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La postura anti-OGMs de Europa está matando a africanos
Mar, 26/09/2017 - 11:46

Marian L. Tupy

Cómo el papa malinterpreta el mundo
Marian L. Tupy

Marian L. Tupy es analista de políticas públicas del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute.

Hace quince años, la revista The Economist publicó un artículo titulado “¿Mejor muertos antes que alimentados por OGM?” Este se enfocaba en la negativa de algunos países africanos a permitir las importaciones de ayuda alimenticia de EE.UU., debido a que esta contenía algunos organismos genéticamente modificados (OGMs). Esto fue cuando una hambruna extrema amenazaba a 15 millones de personas, antes de que se diera la década de crecimiento en África debido a los altos precios de las materias primas, así como también a algunas reformas económicas.

Algunas de las razones para rechazar la ayuda alimenticia de EE.UU., como aquella del entonces presidente de Zambia, Levy Mwanawasa, quien dijo que los OGMs eran “veneno”, simplemente fueron absurdas. Los estadounidenses han estado comiendo alimentos con OGMs durante décadas y no hay un ápice de evidencia de que los OGMs son malos para la salud. Otras razones fueron más serias.

Gran parte de la producción agrícola de África todavía está destinada hacia Europa y la Unión Europea (UE) ha venido librando una guerra en contra de los OGMs por décadas. Las razones para la postura anti-OGMs de la UE, probablemente, son preocupaciones acerca de su impacto en la salud. En realidad, la UE está tratando de proteger a sus agricultores de sus contrapartes más productivos en EE.UU. Por lo tanto, si la ayuda alimenticia de los estadounidenses llegase a “contaminar” de alguna forma inadvertida los cultivos africanos, los africanos estarían en problemas.

Mientras que las importaciones de OGMs no están prohibidas por ley en Europa, el sistema de etiquetas para alimentos de la UE obliga a las empresas a indicar si el alimento o balanceado que ellos producen contiene OGMs. Esta etiquetación se aplica cuando los OGMs constituyen al menos un 0,9 por ciento del alimento o balanceado. Como a los europeos se les ha lavado el cerebro para que crean que los OGMs no son seguros, la etiquetación alarmante podría desalentar la demanda europea de productos agrícolas de África. De manera que gran parte de África no solo se ha negado a producir OGMs, sino que también ha rechazado la ayuda alimenticia de EE.UU.

Hoy, los académicos pueden estimar el costo de la negativa de África a sembrar cultivos con OGMs. Según un estudio reciente publicado en PloS One, los retardos en la introducción del banano de cocina que resiste las enfermedades (matoke), el caupí y el maíz resistente a los insectos “han resultado en costos económicos y humanos significativos, incluyendo la malnutrición y atrofia en el crecimiento”.

“Si Kenya hubiese adoptado el maíz genéticamente modificado en 2006”, estima el estudio, “en teoría, se hubieran podido salvar entre 440 y 4.000 vidas. De igual forma, Uganda tuvo la posibilidad de introducir el banano resistente a la enfermedad de la sigatoka negra en 2007, salvando así, potencialmente, entre 500 y 5.500 vidas a lo largo de una década”.

Cada año que pasa sin la introducción de cultivos con OGMs en África la cantidad de muertes aumenta así como también el ingreso perdido para los agricultores africanos. Por ejemplo, el caupí BT resistente a los insectos se suponía que debería estar disponible a los agricultores de Benín, Níger y Nigeria desde este año. Los autores del estudio se preocupan de que los activistas anti-biotecnología podrían retardar su introducción o posponerla de manera indefinida.

“Un retardo de un año en la aprobación [del caupí BT resistente a insectos]”, estiman, “podría perjudicar especialmente a Nigeria, dado que la malnutrición es generalizada allí...[y] costaría a Nigeria entre 33 millones de dólares y 46 millones y entre 100 y 3.000 vidas”.

Las restricciones europeas sobre los OGMs, argumenta el estudio, tiene costos serios. No obstante y de igual forma, lo mismo se puede decir de los subsidios agrícolas de la UE y de EE.UU., que socavan a la competencia africana y le cuestan a los contribuyentes europeos y estadounidenses miles de millones de dólares al año. Tengo una mejor idea. Ahorremos nuestro dinero y permitamos que los africanos compitan con nosotros en un campo de juego nivelado.

*Esta columna fue publicada con anterioridad en el centro de estudios públicos ElCato.org.

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