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Chile: reflexiones en torno a la educación
Mié, 19/10/2011 - 09:23

Alejandro Fernández

Cambio de tendencia
Alejandro Fernández

Ingeniero Comercial de la Universidad de Chile y Master of Arts en Economía de University of Rochester. Profesor de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad de Chile, de la Universidad Adolfo Ibañez y de la Universidad Finis Terrae. Fue consultor del Banco Mundial, y ex asesor del ministerio de Economía Fomento y Reconstrucción. Actualmente es presidente y director de Gemines Management Consulting, filial de Gemines S.A.

Sergio Molina escribió en 1963 que “menos de un 30% de los alumnos que ingresan a la escuela primaria pasan a la enseñanza secundaria. Terminan la enseñanza secundaria aproximadamente el 9% y, fi nalmente, salen de la universidad menos del 1% de los alumnos que ingresaron a primaria”. (Notas en torno a la distribución del ingreso, Revista Economía de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Chile, 2° trimestre de 1963).

La masificación de la cobertura educacional chilena se inició durante el gobierno de Eduardo Frei Montalva, aunque a expensas de la calidad de la misma, problema que no se ha podido resolver desde entonces. Sin embargo, hemos avanzado una gran distancia en estos casi 50 años. Hoy un millón de estudiantes en la educación superior testimonian el éxito del modelo iniciado en los 80, que acerca a la realidad, por primera vez en nuestra historia, aquel eslogan de la Unidad Popular de “universidad para todos”.

De que el sistema universitario en Chile tiene problemas, no hay duda alguna. Pero el menos importante de todos es la burla, de parte de algunas instituciones, a la ley que prohíbe el retiro de utilidades (lucro).

El sistema es muy caro, en algunos casos de mala calidad y el acceso de los más capaces no está asegurado. Más becas, más crédito a tasas subsidiadas, pero no la gratuidad universal (¿por qué no cobrarle al que puede pagar y utilizar los recursos donde tienen un mayor impacto social?) son necesarios, pero también un control a la excesiva duración de las carreras y a los aranceles que se cobran, especialmente si la demanda se estimulará con más financiamiento, ya que, de lo contrario, el sistema se transformará en uno de subsidio a las universidades y no a los alumnos que lo necesitan.

Desde luego, es necesario tener información transparente sobre la empleabilidad e ingresos de los egresados de todas las universidades y carreras, para que los postulantes tengan adecuados para tomar su decisión sobre carrera e instituciones, pero también modificar el sistema de selección. La PSU, mucho más que la PAA, discrimina en contra de quienes recibieron mala educación secundaria. Sobre la educación preescolar, básica y media, es evidente que hay que ampliar la cobertura de la primera y la calidad de las otras, avanzando hacia educación gratuita de calidad, pero sin prohibir la privada pagada o subvencionada.

Aquí parte del problema es de recursos, pero, como muestra la experiencia internacional, más recursos no garantizan mejores resultados. La experiencia chilena de los últimos 20 años es clara en este sentido y no ayudará agregar más recursos si la calidad de los profesores no mejora y se permite más flexibilidad para despedir a los malos profesores, premiar a los buenos y darles autonomía y poder real a los directores.

Terminar con la municipalización de la educación en sí no resolverá nada. Hay municipalidades que lo hacen razonablemente bien y quieren seguir vinculadas a la educación, mientras otras no pueden ni quieren hacerse cargo del tema. Centralizar la educación en el Ministerio de Educación no sólo es ponerle un clavo más al ataúd de la regionalización y descentralización del país, sino que implica volver a un esquema que no funcionó bien y que se caracteriza por su verticalidad y falta de flexibilidad. Hay que mantener la administración de las escuelas en el ámbito regional, con currículos flexibles y que reconozcan las particularidades regionales.

Cualquier enfoque que se adopte, para que se traduzca en mejorías en la calidad, requiere que se realicen mediciones y se exijan progresos en el tiempo o, en su ausencia, los colegios deben perder el apoyo estatal y, eventualmente, cerrar.

Con todo, el emparejamiento en la calidad de la educación, aparte de ser un proceso que puede tomar décadas (lo mismo que mejorar la calidad de los profesores, aunque podría permitirse que profesionales de otras áreas puedan hacer clases en temas de su competencia, después de una breve capacitación en temas educativos), nunca será completo, ya que no puede olvidarse el muy importante papel que juega la familia en este proceso. En todo el proceso educativo influye la educación de los padres y su preocupación por estimular el interés en el estudio por parte de los niños.

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