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¿Alguien quiere la SOPA?
Lun, 23/01/2012 - 11:05

Roberto Camhi

Una tablet, ¿para qué?
Roberto Camhi

Roberto Camhi posee 21 años de experiencia en gestión y liderazgo en la creación de empresas del sector de las TI. Es cofundador y director ejecutivo de Mapcity.com, empresa de geomárketing, posicionamiento geográfico de empresas y conformación de mapas digitales, con presencia en Perú, Chile y Colombia. Antes fue gerente general y de desarrollo (1996-1999) de Ingeniería y Sistemas Gráficos S.A. Estudió Ingeniería Civil en Computación en la Universidad de Chile y tiene un MBA de la Universidad Adolfo Ibáñez (Chile), y un seminario de gestión internacional de la Anderson School, UCLA (enero de 2000).

En los últimos días hemos venido escuchando de la SOPA, acrónimo que puede que no le diga mucho a la mayoría de las personas, pero que en caso de prosperar como acción legal, podría afectar a más de un tercio de los habitantes del mundo, para siempre.

SOPA (Stop Online Piracy Act) es un proyecto de ley introducido en la Cámara de Representantes de Estados Unidos, el pasado 26 de octubre de 2011, y cuyo responsable es un republicano llamado Lamar S. Smith.

Su objetivo es detener el incremento de la piratería en internet. Supuestamente se busca proteger la propiedad intelectual y los derechos de autor mediante la ampliación de las facultades para poder combatirla de manera más efectiva. La idea básica es detener la piratería digital y a quienes lucran de ella con material protegido con derechos de “Copyright”.

Si bien la idea original resulta atractiva al ser descrita como una acción para promover la prosperidad, creatividad, emprendimiento e innovación, su aprobación sería nefasta.

Esta ley podría permitir que se vulnere el derecho a la privacidad de las personas a tal nivel, que sitios tan masivos como Facebook o blogs personales podrían ser revisados periódicamente para detectar la publicación de material con derechos protegidos. En esta categoría podrían caer desde simples imágenes y fotografías hasta videos,  lo tendría repercusiones gravísimas para la libertad y estructura de internet tal cual la conocemos.

Entre las acciones que podrían ejecutarse se encuentra el completo bloqueo de sitios web o direcciones de dominio (DNS), eliminación de publicidad asociada a los sitios denunciados, el congelamiento de fondos de servicios de pago, como PayPal y también la eliminación de links a servicios denunciados. Google podría ser obligado a eliminar de sus resultados aquellas páginas o dominos denunciados. Dado que la ley se basa en el uso de la dirección IP como forma de fiscalizar y censurar, se pretende identificar a los usuarios que descarguen o publiquen contenido de manera ilegal.

No deja de llamar la atención las penas que se han planteado para quienes infrinjan esta ley. Se plantea, por ejemplo, que alguien que descargue diez canciones o películas en los primeros seis meses desde su estreno, podría ser condenado hasta cinco años de prisión. No es extraño entonces entender que entre quienes han patrocinado esta idea se encuentren estudios de cine, compañías discográficas o agrupaciones de autores independientes, quienes sostienen que existen miles de sitios “deshonestos” que roban productos creativos e innovadores de Estados Unidos para lucrar de ellos.

En Estados Unidos ya han surgido muchas voces opositoras a este proyecto, entre las que se encuentran legisladores de varios estados e importantes empresas, como Google, eBay, Yahoo, Twitter y Facebook entre muchas otras.

No cabe duda que se debe avanzar en la proyección de los derechos de autor, pero la forma en que se plantea pareciera no ser la correcta, pudiendo generar un aislamiento de las empresas tecnológicas y una guerra desatada con las empresas productoras de contenido digital. El sentido de internet, como ha sido concebido, se perdería en su totalidad, como una red global en donde millones de usuarios comparten información muchas veces de manera anónima.

Mientras el debate continúe, aún tenemos esperanza de que leyes como ésta no permitan que se destruya la fuente de información y comunicación más importante que hemos logrado construir.

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