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Neutralidad de la Red
Vie, 02/05/2014 - 10:38

Jorge Luis Fuentes Carranza

Ecuador, segunda ronda contra la pobreza
Jorge Luis Fuentes Carranza

Jorge Luis Fuentes Carranza es licenciado en Derecho por la UNAM y es especialista en temas constitucionales por la misma universidad. Actualmente es presidente de la Coppal-Juvenil y es asesor del Secretario de Gobierno del Distrito Federal México. De 2011 a 2012 fue asesor en Derechos Humanos de la Secretaría General de Gobierno del Estado de Puebla. A principios de 2010 fue candidato a diputado local por la Coalición “Compromiso por Puebla”, integrada por los partidos: Convergencia (hoy Movimiento Ciudadano), PAN, PANAL y PRD, siendo postulado por éste último. Tw: @luentes

Hace 18 años junto con mis papás, hermano y hermana vimos como se dibujaban frente a nosotros, en una “gran pantalla”, línea por línea, las letras azules que juntas decían: La Jornada.

Era un gozo ver con nuestros propios ojos la magia de internet; la magia de mirar una noticia sin haber salido de tu casa a comprar el diario o de tener que manipularlo hoja por hoja manchándote los dedos de tinta negra; ver noticias pasadas hace muchos años en archivos apenas en construcción o tener la posibilidad de comunicarte en tiempo real mediante un “chat” con gente distante, pero a la vez, tan cerca como la pantalla y el teclado.

Había que bloquear el uso de la línea telefónica u optar por una segunda línea sólo para el internet, que ocupaba a muy poca velocidad, mucho tiempo para hacer conexión con la web.

Fue, a pesar de llevar muchos años entre oficinas del ejército estadounidense y luego en universidades del mismo país, el comienzo de una revolución que está en curso, y cuyo fin, pinta distante.

Nadie anticipó los efectos de la “herramienta” inventada durante la Guerra Fría con fines militares. Nadie hubiera podido imaginar que hacer conectar una computadora con otra para el traspaso de información llevaría a una comunicación viral entre las computadoras de 4.300 millones de internautas. Tampoco se anticipó toda la información almacenada en discos duros con cada vez mayor capacidad para guardar datos de todo tipo.

Las mejores bibliotecas del mundo han sido digitalizadas; la industria del cine y su difusión dieron un vuelco; las grandes, medianas y pequeñas empresas se comunican con sus clientes sin pagar en transporte o en una llamada por teléfono; muchos trabajadores evitan trayectos y se quedan en casa gracias a que pueden tener comunicación y traspaso de información efectiva desde sus hogares. En fin, todo cambió a partir de que llegó a nuestra sociedad global un ingrediente tan revolucionario como cuando nuestros antepasados aprendieron a sembrar y cosechar.

Logros y cambios tan magníficos sucedieron también cuando por la radio podías oír lo que alguien decía a kilómetros de distancia, y más, cuando con la televisión se pudieron ver los rostros de ésas personas. Luego, cambios y avances como integrar el color, ampliar los contenidos, etc.

Pero ahora, vivimos en una fuerte batalla para evitar la continuidad del uso de estos medios masivos de comunicación a favor de intereses, primero económicos, y luego políticos, en provecho de oligarquías nacionales e internacionales que dominan cual dueños, las señales del aire, o peor, los mensajes informativos o educativos y culturales que entran a nuestras casas.

De haber sido la televisión un espacio de comunicación democrática, en lugar de convertirse en uno de control de “sociedades teledirigidas”, como dijera Giovanni Sartori, habríamos accedido a sociedades más plenas y menos desiguales. Lo contrario, pasa con el internet.

El internet, por sus características técnicas de vinculación multidireccional, distintas a los otros medios que son unidireccionales (uno dice y hace y el otro sólo ve y oye), es un medio naturalmente democrático.

Así nació, ya que los gobiernos no anticiparon una Primavera Árabe porque Facebook y Twitter se convertirían en auténticos periódicos murales que con toda oportunidad coordinan manifestaciones públicas. Menos imaginaron que serían las juventudes del mundo las que por un asuntos de adaptación cultural al medio, se harían los amos de la cancha.

Actualmente hay, contrario a lo que muchos quisieran, una gran cantidad de libertad en la red; acceder a contenidos, y mejor aún, subirlos para su difusión y conocimiento, es para todo aquel con una computadora o celular y unos cuantos megas, un asunto de niños. Por lo que hacer revisiones sobre cómo continuar funcionando, si debe de ser una regulación o “gobierno” establecido desde las Naciones Unidas quitándole el control a los Estados Unidos es un debate importante, que se dio en la cumbre #NETMundial en Sao Paulo, Brasil esta semana.

Pero más importante y preocupante es que los contenidos actuales y futuros que transitan por ahí, sigan teniendo la misma capacidad de encontrarse con quien está detrás de una computadora.

Que la #NeutralidadDeLaRed no se fracture por el interés económico de quienes buscan mediante el dinero, mejores condiciones de velocidad para sus sitios; dejando a quienes no puedan pagar, lejos de la gran vinculación hoy existente. Ello, equivaldría a terminar con la naturaleza democrática de internet.

*Esta columna fue publicada originalmente en el centro de estudios públicos ElCato.org.