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¿Escuela o carrera de obstáculos?
Vie, 06/06/2014 - 12:18

Ryan Burgess

Educación, pobreza urbana y violencia
Ryan Burgess

Ryan Burgess es especialista en Educación de la División de Educación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) asignado a la Representación en Panamá. Antes de involucrarse al BID en el 2008, trabajó como consultor e investigador para Unicef y organizaciones no gubernamentales internacionales en iniciativas para niños, niñas y jóvenes vulnerables en América Latina y el Caribe, Oriente Medio y África; y como director de programas de educación en Europa oriental y el Cáucaso. Fue becado por el Jennings Randolph Peace Scholarship Dissertation Program del Instituto de Paz de los Estados Unidos y tiene un Doctorado en el Desarrollo de Educación Internacional del Teachers College, Columbia University.

“Estuve en drogas, vicios, en todo. Estuve atrapado dentro de ese mundo por 18 años y desperdicié mi vida. Perdí mi familia, perdí mi trabajo, perdí mi tiempo… Dios me dio una nueva oportunidad en el 2009 cuando estuve, durante casi dos años, en rehabilitación. Quiero ser un buen ejemplo para mi familia, para mis hijos. Para mí, es un orgullo pertenecer al Instituto Hondureño De Educación Por Radio. Es un orgullo, es un privilegio, es una nueva oportunidad que Dios me ha dado y no pienso desaprovecharla”, aseveró con convicción Rubén, quien ahora tiene 37 años y está participando en un programa de educación flexible en Tegucigalpa.

Y Rubén no es el único. El consumo de drogas, la participación en pandillas, el embarazo precoz, la pobreza y el acceso limitado a la educación son algunas de las razones para abandonar la escuela que varios jóvenes esgrimieron en un taller de educación que celebró el BID en Honduras. Si bien estas razones no son sorprendentes, para mí, fue impresionante escucharlas directamente de boca de los jóvenes y poder sentir cómo su retorno a la escuela los había impactado. Y, en este caso en particular,  entender cómo  un programa de educación flexible ha cambiado sus vidas para mejor.

En América Latina y el Caribe, uno de los principales desafíos para los gobiernos, las organizaciones no gubernamentales y la sociedad civil es el porcentaje de jóvenes que abandonan la escuela. Las cifras son verdaderamente desalentadoras. Aproximadamente la mitad de los estudiantes de América Latina y el Caribe no terminan la secundaria. Al no tener un título de bachiller o las habilidades necesarias para ingresar en el mercado laboral, estos jóvenes se enfrentan con numerosos obstáculos para encontrar un trabajo decente. De hecho, la tasa de desempleo de las personas entre 15 y 24 años de edad es aproximadamente tres veces mayor que la de los adultos.

Si bien los jóvenes abandonan la educación formal por muchas razones, los factores subyacentes incrementan la probabilidad de que lo hagan. Estos son: la pobreza, la violencia en el hogar o la comunidad y la inestabilidad familiar, entre otros. Vivir bajo estas condiciones tan difíciles durante un período prolongado de tiempo, en especial, si ocurre durante el embarazo de la madre o en los primeros años de vida, crea un ambiente de estrés crónico que puede afectar la capacidad de una persona joven de memorizar, aprender y tener autocontrol de su comportamiento en el largo plazo.

Así, aunque todos los jóvenes que participaron en el taller abandonaron la escuela por razones diferentes, tenían una cosa en común: todos encontraron una alternativa, un modelo de educación flexible que les permitió continuar con su educación secundaria. Estos programas de educación en Honduras, El Salvador y Guatemala suelen dirigirse a poblaciones rurales, aunque en algunos casos se pueden ofrecer a un público más amplio. A pesar de que los resultados académicos continúan siendo bajos, el mensaje que transmiten los jóvenes que participaron es que las características del modelo lo hacen exitoso. Estos programas proporcionan un entorno de aprendizaje flexible que puede adaptarse fácilmente a los horarios de los estudiantes; algunos incluso ofrecen formación técnica y conexiones con el mercado de trabajo. Además, consideran el contexto local y la realidad de los estudiantes y, por último, dan gran importancia a garantizar que los profesores sean calificados, con especialización en las áreas del currículo enseñado.

Para algunos de los jóvenes, la sola decisión de regresar a la escuela implicó la superación de grandes obstáculos y la toma de decisiones difíciles. Para otros, las mismas dificultades siguieron complicando sus vidas a lo largo de su permanencia en el programa. Sin embargo, todos los jóvenes que participaron lograron tomar decisiones positivas para mejorar sus condiciones de vida. Y, si bien desde una perspectiva socioeconómica muchas cosas siguen igual, están convencidos de que volver a la escuela sí les ha cambiado sus vidas para mejor. Se sienten mejor, tienen la autoestima más alta y, una vez concluidos sus estudios, se les abrirán más oportunidades, tanto para insertarse en el mercado de trabajo como para continuar estudiando en el futuro.

En el transcurso de los próximos tres meses, publicaremos varias entradas de blog que relatarán la historia de algunos de estos jóvenes e ilustraremos diferentes aspectos clave que plantean. Nuestros posts se enfocarán en los efectos que tienen el embarazo precoz, el desarrollo infantil temprano precario, las responsabilidades familiares, la pobreza extrema, la pertenencia a pandillas, la vida en comunidades de alto riesgo y la formación para el trabajo en la calidad de la educación de nuestros jóvenes  y sus oportunidades para insertarse productivamente en la sociedad. ¡Esperamos que los disfruten!

*Esta columna fue publicada originalmente en el blog Primeros Pasos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

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