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Aussies y loonies
Vie, 29/11/2013 - 15:39

Juan Foxley Rioseco

Aussies y Loonies en los bancos centrales
Juan Foxley Rioseco

Juan Foxley Rioseco es Miembro del Panel de Expertos en Administración de Reservas Internacionales del Fondo Monetario Internacional. Ha participado en numerosas misiones de asistencia técnica a los bancos centrales de Bolivia, Camboya, Cabo Verde, Republica Dominicana, Guyana, Irán, Israel (WBGS), Ruanda, Seychelles, Sierra Leona, Islas Salomón, Vanuatu, Vietnam y Yemen. Se desempeñó como gerente de la División Internacional del Banco Central de Chile, responsable por la administración de las reservas internacionales. Fue Director Ejecutivo para bancos centrales y entidades soberanas de Latino América y el Caribe con BBVA; gerente, asesor y director de empresas en Chile. Graduado en University of Pennsylvania (M.A, Econometría, Finanzas), además es Ingeniero Comercial (Distinción Unánime) y Magister en Economía Monetaria y Fiscal, ambos en la Universidad de Chile.

La famosa frase de Winston Churchill ilustra bien la precariedad de las predicciones sobre el valor del dólar de EE.UU. (USD) respecto de otras monedas internacionales. Sólo cabe administrar el riesgo cambiario, primero y sobre todo, utilizando la herramienta más antigua y barata: la diversificación de monedas. Esto es exactamente lo que los bancos centrales vienen haciendo desde hace no mucho.

Las monedas menos duras son una proporción mucho mayor en las reservas internacionales actualmente. En el caso de los países emergentes, si excluimos USD, euros, libras esterlinas, yenes y francos suizos, las divisas más "blandas" alcanzan el 8%, esto es, cuatro veces la proporción observada en 2007; y no hay período en que no hayan crecido desde entonces. Lideran el grupo de nuevas reservas los dólares australianos (AUD) y canadienses (CAD). Tal es la importancia que ha ganado ese par que, desde este año, aparecen por primera vez reportadas separadamente por el FMI en su informe trimestral de tenencias de reservas internacionales. Aussies y loonies, como se les llama, son las más líquidas dentro de las nuevas reservas, pero se sabe que los bancos centrales han incorporado también coronas noruegas, suecas y danesas, aparte de won coreanos y yuanes de China off-shore.

La mayor diversificación es consecuencia del propio crecimiento de las reservas internacionales. En la mayoría de los países éstas han aumentado mucho más allá de lo que se considera mínimo adecuado, sea que éste se mida en meses de importación, en monto de deuda residual con vencimiento a un año o como fracción sobre el PIB. La abundancia relativa ha permitido a los bancos centrales saciar su demanda por las monedas más líquidas -léase US$, sobre todas las demás- e incursionar en la deseable diversificación. Por ejemplo, aussies y loonies alcanzan alrededor de 9% de las reservas de Brasil, y más de 13% de las de Chile. Están presentes también en el fondo soberano de pensiones que el mismo Banco Central chileno administra como agente fiscal.

¿Cómo les ha ido a los bancos centrales con la diversificación? La pregunta es tramposa. Las nuevas monedas no están allí para hacer ganancias, sino para amortiguar riesgo. Así, el deterioro que se ha experimentado durante los últimos doce meses - (6% en CAD y 14% en AUD, ambos medidos en US$)- no debería preocupar de sobremanera. De hecho, las ganancias del euro, pero también de otras monedas "nuevas" como el won, sirven de compensación parcial a dichas pérdidas en bancos centrales que, como el de Chile, las mantienen en sus portafolios de inversión.

Otra forma de evaluar rendimiento y méritos de la diversificación es medir complementariamente los retornos en moneda local. Tal como han reportado diversos autores desde bancos de pagos de Basilea (BIS), son varios los bancos centrales que lo hacen en su toma de decisiones. Lo hacen más allá que la moneda doméstica sea la expresión usual de los estados financieros contables. Por ejemplo, un banco central independiente, preocupado de atenuar los efectos sobre su capital, derivados de los vaivenes cambiarios, bien podría utilizar como unidad de cuenta los retornos en moneda propia corregida por inflación interna.

En el caso chileno, la medición en pesos para los mismos últimos 12 meses arroja resultados similares a medir en US$, salvo que los loonies pasan de contribución negativa a neutra.

¿Será buena idea intentar diversificar lejos de los aussies? Quizás. Empíricamente, nadie puede asegurar que los patrones de varianzas y covarianzas de retornos permanecerán completamente estables en el tiempo. Ya parecía intuirlo el mismo Winston Churchill.

Conceptualmente, sin embargo, algo menos ambiguo sí puede afirmarse: bancos centrales en países exportadores de commodities podrían hacerlo mejor si se preocuparan sobre todo de cubrir sus riesgos cambiarios diversificando hacia aquellas monedas que no se deprecien justo cuando el precio de sus exportaciones cae. Sorry, aussies.

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