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Internal Affairs
Lun, 02/09/2013 - 10:48

Germán Mujica

Chile, país sin burbuja
Germán Mujica

Germán Mujica es ex subdirector de AméricaEconomía, y economista de la Universidad de Chile, con un postgrado en Boston University.

Han transcurrido cinco años desde la detonación de la peor crisis económico-financiera conocida en el mundo en 80 años, y el impacto para Chile ha sido sorprendentemente menos dramático de lo imaginado. Más bien, todo lo contrario: la performance de la economía chilena de 2008 a la fecha –desde PIB, empleo, inflación y finanzas públicas, hasta términos de intercambio y cuentas externas- califica de casi benigna, si no directamente exitosa. ¿Cuenta o no entonces el escenario externo para proyectar el próximo mediano plazo de la economía chilena? Sí cuenta, pero de una forma tan ambigua como impredecible, tan intrincada como sorpresiva, tan de crisis como de post-crisis, tan de grandes cifras como de pequeños datos. Es decir, casi no cuenta.

El precio del cobre, la tasa de interés internacional, la recuperación o no de las economías desarrolladas, lo que hacen o no hacen el Banco Central Europeo y la Fed, la evolución de China –más otros tantos asuntos externos- son antecedentes importantes para la economía chilena. Pero hoy esas variables, por su comportamiento particularmente caótico y aleatorio, no son útilmente analizables para efectos de pronóstico. Lo lamento, pero es así: nadie puede pretender realizar un análisis apropiado a partir de una realidad confusa y cientos de hipótesis tan frágiles como improbables. 

Quedan sólo entonces los asuntos internos. Eso equivale a sostener que el devenir de la economía chilena se está ya jugando –y va a seguir jugándose- en la cancha de las políticas económicas internas y el fine tuning del Banco Central, de la confianza de inversionistas y consumidores, de las oportunidades y temores percibidos (impuestos, regulaciones, temas laborales, medio ambiente, etc.), de los consensos y disensos políticos, entre los temas principales. 

La incipiente desaceleración de la economía –leve todavía, puesta en jaque por una demanda interna robusta y un mercado laboral a full, mucho más un titular periodístico golpeador que una realidad certificada- podría interpretarse más como un ajuste de mercados y actores a un nuevo rayado de cancha que a un acomodo a las benditas variables externas. Quizás el supuesto escenario externo menos dinámico es sólo una excusa y una perfecta coartada para aquellas respuestas lentificadas de inversión y negocios que tienen más que ver con los asuntos internos. No por provocativo un argumento de este tipo podría ser menos real. La Bolsa de Santiago, por ejemplo, errática y en caída lenta pero sistemática desde hace varios meses, podría abonar perfectamente un razonamiento perverso. Y la pregunta es: ¿por qué los inversionistas perdieron el afecto por los papeles bursátiles, siempre tan atractivos en los últimos años? ¿Fue porque anticiparon un escenario externo menos dinámico, o porque entendieron que la mano cambiaría para los negocios en el país? ¿Qué anticipó y que sigue anticipando la Bolsa, la gran anticipadora?

Los asuntos económicos internos son menos complejos que los del mundo globalizado, pero nunca son la sencillez misma. Menos ahora en Chile, con danza de candidatos y carambolas políticas impensadas que poco ayudan a despejar las propuestas económicas en competencia de aquí a noviembre. 

El ministro de Hacienda, Felipe Larraín, culpó a las propuestas políticas y económicas de la Nueva Mayoría, ex Concertación, de sembrar incertidumbre y afectar negativamente el ambiente para la inversión y el crecimiento. Por eso, dijo, se estaba instalando el escenario de desaceleración. Fue una intervención abiertamente política la del ministro; seguramente no habría dicho nada si no fuera por la llegada de Bachelet, las primarias y el enrarecido ambiente político. Pero aun así, sin querer queriendo, Larraín marcó un punto a buen entendedor: los asuntos internos son hoy en día el ingrediente principal del menú económico, no los externos. 

Así las cosas, los proyectos y programas económicos en detalle de la Nueva Mayoría y la Alianza por Chile –y la forma en que los interpreten los grandes jugadores internos y externos- cobran máxima relevancia. Si los leyera alguien como Bill Clinton, diría: “Son los asuntos internos, estúpido”.

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