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El complejo y costoso proceso de las expectativas en la economía de Chile
Lun, 05/08/2013 - 14:54

Germán Mujica

Chile, país sin burbuja
Germán Mujica

Germán Mujica es ex subdirector de AméricaEconomía, y economista de la Universidad de Chile, con un postgrado en Boston University.

Las expectativas en economía son demasiado importantes. Tanto que, sin un mapa de las expectativas de los inversionistas, consumidores, empresarios y ahorrantes, no hay análisis válido.

En 1997 le concedieron el Nobel de Economía a Robert Lucas, académico reconocido, entre otras cosas, por su crucial innovación sobre la formación de las expectativas de los agentes económicos.

En 2011, el Nobel le llegó a Thomas Sargent, también pionero con Lucas del nuevo modelo de expectativas, las llamadas “expectativas racionales”. Básicamente plantea que los agentes económicos procesan toda la información económica relevante, son racionales en sus decisiones y, muy importante, anticipan el posible impacto de los anuncios o medidas de la autoridad, quitándoles parte o todo su efecto deseado.

Pero hoy en Chile Lucas y Sargent enfrentarían grandes dificultades para aplicar su teoría de las expectativas. Tendrían que analizar, por ejemplo, el impacto de declaraciones tan sorpresivas como las del ministro Larraín cuando dijo que el clima político –con protestas y demandas de asamblea constituyente- estaría explicando una desaceleración de la economía, y poniendo en riesgo la inversión y el crecimiento futuros. O las de la candidata Bachelet (probable autoridad a partir de marzo del 2014) cuando habló de un alza tributaria para grandes empresas, pero no para Pymes, además de una rebaja tributaria para las personas, todo lo cual redondearía US$8.200 millones extra para el fisco. O calibrar el impacto de las palabras de Ben Bernanke, el presidente de la Reserva Federal, cuando asusta con el fin de la política del dólar abundante o “quantitative easing”; o interpretar correctamente el menor dinamismo de la economía china y el precio futuro de las materia primas, cobre incluido.

Quizás los agentes chilenos están anticipando el impacto de tales anuncios –la teoría dice que sí--, pero ¿cómo están reaccionando, si hace tanto tiempo que el mundo político y social chileno no tensionaba tanto sus parámetros básicos? Es una interrogante muy pesada para Lucas, Sargent y para cualquier economista de la plaza.

Lo cierto es que la economía chilena real está quedando sumergida bajo una nube de expectativas.

No hay economía, los datos no interesan, lo único que está importando son las expectativas. El alto consumo interno certifica expectativas optimistas, pero el ambiente para la inversión parece señalar en la dirección contraria, alimentando la “certeza” de una desaceleración.

Hay más. En marzo-abril, el Banco Central no disimulaba su intención de elevar la tasa de interés, pero después, en junio, las apuestas eran que bajaría la tasa. No sucedió lo uno ni lo otro. ¿Qué pasó? Hipótesis 1, sana y académica: los analistas y el mercado anticipaban las medidas, reaccionaron, y los cambios de tasa ya no fueron necesarios, al mejor estilo de la teoría Lucas-Sargent.

Hipótesis 2, terrible e innombrable: la economía chilena marcha por una ruta caótica, donde realidades y datos duros se mezclan con anuncios, promesas y medidas; las autoridades entonces tampoco tienen demasiada convicción sobre el diagnóstico y, sin querer queriendo, retroalimentan las expectativas nebulosas de los agentes.

No faltan quienes aseguran que se agotó el ciclo internacional favorable, pero es una apuesta arriesgada: hay gurúes y asesores que han perdido todo su prestigio -y mucho del dinero de sus clientes- por decir cosas tan brutales en medio de información cruzada, confusa y en pleno desarrollo.

La formación de expectativas, en Chile y en todas partes, es un proceso complejo y costoso: hay que destinar tiempo, recursos y análisis.

Llegar a tener expectativas más o menos confiables es el deseo de todos y nadie quiere estar reformulando sus expectativas a cada rato. Como en el ajedrez, la amenaza es más fuerte que la movida. Entonces éste es un llamado de atención a lo que dicen las autoridades, aunque no hagan ni piensen hacer eso que dicen.

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