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Consultas ciudadanas por la minería en Guatemala: ¿qué significan?
Mar, 12/11/2013 - 19:55

Alfred Kaltschmitt

Correa cuereando
Alfred Kaltschmitt

Alfred Kaltschmitt, Msc es catedrático en periodismo y medios de comunicación, candidato Doctoral en Investigación Social. Director de "Esteoeste", programa televisivo de análisis y debate político, transmitido todos los domingos por Canal Antigua (Guatemala). Asimismo, es presidente de la Fundación Agros Tesorero de Apanac (Asociación de Amigos del Patrimonio Natural y Cultural de Guatemala) y columnista estable del diario Prensa Libre (Guatemala).

Como en el país de Gulliver, pasan los días y la mata antiminería crece. Se trepa encima de vallas legales; se enreda en furibundos discursos y tarimazos de amplificados megáfonos y luces. Se enquista en la Iglesia Católica Apostólica guatemalteca -no romana-. Y hasta se fertiliza con abonos oenegeros nórdicos. Es una cuasi religión. Un constructo que no para; por el contrario, se alienta, se promueve, se cultiva para que su enredo llegue al cielo y desde allí nos deje caer sus horrendos y gigantescos frutos hediondos a populismo, y ambición de conflicto para integrarlos como leyendas a lo lloronas y el chupacabras.

Es de tal magnitud la grey de los líderes de la religión antiminera que ya no tienen miedo de esgrimir el garrote y el fusil. Y como en las edades oscuras de la persecución religiosa, azuzan, financian y envían a sus cruzadas para aplastar a los infieles, visualizando la conquista legal de una su jerusalem libre de minería, donde comen con cucharas de madera, en ollas de barro, se transportan en burros y todavía discuten si aceptan los plásticos.

Pero vivimos en el país de Gulliver, en donde algunos quieren ser fanáticamente diferentes. El mundo entero explota sus recursos. No hay continente que no explote sus recursos mineros. Según el Instituto Fraser, Finlandia ocupa el puesto número uno como “el mejor lugar para hacer negocios de minería y compañías de exploración”. Todos los países de Europa sin excepción, y más de 125 países en todos los continentes explotan la minería. El hierro convertido en el picop que transporta a los antimineros proviene de minas; el machete que blandean en las manifestaciones; la hebilla del cincho, las ollas en las que cocinan. La lámina que los resguarda de lluvia, viento y frío. Y hasta la cal y el cemento de las paredes de sus viviendas, proviene de la minería.

Pero no hay poder de convencimiento alguno. El demonio minero existe. Es un hoyo en la tierra que contamina aguas y estrangula y viola a la Pachamama. Los argumentos de si se es posible explotar adecuada y responsablemente los recursos minerales es imposible. Es un dogma metafísico al que no se puede penetrar porque manipula cifras, números, data, información, estadísticas, mapas, testigos, estudios e investigaciones. Y hasta miente descaradamente hasta que la mentira ya no es verdad, sino profunda fe en la proclama fanática. Conozco algunos que le prenden velas a ese dogma y se gozan en las prebendas financieras que les dejan.

Y ayer leímos sobre la consulta que se llevó a cabo en Jalapa sobre la minería. Una consulta en la que solo permitieron a los periodistas tomar fotos de urnas vacías en la cabecera, más no visitar otros lugares como Santa María Xalapán.

Pero aun si todos los 23 mil votos que supuestamente aparecieron en las urnas fuesen auténticos, vivimos en un país democrático, republicano, representativo. La democracia opera a través de representantes electos por el pueblo. No por pequeños fragmentos de la población.

Las consultas no son vinculantes. Ya hay jurisprudencia. “La Corte de Constitucionalidad lo hizo en su fallo del 5 de diciembre de 2012 al determinar que la consulta promovida por la Municipalidad de Santa Rosa de Lima, Santa Rosa, no es vinculante y solo es de carácter indicativo, es decir para que las autoridades locales transmitan su parecer a los órganos estatales competentes” (Prensa Libre 29/12/12).

Guatemala no puede dejar de explotar sus recursos. Lo de las regalías, la socialización de los proyectos, la responsabilidad ambiental, todo eso es legítimo y se puede discutir, lo que no se puede aceptar son los incentivos perversos de la politización de la minería.

Sí al medio ambiente. No digas no a la minería.

*Esta columna fue publicada originalmente en PrensaLibre.com.

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