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Guatemala: el financiamiento del caos social
Mar, 08/05/2012 - 18:44

Alfred Kaltschmitt

Correa cuereando
Alfred Kaltschmitt

Alfred Kaltschmitt, Msc es catedrático en periodismo y medios de comunicación, candidato Doctoral en Investigación Social. Director de "Esteoeste", programa televisivo de análisis y debate político, transmitido todos los domingos por Canal Antigua (Guatemala). Asimismo, es presidente de la Fundación Agros Tesorero de Apanac (Asociación de Amigos del Patrimonio Natural y Cultural de Guatemala) y columnista estable del diario Prensa Libre (Guatemala).

Uno de los problemas del movimiento contestatario es la falta de honestidad cuando calienta el sol aquí en la playa de los conflictos agrarios, mineros e hidroeléctricos. Sean sinceros. Son ustedes mismos los que organizan las supuestas consultas. Son ustedes los que ponen unas reglas de juego absurdas y tramposas. Primero envían a las aldeas a un montón de pregoneros pagados con los fondos provenientes de los donantes contestatarios internacionales, con un bolsón lleno de mentiras y cuentos dignos de los espejitos de antaño:

Que las hidroeléctricas van a desviar los cauces de los ríos y se secarán de por vida (imbéciles los que invierten millones para construir proyectos hidroeléctricos que utilizarán las aguas del río que supuestamente van a secar... Ajá).

Más mentiras: que la Pachamama, y la madre tierra es de los indígenas desde antes de la Conquista y por ende se tiene que consultar a ellos antes de hacer cualquier cosa. -El 100% de los proyectos lo hacen-. ¿Y desde cuándo Guatemala no es de “todos” los guatemaltecos?

Quetzalitos, viajes, reuniones lavacocos a los ancianos y los líderes comunitarios de cada aldea para convencerlos de apoyar la causa, y difundir mentiras durante largos meses para luego -ya bien trabajadita la comunicación demonizadora- repartir más quetzalitos para sufragar gastos de transporte, refacciones y llevarlos a “votar” a las consultas.

Esto es una consulta: en el parque se ven pancartas de todo tipo demonizando el proyecto con eslóganes importados: “No queremos que destruyan nuestros recursos”. “La Pachamama no está en venta”. “Defenderemos nuestras tierras ancestrales”. Se escuchan voceadores de consignas pagados para azuzar a los presentes: “¡Patria libre o morir!”. “¡Los ríos son nuestros”, “¡Sííííí!”.

Dos mesas instaladas. Una para el sí. Otra para el no.

Lado izquierdo, los “verdaderos paisanos” que se oponen a los demonios destructores de nuestros recursos naturales… (¿Quién no va estar en contra de esos engendros maléficos?). Lado derecho, los traidores que quieren abrirle las puertas al diablo destructor de nuestra cultura, cultivos y la madre tierra. “¡Malditos, a ustedes los vamos a linchar como en San Juan Sacatepéquez!”.

La misma metodología en cada consulta. Y Dios guarde que alguien ose proponer una votación secreta, monitoreada y certificada por otras instancias imparciales. ¡Eso jamás!

La semana pasada, en Santa Cruz Barillas, una turba enardecida irrumpe en un destacamento militar, golpea y hiere al oficial del Ejército -que prefiere no oponer resistencia para evitar otro Xamán-. Roban tres fusiles AK47, luego se dirigen a un hotel en donde supuestamente se “hospedan” los trabajadores de la hidroeléctrica. Destruyen buena parte de las instalaciones y se apoderan de lo que pueden. Los defensores no solo no condenan tales hechos, sino los justifican: “No los oyeron”. Dicen. “Esto tiene una historia que viene de atrás”. Aseveran. “Se manejó mal y no es su culpa”.

Ni una sola crítica. Solo demandas para liberar a los responsables que fueron aprehendidos y se les perdonen los serios abusos y delitos cometidos contra las autoridades y la población civil indefensa. ¿Qué habría acontecido si agarran a un trabajador de la empresa? ¿Estaría vivo?

El objetivo está claro. El movimiento contestatario de la izquierda radical ya no tiene nada que vender más que huesos rotos de un clóset de dinosaurios históricos. Saben que para aglutinar a los campesinos en una sopa amorfa manipulable políticamente para sus propios propósitos necesitan demonios y causas fácilmente vendibles. Y ahora que tienen los recursos para mantener en planilla a decenas de líderes comunitarios y para sufragar los gastos y la logística de las movilizaciones, el juego les está funcionando. Aunque sea a costa de que nuestro país esté a la cola de la captación de inversiones en la región y aumente la pobreza y la inseguridad.

Qué contradicción, señores…

*Esta columna fue publicada originalmente en PrensaLibre.com.

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