De esas cosas que pasan cuando el destino así lo quiere. Yo leyendo los periódicos matutinos con mi usual taza de café en la mañana del miércoles pasado, en una nota de la página 2 de Prensa Libre, se veía la fotografía de una de las mujeres indígenas quien relataba las experiencias a las que fue sometida hacia 40 años, durante su cautiverio en el destacamento militar Segur Zarco, en el Valle del Polochic, en el marco de la guerra interna. Se leía también que las mujeres fueron localizadas y conducidas por Lucía Morán Vásquez, activista del Comité Unidad Campesina (CUC), en esta ocasión también fungiendo como directora de la organización Mujeres Transformando el Mundo.

Un poco de historia. El Comité de Unidad Campesino fue el brazo político del Ejército Guerrillero de los Pobres. El mismo que tomó la embajada de España “pacíficamente” con bombas molotov y machetes al cinto. Entre los líderes de la pacífica ocupación estaba el padre de Rigoberta Menchú.

Justo en medio de esta lectura, se me acerca mi suegra, Marina Prado Bolaños, con un viejo ejemplar de la Revista Dominical del 4 de febrero de 1968. “Estaba limpiando mis archivos, ahora que me estoy pasando de casa, y mira lo que encontré”, me dijo, con lágrimas en los ojos, señalándome las páginas 8 y 9, que contenían seis fotografías. “Mirá. ¡Ahí está Marta Marina! (su hija) ensangrentada cuando la metían a la ambulancia! ¡Ay, Señor mío, qué dolor volver a revivir esta tragedia. Gracias a Dios se salvó”! -musitó, compungida-.

Al pie de las fotografías de la publicación de marras se leía: “Socorristas de la Cruz Roja ayudan a las víctimas de las bombas terroristas que personas desconocidas hicieron estallar en dos céntricas cafeterías de la capital. En la camilla aparece la señorita María del Carmen Reyes, quien murió en ese centro, a consecuencia del criminal atentado en la cafetería Donas, en la zona 1. A la derecha la señora madre del joven Julio Roberto Sazo, quien murió horriblemente quemado en el interior de la cafetería Hawái”.

El reportaje de las mujeres me recordó la entrevista que Mario David García, en su programa Hablando Claro, le había hecho recientemente a Telma Teresa Marcos Bernal, de la aldea Los Alisos, Xecua, municipio de Nebaj, quien fue víctima de plagio a los once años y llevada por la fuerza a la montaña por un grupo de guerrilleros del Ejército Guerrillero de los Pobres.

La víctima logró escapar retornando a su aldea. Y confirma que todo aquello fue parte del plan de reclutamiento de muchos niños ixiles, que eran adoctrinados en la montaña para atacar a los soldados del Ejército de Guatemala. Las fotografías que tenía en su poder el día de la entrevista, y que posteriormente colgó en la web, comprueban claramente el reclutamiento de niños y adolescentes.

Es una hipocresía crasa, y un detestable ejemplo de doble moral, el que está urdiendo la ex guerrilla al pretender vestirse con ropas blancas como si nunca hubiesen estado en la mina de carbón de su pasado sangriento.

¿Quién responde por las heridas de esquirla que todavía lleva en su cuerpo mi cuñada Marta Marina? ¿Quién responde por María del Carmen Reyes y Julio Roberto Sazo, víctimas indefensas de las bombas estalladas en cafeterías por guerrilleros?

¡No, hombre! Tengan la valentía de admitir que detestan la bandera blanca de la paz, y que están de nuevo en pie de guerra, con bandera roja y puño levantado.

*Esta columna fue publicada originalmente en PrensaLibre.com.