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Ajuste de términos
Dom, 07/10/2012 - 17:30

John Edmunds

Lo que Argentina puede aprender de sus vecinos
John Edmunds

Doctor en Administración de Empresas de la Universidad de Harvard, profesor de Finanzas de Babson College en Boston y coautor de Wealth by Association.

El mundo está endeudado consigo mismo. Eso es cierto debido a la composición de las deudas y a la solvencia de los deudores. Un observador que llegase de otro planeta vería un vasto paisaje densamente poblado por entidades muy endeudadas. Estas entidades pertenecen a distintas categorías: países, provincias, bancos, empresas e individuos. Pero, tras una inspección más detallada, el visitante vería, diseminados entre estos deudores sobrecargados, unas pocas entidades con menos deuda de la que podrían solventar. Y millones de personas que poseen bonos y depósitos bancarios.

Hay muchas entidades que han resistido, de una manera u otra, a la tentación de aceptar préstamos ofrecidos de manera tan persuasiva. Estas entidades prudentes se encuentran ahora en una posición delicada. No debieran congratularse de su parsimonia. Por el contrario, debieran calcular cómo sacar ventaja de su posición actual. Y debieran tener conciencia de que podrían perjudicar gravemente su propio bienestar económico si se alinean con los acreedores y exigen el pago inmediato de las deudas.

¿Por qué no favorece a los acreedores insistir y aplicar la presión que la ley les otorga como derecho? En teoría, el nivel agregado de deuda está muy por debajo de lo que el mundo puede solventar. Un cálculo simple lo ilustra. La deuda mundial es aproximadamente cuatro o cinco veces la producción anual de bienes y servicios. Y puede soportar un nivel de deuda del doble o hasta cinco veces el actual. El nivel sustentable de deuda depende de cuánta producción se puede dedicar al servicio de la deuda. Por ejemplo, si asignamos un 20% del PIB actual al pago de la deuda y fijamos la tasa de interés en un 2%, el nivel de deuda que se podría sustentar alcanzaría 10 veces el PIB. Usando cifras del FMI en dólares estadounidenses, el PIB mundial asciende a US$ 60 billones, de modo que el nivel de deuda podría alcanzar los US$ 600 billones. Hoy asciende a US$ 200 billones, de modo que no es su magnitud la que nos parece enorme.

La deuda parece alta por dos razones. La primera es demográfica. En muchas de las entidades más endeudadas la población está disminuyendo. Japón es un caso extremo, pero muchos países europeos enfrentan un escenario parecido. Lo peor es que la población joven puede viajar y hacer sus vidas en países que ofrecen mejores perspectivas económicas. La amenaza de la emigración  limita los ingresos fiscales disponibles a futuro para servir la deuda, o hacer siquiera un intento simbólico en tal sentido.

La otra razón que nos hace percibir la enormidad de la deuda es la incomodidad que causa en las personas esta transición hacia una economía abstracta. Crecimos acostumbrados al sonido monótono de una economía de productos tangibles, donde éstos se mueven de un lugar físico a otro. El tema de la deuda ocupa demasiada atención y desentona en sus sensibilidades más arraigadas. En el sector productivo existe una tasa de rechazo. Los controles de calidad sacan de circulación los productos defectuosos antes que lleguen al público. Y el nivel de desperdicio sólo llega a ser grave si supera aquel que puede ser absorbido por el precio de los productos no defectuosos.

De manera análoga, en el sector financiero llega un momento en que es mejor descartar las deudas defectuosas. Intentar arreglar los productos defectuosos sólo tiene sentido si son pocos; de lo contrario, es mejor desecharlos o reciclarlos como materia prima. Para los instrumentos de deuda que están por debajo de un nivel mínimo de calidad, un tratamiento igual de desapasionado aceleraría la recuperación de la economía mundial. Las entidades marginadas y que hoy luchan por pagar deudas atrasadas se podrían rehabilitar de esta manera, y el mundo podría retomar el camino de la economía del consumo.

Lamentablemente, antes de resolver el acertijo de la deuda nos debemos familiarizar con él y dejar de verlo de una manera emocional. Siglos de experiencia avalan la práctica de descartar la mercadería defectuosa. Pero en el mundo financiero y en algunos gobiernos se niegan a reconocerlo.

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