/2013 - 09:35

Mario Antonio Sandoval

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Mario Antonio Sandoval

Mario Antonio Sandoval Samayoa es periodista, escritor y comunicador social. Es miembro de la Real Academia Guatemalteca de la Lengua, correspondiente a la RAE, y ha sido dos veces presidente de la Asociación de Periodistas. Ha escrito dos libros, varios ensayos y es columnista estable de Prensa Libre (Guatemala).

La desaparición de Cristina Siekavizza y su seguro asesinato, es un caso llamado a sentar precedentes en la historia jurídica y policíaca nacional. Al drama iniciado desde cuando no se supo más de ella, se agregó la lucha sin descanso de los familiares, amigas y, en general, de la sociedad guatemalteca. Al ser localizado el esposo, principal acusado del crimen, las autoridades guatemaltecas y las mexicanas se apuntaron un éxito imposible de negar. Terminó el primer capítulo y se inició uno adicional, tan difícil como el anterior, dentro del campo puramente legal.

Ahora comienza a ser un ejemplo de un caso en el cual hay asesinatos aparentemente no relacionados, pero en realidad integrantes de una cadena de hechos inexplicables.

Las investigaciones llegan a dos asesinatos. Uno, el del doctor Ramiro Rolando Batres Cerezo, un médico conocido, de muy buen nombre dentro de la profesión médica y también como persona. Fue asesinado a tiros el 19 de septiembre en la noche, y su muerte, como tantas, estaba condenada a quedar sin explicación. Sin embargo, era el presidente del comité de la colonia residencial Los Manantiales, donde ocurrió el inicio del drama. El otro caso es el de Alejandro de la Vega Monzón, quien colaboró con la investigación del asesinato de la joven madre al principio de las investigaciones. El doctor murió en el boulevard Los Próceres y el investigador, cerca de su casa en Lo de Diéguez, una parte de los alrededores capitalinos.

Las autoridades informaron este lunes otro detalle: el arma utilizada para asesinar al doctor Robles es la misma empleada para tres crímenes más, distintos y en lugares diversos, lo cual implica la participación de algún asesino a sueldo, o de varios de ellos empleándola para cometer asesinatos. Como se puede colegir con facilidad, la participación de criminales de este tipo permite suponer su contratación. Para nadie es un secreto la existencia de este tipo de bandas, pero esta vez se puede probar cómo actúan. Las cámaras de seguridad pueden dar información valiosa, como lo hicieron en el caso del asesinato de la abogada Lea de León, ocurrida en febrero en la Avenida de la Reforma, cuando salía de su oficina profesional.

A mi modo de ver las cosas, no tiene mayor importancia si hay indicios de la existencia de información valiosa para esclarecer un crimen, pero quien la posee no la entrega o no hace una denuncia antes en el Ministerio Público. Hay un hecho claro: esta persona fue asesinada. Si en apariencia no hay motivos suficientes para explicar o sospechar de las razones, una de las tareas más importantes -aunque se realice tan pocas veces en Guatemala- es analizar posibles relaciones entre asesinatos aparentemente sin relación. Nadie puede calificar de fácil esa tarea, pero se deben realizar todos los esfuerzos posibles para aclarar estos casos y con ello otorgarles a los ciudadanos guatemaltecos un poco de confianza en el sistema judicial del país.

Si bien todo crimen debe ser investigado, algunos de ellos necesitan un esfuerzo especial a causa de sus características. De nuevo, es necesario tener en cuenta la necesidad de tener paciencia para permitir a quienes deben trabajar en este asunto realizar su tarea de la mejor manera posible, a fin de permitirles llegar a conclusiones verdaderas. Reitero por este medio mi profunda admiración a los padres de Cristina y a sus amigas, por la constancia y valentía de sus acciones. Todo se encuentra a la mitad del camino y por ello aún es posible haber luchado en vano. Lo relacionado con el caso Siekavizza es importante para el país, porque -vale la pena reiterar- de nuevo la justicia nacional comparte el banquillo de los acusados.

*Esta columna fue publicada originalmente en PrensaLibre.com.

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