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F.S. Fitzgerald y el delicado sonido del fracaso
Vie, 28/08/2015 - 12:38

Claudio Pereda Madrid

La batalla de la avenida que abre heridas en Chile
Claudio Pereda Madrid

Claudio Pereda Madrid es sub editor del sitio LifeStyle. Con estudios de magíster en Ciencias Políticas (Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos, Anepe, Chile) y Estudios Latinoamericanos (U. de Chile), se ha desempeñado en las secciones Economía (Las Últimas Noticias), Cultura (La Nación) y Reportajes (La Tercera), además de la radio Cooperativa y revistas Rock&Pop y Zona de Contacto, entre otros medios chilenos. Es fundador de la revista Cultura y Tendencias. Posee también experiencia como profesor universitario en Comunicación Estratégica y Periodismo de Investigación. Sus cuentas en redes sociales: @peredamadrid y @RevistaCyT

Probablemente a nadie le gustaría como obituario, luego de cerrar definitivamente los ojos, algo como el The New York Times escribió sobre Francis Scott Fitzgerald, el inquietante escritor estadounidense, autor de joyas como "Tierna es la noche" y el reconocido "El gran Gatsby".

Dijo el diario neoyorkino sobre el autor: "La promesa de su brillante carrera nunca fue cumplida".

Y es que el escritor, fallecido a los 44 años, fue el cronista de los años locos de Estados Unidos, esa gozadora etapa en la que los ricos se dedicaron con pasión a disfrutar de su riqueza. Fitzgerald tuvo el privilegio de documentarla -primero- y disfrutarla a mares, después.

Sin embargo, y como buen signo de los tiempos, después debió morder el polvo de la derrota. Y sobrevivir a duras penas a una poderosa riqueza que se fue. Considerado un consumado retratista de la frivolidad, muchas veces se olvida que también fue -quizás por todo lo anterior- un certero profeta.

Disfrutó sus quince minutos, bebió buenos licores, vivió en medio de la holgura, llevó consigo a su señora, pero luego vino la caída estrepitosa. No se podía estar "living la vida loca" todo el tiempo, la música tenía que terminarse. Y cuando lo hizo, fue con aires de tragedia.

Fitzgerald no venía de ese mundo. Lo suyo era la literatura. Y en ese plano quiso hacer lo mejor posible, aunque la mayor de las veces sólo alcanzó a hacer lo que pudo. Sobre todo para alimentar el ritmo de vida que él mismo se había autoimpuesto.

Muy amigo del exitoso escritor Ernest Hemingway, éste siempre lo instó a que se dedicara a buenas novelas. Pero lo que le daba de comer -y le financiaba la alta fiesta- eran los cuentos, los relatos más cortos. Y, por cierto, en revistas de papel couché. "La novela no vende", enfatizaba en cartas a su amigo.

De hecho, su gran proyecto novelístico (el citado "El gran Gatsby") mientras estuvo vivo no le significó ninguna ventaja comparativa. Fitzgerald debió seguir desarrollando relatos casi al por mayor. La dinámica fue, claramente, desgastante.

En medio de eso, el escritor fue decayendo en su propia vida. Cuando en su reconocida novela se lee "eran gente descuidada. Tom y Daisy destrozaban cosas y criaturas y después se refugiaban en su dinero o en su amplio descuido...y dejaban que los demás repararan el daño", no es más que un retrato de él y su esposa, la artista Zelda.

Ella, talentosa y llamada a ocupar un lugar destacado en las artes, optó por vivir a la sombra de su esposo y eso mismo marcó su escaso lucimiento. Si Francis Scott cayó fulminado por un ataque al corazón, en medio de un cuerpo dominado por la ginebra, ella murió encerrada en una clínica psiquiátrica pocos años después.

Sin embargo, la literatura -como el camino al cielo- está llena de buenas intenciones. Y una de las principales paradojas de quienes escriben es que, probablemente, no lo estén haciendo en el momento correcto.

El fracaso de Fitzgerald hoy es su éxito. Hace algunos meses se descubrió un poderoso relato inédito del autor, que lo reivindica y lo vuelve a poner en el lugar destacado que se merece y que -con el paso del tiempo- se ha ganado.

"Si Ernest habla con la fuerza del éxito, yo hablo con la autoridad que da el fracaso", anotó en su diario. El autor de "Por quién doblan las campanas", en tanto, escribió sobre el creador de "Tierna es la noche" que "siempre estaba tratando de trabajar. Día a día trataba y fracasaba".

Tres años antes de su partida, Fitzgerald suscribe un importante contrato con los estudios MGM como guionista. Un dinero estable y nada de malo, que dados los hechos conocidos posteriormente, le dio cierta seguridad en que podía hacer cosas distintas a las que estaba desarrollando laboralmente.

El editor de la revista The Strand Magazine, Andrew Gulli, es quien encuentra el nuevo relato de Fitzgerald llamado "Temperature" y fechado en los años de la MGM.

Lo describe como un texto de hábil manejo, con una inquietante mezcla de diálogo, romance y tragicomedia. “Cuando pensamos en él, recordamos las historias trágicas que conocemos, pero aquí comprueba que era igual de apto y talentoso para la novela corta y también cómica”, dice el descubridor.

Puede que, a la vuelta del camino, Fitzgerald finalmente cumpla la promesa de su brillante carrera. Eso sí, como el mismo anotó, con la autoridad que da el fracaso. El delicado sonido del fracaso.

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