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Donald Trump, el dólar y los trucos en el mundo del trading
Jue, 03/03/2016 - 09:24

Michael S. McKenna

Las medidas de Suiza, devastadoras para todos los mercados
Michael S. McKenna

Michael S. McKenna es escritor, editor y periodista con cerca de diez años de experiencia internacional en Norteamérica, Europa del Este y los Balcanes. Se desempeña como editor adjunto en Sala de Inversión.es.

Normalmente, al Partido Republicano de EE.UU. le entusiasmaría tener un candidato presidencial a la cabeza, con actos con más de 10.000 personas, con un perfil mediático que minimice al de sus oponentes y con tal atractivo como para convencer a casi 20.000 demócratas de Massachusetts que se cambien de bando.

Pero este no es un año normal.

En la mañana siguiente al Supermartes, que vio cómo Donald Trump se llevó siete estados, Ted Cruz tres y Marco Rubio uno, parecería que no hay un electorado más polarizado por la apuesta presidencial de Trump que el mismo Partido Republicano. 

En Fox News, cuya cobertura política de derecha ha hecho que la ex directora de comunicaciones de la Casa Blanca, Anita Dunn, lo llamara "medio de propaganda del GOP" y "ala del Partido Republicano" por el columnista de Política Exterior Tom Ricks, la página del sitio para el Supermartes comenzó con una nota de opinión titulada "¿Todavía podrán detener a Trump? Sí. Aquí verán cómo".

Mientras que los principales medios de noticias continúan citando el nativismo separador y las propuestas de inmigración hostiles con los musulmanes de Trump como sus fallas más atroces (Martin Wolf de Financial Times esta mañana lo llamó "un promotor de fantasías paranoicas, un xenófobo y un ignorante"), es difícil imaginar que estas cualidades sean los motivos por los que el Grand Old Party se niega a subir al tren de Trump.

Después de todo, el partido conoce esta retórica. En 2012, incluso el periodista conservador del Daily Caller, Tucker Carlson, consideró adecuado llamar al relativamente apacible (muchas personas son apacibles en comparación con Trump) discurso de aceptación de la Convención Nacional Republicana de ese año, de Mitt Romney, "escandalosamente racista".

En 2010, el Financial Times culpó al GOP por la "triste caída a la polarización vitriólica", agregando que a los "populistas de horquilla" de la derecha política les parece mucho más fácil "enojarse realmente, y por lo tanto viciarse”, que sus oponentes progresistas de izquierda.

Entonces, pensarían que ya lo hubieran utilizado para entonces.

Pero la campaña de Trump es diferente, ya que su nacionalismo estridente tiene un componente económico significativo. En la plataforma, el favorito republicano utiliza el malestar pos industrial de la clase trabajadora estadounidense como ariete contra el libre comercio, la globalización y la tercerización de trabajos de manufactura. Se opone al TLCAN, llama a la asociación transpacífica "un acuerdo horrible" y dijo que obligará a Apple a hacer sus iPhones dentro de los EE.UU. Además, apoya un impuesto de 45% sobre las importaciones chinas. Si está pensando por qué un sector importante de los republicanos están buscando subvertir al candidato presidencial más popular que han visto en décadas, este posiblemente sea un mejor ángulo que la oposición moral a la xenofobia.

Mientras que la presidencia de EE.UU. se encuentra en una posición extremadamente poderosa, no significa reglas individuales sin trabas. Existen varios límites concisos y específicos sobre la capacidad de un presidente de aprobar las reformas que quiera, y la impopularidad de Trump dentro del GOP solamente contribuiría a esto.

"En primer lugar, Trump no será el próximo presidente, esto es tan sólo un ejercicio de reflexión", dice el jefe de estrategia de divisas de Saxo Bank, John J Hardy. Pero si lo muy difícil sucediera, Hardy dice que habría "un gran miedo en los mercados por la agenda proteccionista [de Trump]".

Un intento coordinado para mover la economía más importante del mundo hacia una dirección proteccionista iría contra la tendencia de décadas a favor de la globalización y varios consensos en torno a la teoría económica. 

“Imponer abruptamente los tipos de barreras comerciales que se sugieren […] sería un impacto violento para el crecimiento,” dice Robert McConnaughey, de Seeking Alpha, y agrega que los trasfondos populistas de las campañas de Trump y Sanders en EE.UU., así como los miedos de una salida de Gran Bretaña en el Reino Unido y Europa, representan "peligrosas corrientes políticas" similares.

Más específicamente, una página de opinión publicada por la Australian Financial Review la mañana de este jueves establecía que el deseo de Trump de renegociar el "mal acuerdo" que es la relación comercial entre EE.UU. y China, "desestabilizaría fundamentalmente la relación económica subyacente, pero cada vez más inquieta que ha tenido China y los EE.UU. durante las últimas dos décadas", mientras que penalizaría a los consumidores estadounidenses.

Mientras que Hardy está de acuerdo con que cualquier intento de gravar los productos chinos provocaría una reacción "masivamente hostil" de China que, a cambio, podría desencadenar una serie de guerras comerciales altamente destructivas "para todos los mercados mundiales", así como para el dólar estadounidense, sí nota que un "cambio sustancial" en las condiciones comerciales de EE.UU. podría finalmente ser positivo para el dólar, especialmente frente a las divisas riesgosas.

No obstante, al final, hay un largo camino hasta allí, especialmente si Trump no lograra asegurar la mayoría de 1.237 delegados que necesita para evitar una convención partida en Cleveland, este mes de julio.

Si este fuera el caso, el GOP podría aprovechar la oportunidad para respaldar al otro candidato. Para hacerlo, arriesgaría tanto el malestar civil como la viabilidad del partido en el largo plazo. Después de todo, los cientos de miles de estadounidenses que asistieron a los actos de Trump probablemente no respondan bien ante dicha maniobra. Pero un animal acorralado es agresivo, y el GOP enfrentándose a perder su plataforma de mercados libres ciertamente implica estar acorralado.

Mientras que el Partido Republicano y el movimiento conservador más grande de los EE.UU. llaman a reformas de inmigración y otras declaraciones que suenan nativistas, los registros dicen otra cosa. De hecho, tanto Bill Clinton como Barack Obama deportaron más personas ilegales durante sus ejercicios que George W. Bush. Las llegadas también cayeron con Obama, a aproximadamente 400.000 por año de las 500-600.000 con Bush.

En términos de la fuga de empleos de estadounidenses, N. Gregory Mankiw, presidente del Consejo de Asesores Económicos de Bush, fue conciso al declarar que "tercerizar es simplemente una nueva forma de llevar adelante el comercio internacional".

No obstante, eso es política, y es distinto del enojo de libre flotación que caracteriza a los EE.UU. del 2016. Esta mañana, el Union-Tribune de San Diego informó que "al menos nueve de cada diez votantes en las primarias republicanas tuvieron pensamientos negativos hacia Washington", mientras que incluso una mayoría de los demócratas, que tuvieron a los suyos durante ocho años, piensan mal de sus gobernantes electos.

Este clima de enojo es fundamental para la campaña de Trump, que es mucho menos ideológica que la costumbre republicana. Muchos votantes de Trump simplemente quieren bloquear los motores de Washington, la globalización y el orden actual.

Hardy dice que, de alguna forma, esta falta de ideología podría facilitar a un presidente Trump "llegar a acuerdos", ya que "no entra en el molde de partidista clásico".

Finalmente, es muy académico para el jefe de estrategia de divisas de Saxo. No solo el GOP parece estar decidido a bloquear a su favorito, sino que en la opinión de Hardy podría haber un obstáculo aún mayor para Trump y su movimiento.

"Perdería contra Clinton".

*Esta columna fue publicada originanlemente en Sala de Inversión.

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