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Chile: un equilibrio macroeconómico inercial que se debilita
Lun, 05/12/2011 - 16:28

Hernán Frigolett

Chile: un equilibrio macroeconómico inercial que se debilita
Hernán Frigolett

Hernán Frigolett Córdova es economista de la Universidad de Chile y Master of Science in Economics de la Universidad de Londres. Integró el Grupo de Nueva Economía. Ex gerente general de Aserta Consultores e investigador de Fundación Equitas. Ha trabajado en asesorías nacionales e internacionales. Actualmente es el Tesorero General de la República en Chile.

El ciclo recesivo de la economía chilena de 2009 y el terremoto a inicios de 2010 han sido eventos económicos relevantes que han permitido ver, en toda su magnitud, los cambios estructurales que han afectado al mercado doméstico.

Se hace cada vez más evidente una situación asimétrica en la demanda interna, pero que no se transfiere a la dimensión productiva, porque la producción de exportables de la minería ha estado más bien estancada en término de flujos. El efecto de valoración de las exportaciones se ha dado en el marco de un ciclo vertiginoso de alzas luego de la recesión mundial de 2009, que ha provocado problemas de índole cambiaria expresados en una incapacidad de diversificación productiva con ribetes más bien estructurales, por un lado, y por otro, un impacto muy significativo en los términos de intercambio, que impacta de manera desigual en los ingresos de los hogares. El ciclo de precios relativos ha acentuado la mala distribución del ingreso, lo que deja una pronunciada huella en el exceso de gasto privado que se evidencia en indicadores macroeconómicos más sofisticados.

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A partir de los datos trimestrales de medición de la actividad que elabora el Banco Central, se ha derivado un conjunto de indicadores que caracterizan con mayor poder ilustrativo la condición por la que atraviesa la economía. Se aprecian dos ámbitos muy marcados: un intenso fenómeno sustitutivo por importaciones en la demanda por un lado, y por otro, una matriz exportadora que se ha estancado, cuyo dinamismo ha sido compensado por una producción de servicios no transables funcionales al ciclo importador, que se reflejan en comercio, transporte y comunicaciones que conforman la logística detrás de la importación.

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Si se realiza una lectura del ciclo económico recesivo que afectó al PIB durante 2009, el efecto del terremoto fue compensado por una expansión de la demanda interna que probablemente fue detonado de manera más abrupta por un entorno de psicosis social, y de persistencia del benéfico ciclo de términos de intercambio. El fenómeno consumista fue además alimentado por situaciones coyunturales como la participación de Chile en el campeonato mundial de futbol, y una apreciación muy marcada del peso chileno. La demanda interna se expandió al 17% anual durante el primer semestre de 2011, poniendo mucha presión sobre la oferta importada como en todo ciclo de mejoramiento de los términos de intercambio.

El efecto de los términos de intercambio no sólo se explica por un incremento significativo del precio del cobre, sino que se ha complementado con una disminución de los precios de importación de bienes no energéticos. En este contexto, el peso chileno se ha apreciado con lo cual los bienes importados destinados a la demanda final –inversión y consumo de hogares- se han abaratado relativamente con el consiguiente aumento de su gasto. Este ajuste de precios relativos ha provocado un sostenido proceso sustitutivo de productos nacionales por importados, y por el lado de las exportaciones la dinámica de los volúmenes ha perdido protagonismo. Así, la demanda global tiene mayores filtraciones hacia producción foránea, y por ende genera una presión muy debilitada hacia los establecimientos locales, que se refleja también en un mercado laboral con menor capacidad de creación de empleo. La irradiación del sector exportador a la red de proveedores sólo ocurre cuando la expansión se basa en incrementos de volúmenes, que presiona además por mayor infraestructura, mientras que el boom importador es de más corto aliento mientras mayor sea concentración del ingreso y de la riqueza, y es enteramente dependiente del buen ciclo de términos de intercambio.

Si se considera la producción de bienes y servicios destinados al mercado local, y se depura la demanda final de su componente importado, queda en evidencia una situación de equilibrio de gran coherencia, y que se deriva de un proceso más estructural de crecimiento, en que se observa un alineamiento a la capacidad de crecimiento de mediano plazo que se estima entre 4,5 y 5% anual. La mayor volatilidad de los componentes importados se debe a que la mayor capacidad de consumo importado, principalmente de bienes durables, se concentra en los hogares más ricos que son además los perceptores mayoritarios del efecto riqueza asociado a la mejoría de los términos de intercambio que prácticamente no se filtran a través de las remuneraciones, salvo de los estamentos más cercanos a las planas ejecutivas de las empresas o cuando hay mayor poder sindical.

Así, no es de extrañar que pese a las presiones de demanda que muestran los indicadores de gasto no haya mayores impactos inflacionarios, debido a la tendencia a la baja de precios de productos manufacturados por la creciente competitividad china en los mercados, complementada por una apreciación cambiaria, fenómenos que resultan finalmente en un proceso inflacionario de baja envergadura. El crecimiento de tendencia de más largo plazo se mantiene en torno al 5%, y por ende lo que aún se aprecia es la alteración cíclica provocada por la recesión mundial de 2009, y su posterior recuperación durante 2010, consolidada en el primer semestre de 2011 con un efecto incremental asociado a la normalización de la industria manufacturera y de la pesca luego de la paralización de algunas ramas productivas desde marzo hasta junio del año pasado. En efecto, los indicadores sectoriales del tercer trimestre de este año muestran que se recupera la tendencia decreciente para el mediano plazo que se explica por un proceso de inversión que tiende a concentrarse en el sector exportador más rentable como la minería, y le sigue de cerca el sector energético muy vinculado a la expansión minera. Así, el coeficiente de inversión ha ido declinando, y en consecuencia la tasa de crecimiento se va debilitando y convergiendo hacia menores niveles de expansión, y una cada vez menor capacidad de creación de empleo. Todo modelo concentrador en el largo plazo debilita la capacidad de inversión y de crecimiento de la economía global, con el consiguiente impacto en términos de equidad y de bienestar de los hogares medios que no acceden a las rentas del capital y el mercado laboral genera pobres dinámicas de compensación adecuada al capital humano.

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