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Inmigración: ¿oportunidad o riesgo?
Jue, 22/10/2015 - 10:51

Antonio Argandoña

Inmigración: ¿oportunidad o riesgo?
Antonio Argandoña

Antonio Argandoña, profesor de Economía y titular de la Cátedra ‘la Caixa’ de Responsabilidad Social de la Empresa y Gobierno Corporativo de IESE Business School.

Situaciones de guerra más o menos declarada, o de países con serios conflictos, como Siria, Irak, Afganistán, Eritrea y Libia, entre otros, han provocado una grave crisis humana, social, moral, política y económica en Europa: la llegada de miles de inmigrantes cada día, en condiciones lamentables, y la pérdida de la vida de otros muchos durante su duro viaje.

No entraré aquí en la descripción de las medidas que ha llevado a cabo la Unión Europea (UE) hasta ahora, entre otras razones, porque la situación cambia de un día a otro. Pero la gestión de la crisis ha dejado mucho que desear, probablemente, porque los principios respecto a qué habría que hacer no estaban bien definidos o porque las autoridades se resistieron a reconocer algo que era patente desde el principio: no se trata de un problema puntual, sino de uno de larga duración. Los refugiados seguirán llegando mientras haya zonas de conflicto, los inmigrantes lo harán si las oportunidades en Europa siguen siendo mucho mejores que las de los países pobres de su entorno, y la situación no volverá a normalizarse mientras haya guerras y diferencia de oportunidades.

Además, la crisis afecta a toda la UE, porque los refugiados desembarcan en un país y cruzan otros para llegar a su esperado destino final, al amparo de las políticas comunes de esta institución. Si el problema tiene una larga duración, las cuotas de asilo tendrán quizá que ampliarse y extenderse a otros países, algo que muchos no quieren reconocer. Por otra parte, el tema del reparto de los costes siempre será muy discutido. Todo esto nos lleva a un problema de acción colectiva, que es una situación en la que todos salimos perdiendo, pero en la que todos esperamos que sea otro el que cargue con los costes de las soluciones, de modo que todos preferimos no hacer nada y el problema es cada día peor.

¿Es posible convertir esta crisis en una oportunidad? ¿Qué ofrecen los refugiados a la UE? Capacidad de trabajo y, quizá, unas cualificaciones interesantes. Ahí está la oportunidad para los europeos. No obstante, a la luz de las tasas de desempleo vigentes en Europa, podría parecer que lo que sobra es gente que desea trabajar y que no encuentra empleo. Pero el problema no es el exceso de oferta de trabajo, sino las dificultades para crear empleo. Un ocupado genera producto interior bruto por un valor al menos igual a su salario bruto y, además, produce un excedente que remunera el capital. Con ese salario vivirán él y los suyos, pagará la cotización a la Seguridad Social y el impuesto sobre la renta, ahorrará algo, se comprometerá a largo plazo para comprar una casa. Aunque claro, también recibirá transferencias: seguro de salud gratuito, derecho a una pensión futura, o escuela subvencionada para sus hijos. Después de todo, estamos hablando de Europa. Sin embargo, esto tiene dos lecturas: una, pensar que es mejor que no vengan los inmigrantes, porque tienen un coste, y otra, aceptar que vengan y trabajen para que dejen de vivir de las ayudas públicas cuanto antes.

Puede que el lector piense que muchos inmigrantes no tienen cualificaciones. Es posible, pero llevan a cabo trabajos que necesitan menos formación: en sectores como la construcción, la restauración o el servicio doméstico. Y esto vale también para los que trabajan en la economía sumergida. Hace unas semanas, se produjeron cerca de Barcelona conflictos con inmigrantes que se dedican al comercio ilegal, el top manta: aquellos que, sobre una manta y en plena calle, venden a bajo precio productos falsificados de buenas marcas; si llega la Policía, recogen su mercancía y salen corriendo. No tienen permiso de residencia, no pagan impuestos, perjudican al comercio legal, quizá engañan a los turistas… Pero prestan un “servicio”. No pretendo defenderlos; simplemente, me pregunto: ¿no podríamos ofrecerles empleos declarados? Refugiados e inmigrantes, también los ilegales, tienen deseos de trabajar y capacidad de producir y son muchos, y seguirán llegando durante muchos años. Además, hay que tener muy presente que los europeos estamos envejeciendo rápidamente.

Sin embargo, esto no es tan fácil. Lo primero que habrá que hacer es reformar el mercado laboral para que los empresarios aprovechen la oportunidad que les ofrece la llegada de esa mano de obra, y toda reforma levanta oposición política, ideológica y de intereses creados. Pero hemos experimentado dificultades en los últimos años y sabemos cómo afrontarlas, aunque no estoy seguro de que nuestros gobernantes, sindicalistas y empresarios tengan voluntad para hacerlo.

El segundo problema es un reto cultural: la llegada de tantos inmigrantes puede desestabilizar nuestra sociedad. Sin embargo, si su llegada es una oportunidad, tendremos que preguntarnos cómo convertir esa amenaza cultural en una oportunidad de convivencia y, a la larga, de enriquecimiento mutuo. Hace unas semanas, The Economist ofrecía una solución: si trabajan, se integrarán. Donde no lo han hecho, como en París o Malmö, el conflicto ha resultado inevitable. Puede que sea una propuesta simplista, pero ¿alguien ofrece una mejor?

¿Qué tienen que decir los empresarios sobre todo esto? Algo deben tener que decir, porque son ellos los que saben cuánto cuesta y cuánto rinde un trabajador cómo se crean puestos de trabajo, cómo se integran los inmigrantes en sus empresas, qué obstáculos se presentan a la hora de aumentar la ocupación laboral, qué resortes hay que activar para que los grupos de interés dejen de poner palos en las ruedas… Y cómo se puede conseguir que las sociedades europeas avanzadas descubran que lo que aquí se presenta es un reto ético y una oportunidad económica que, a su vez, es también ética.