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Gran Buenos Aires: madre, dime dónde vives y te diré...
Vie, 04/10/2013 - 12:09

Florencia Lopez Boo

Lactancia materna en el trabajo: lecciones del Obamacare
Florencia Lopez Boo

Florencia López Boo es un economista senior en protección social con la Unidad de Protección Social y Salud del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Sus cargos anteriores incluyen el trabajo en el Departamento de Investigación del BID, el Banco Mundial, el Instituto OPHI en el Departamento de Desarrollo Internacional de la Universidad de Oxford, así como la enseñanza en la Universidad de Oxford y la Universidad de Louvain-la-Neuve. Su trabajo se enfoca en temas de desarrollo infantil temprano y evaluación del impacto de los programas de protección social. Recibió un doctorado en economía de la Universidad de Oxford y una maestría de la Universidad de Namur. Publicó en revistas con referato como el Economic Letters, Journal of Development Studies y el Cambridge Journal of Economics y es co-autora del capítulo sobre el efecto de la crisis sobre la educacion en el libro "Social and Labor Market Policies for Tumultuous Times: Confronting the Global Crisis in Latin America and the Caribbean" (2009). Florencia es de nacionalidad argentina, y es también investigadora asociada del Instituto del Trabajo (IZA).

Leyendo un artículo del Observatorio de la Maternidad, me sorprendí con las brechas en varios indicadores entre las madres de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la Capital de la República Argentina y las madres de los vecinos partidos del Gran Buenos Aires.

La Región del Gran Buenos Aires es un aglomerado urbano constituido por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y un conjunto de 24 municipios que forman el llamado “Conurbano bonaerense” o “Partidos del Gran Buenos Aires”. En esta región vive un tercio de la población Argentina y  se produce el 40% del PBI nacional. El 77% de la población que habita en el Área Metropolitana de Buenos Aires lo hace en la provincia y el 23% en la Ciudad. Y mientras la Ciudad disminuye las tasas de fertilidad y ha mantenido la cantidad de habitantes constante durante los últimos 40 años, el Gran Buenos Aires ha aumentado su población en 84,3%.

Los comportamientos reproductivos son también muy dispares. Mientras en la capital las madres tienen en promedio 1,8 hijos, en los partidos del conurbano tienen 2,3. Además, las madres recientes (mujeres que tuvieron hijos durante el 2012) tienen su primer hijo a los 28,8 años en los partidos del Gran Buenos Aires, pero esta edad se eleva a los 31,4 años en la Ciudad de Buenos Aires. Las madres del conurbano además tienen sus hijos más jóvenes y también es más común que sean solteras o separadas.

Otras diferencias son que las madres de la Ciudad alcanzan niveles educativos más altos y presentan una menor probabilidad de abandonar el sistema educativo que las del Gran Buenos Aires. En el conurbano, sin embargo, más de la mitad de las madres no terminaron la escuela secundaria.  Siendo el nivel educativo una variable importantísima y fuertemente asociada con indicadores de desarrollo de los niños, esta brecha tiene importantes implicancias desde el punto de vista de políticas públicas para el desarrollo  infantil.

Adicionalmente, el porcentaje de madres inactivas es dramáticamente alto en el conurbano (44,3%) en relación a la Ciudad (32%). Claramente las madres bonaerenses, con mayor frecuencia solas, no tienen otra opción de cuidado de sus hijos y por eso no trabajan ni estudian. Se me ocurre que el Conurbano, entonces  necesita más de jardines infantiles para madres trabajadoras que la Ciudad de Buenos Aires (¡donde ya es difícil conseguir cupos en los jardines públicos!).

Estas cifras me hacen pensar en cuáles serían las intervenciones adecuadas en este contexto. ¿Por qué  los niños de la provincia empiezan desde el principio en situaciones de desventaja? Parecería que si bien se puede tomar en cuenta una unidad geográfica como la Provincia de Buenos Aires como unidad de focalización de programas de desarrollo infantil, se deben realizar intervenciones diferenciales dentro de la misma para tener mayores impactos. Existe claramente una necesidad de focalizar y/o adaptar las políticas existentes en aquellas madres que más lo necesitan, ¿pero cómo?

En la publicación del BID, "Intervenciones de estimulación infantil temprana en los países en vías de desarrollo: Lo que funciona, por qué y para quién", encontramos junto a Helen Henningham efectos diferenciales  de programas de desarrollo infantil para las madres de diferentes perfiles. Por ejemplo, en Bangladesh las madres con mayores recursos y niveles de educación se beneficiaron más de una intervención de talleres grupales donde se brindaba estimulación en el hogar. La intervención estuvo basada en la discusión y no abarcó demasiados juegos de roles y actividades prácticas, de modo que tal vez no resulta sorprendente que las madres más educadas estuvieran más capacitadas para comprender y aplicar las estrategias que las madres más desfavorecidas.

Lo mismo se encontró en un estudio con niños con discapacidad en Vietnam y otro estudio en Perú. Las madres educadas siempre han mostrado memorizar mejor los mensajes de la intervención y también ser más obedientes a las instrucciones  recibidas. En Bogotá y Colombia, los niños de madres con mayores recursos educativos y psicológicos son aquellos que  se beneficiaron más en pruebas de disposición para la lectura a los 3½ años después de terminada el programa de estimulación.

Quizás entonces, las intervenciones destinadas a mejorar las  capacidades parentales de las madres bonaerenses necesiten de mayores esfuerzos de diseño, con mayor demostración de las actividades, mayor intensidad y frecuencia de este tipo de visitas o encuentros;  y con  personal con mayor capacitación. ¿Qué opinan ustedes?

Lo seguro es que si estas brechas no se cierran pronto, sólo van a acentuarse con el correr del tiempo. Claramente, la polarización de un sólo aglomerado no resulta deseable desde ningún punto de vista.

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*Esta columna fue publicada originalmente en el blog Primeros Pasos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

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