Pasar al contenido principal

ES / EN

Guatemala: tierra de mi caos
Mar, 06/12/2011 - 10:01

Alfred Kaltschmitt

Correa cuereando
Alfred Kaltschmitt

Alfred Kaltschmitt, Msc es catedrático en periodismo y medios de comunicación, candidato Doctoral en Investigación Social. Director de "Esteoeste", programa televisivo de análisis y debate político, transmitido todos los domingos por Canal Antigua (Guatemala). Asimismo, es presidente de la Fundación Agros Tesorero de Apanac (Asociación de Amigos del Patrimonio Natural y Cultural de Guatemala) y columnista estable del diario Prensa Libre (Guatemala).

Salir del terruño es sano y refrescante. Al deambular por otras tierras de culturas y voces diferentes, uno oye sus sentires y ritmos como refrescante primicia. Ese “dinamismo social”, como lo describen los sociólogos, permite observar el fluir de las costumbres y creencias de la sociedad visitada, las interacciones de cada persona con el resto social y cómo el conjunto afecta al individuo marcando un comportamiento particular. Estuve en Boston y Washington DC. En restaurantes, hoteles y tiendas tuve el placer de ser atendido por algún salvadoreño, guatemalteco o mexicano.

Y en esa interacción de intercambio latino nos pudimos conectar con agrado.

-¿Hace cuánto estás por acá?

-Llevo diez años -me contesta un mesero salvadoreño.

-¿Vas a regresar?

-Tal vez algún día. Está muy difícil la entrada de nuevo, y ya me acostumbré.

-¿Y tu familia?

-Allá se quedó, pero… acá tengo también; vivo con una pareja” -me confiesa.

-¿Y lo sabe tu mujer allá? -pregunto, aprovechando su apertura.

-Pues no creo. Pero la pareja con la que vivo está en las mismas, y decidimos ayudarnos. Aquí se trabaja mucho, y es más fácil vivir juntos, compartir apartamento y gastos que estar solos.

Esa noche hablo con el “concierge” de nuestro hotel. Un emigrante etíope que lleva seis años viviendo en Washington. Me cuesta entender su inglés con fuerte acento afroasiático. Es de la etnia omoro, me cuenta.

-¿Vas a regresar a Somalia?

-Sí -me dice sonriendo-. Algún día. Uno siempre sueña. Pero tengo que ahorrar. Trabajo dos turnos para que me alcance. Acá todo es muy caro. Comparto la casa con otros paisanos.

-¿Estas contento? -le pregunto.

-Mmm. Sí, tengo trabajo, puedo enviar dinero a mi familia -responde, pero sus ojos de profundo negro, que contrastan con unas pupilas blanquísimas, denotan cansancio.

Caminando las amplias avenidas de Boston o Washington uno se encuentra con una diversidad de razas y culturas conviviendo dentro de un sistema funcional político que, como escribe Víctor Durand Ponte, en su obra Etnia y Cultura Política en los Estados Unidos, se caracteriza porque el ciudadano, el individuo, ocupa el lugar central. Los derechos humanos son el punto de arranque de todo el sistema, y así, el gobierno o las instituciones públicas no pueden afectarlos, deben protegerlos y alentarlos. Esta es la base del Estado de Derecho, -y el respeto a la ley- la base del edificio político, de la relación entre los ciudadanos y de estos con el gobierno. Creo, que de todas, esta es la mayor fortaleza de los Estados Unidos. Un sistema que protege al individuo, su propiedad, su bienestar y sus derechos.

En mi paso por Houston entro a una tienda Walmart y veo casi una réplica de lo que vi en Boston y Washington. La sociedad estadounidense está cambiando. La cajera es musulmana. Pero por todos lados veo a latinos y oigo español. Se calcula que para el 2050 el crecimiento demográfico latino hará que el español sea el idioma más hablado.

Algún tiempo atrás escribí unos artículos que titulé: ¿Sistema o Cultura? Expresé en éste cómo el sistema puede convertir a un chapín acostumbrado a convivir en nuestro enredado sistema, en un perfecto ciudadano a las pocas horas de poner un pie en los Estados Unidos.

Al salir del aeropuerto La Aurora, y respirar el aire de mi Guatemala caótica, me regocijo de estar de vuelta a pesar de sus entuertos y desafíos medio insalvables, de campeones en pobreza y otros indicadores negativos. Y aun con la paranoia de la inseguridad -que a todos nos luce de lo más normal-; aun con el congestionado tránsito; aun con los embrollos de metrópoli ruidosa y nuestros galimatías políticos, me siento bien de estar de vuelta en casa.

Mi tierra, mi caos…

*Esta columna fue publicada originalmente en PrensaLibre.com.