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EE.UU.: dejar fracasar a Lehman Brothers fue la decisión correcta
Lun, 20/10/2014 - 08:25

Mark Calabria

EE.UU.: cómo debería reformarse el mercado hipotecario
Mark Calabria

Ph.D. de la George Mason University. Se desempenó como Subsecretario para Asuntos Regulatorios en el Departameto de Vivienda y Desarrollo Urbano de EE.UU., y también como analista en el Joint Center for Housing Studies de Harvard University, la Asociación Nacional de Constructores de Viviendas y la Asociación Nacional de Corredores de Bienes Raíces. Calabria también ha sido un investigador asociado del Centro para Estudios Económicos del Buró de Censos de EE.UU, y actualmente es Director de Estudios de Regulaciones Financieras del Cato Institute.

Tal vez el mito más peligroso que ha surgido luego de la crisis financiera es que si solo hubiésemos rescatado a Lehman Brothers todo hubiese estado bien. Detrás de este mito yace la promesa (vacía), contenida en la Ley Dodd-Frank, de más herramientas regulatorias.

Agregar más sesgos regulatorios hacia los rescates empeora las cosas. Las obsesiones acerca de Lehman nos han distraído de corregir los verdaderos desbalances en nuestro sistema, que fueron los que causaron la crisis. Dejar que Lehman fracase fue la decisión correcta. El problema fue no hacer lo mismo con las demás instituciones insolventes.

A principios de este mes el New York Times publicó una nota (en inglés) diciendo que personas desde adentro de la Reserva Federal de Nueva York de hecho habían concluido que la Fed si tenía la autoridad para rescatar a Lehman. La implicación de esta nota parece ser que no haberlo hecho fue un error trágico.

Estas “revelaciones” en realidad no son del todo sorprendentes o siquiera relevantes. Dependiendo del día de la semana y a quién le pregunte, uno obtiene una variedad de explicaciones sobre por qué Lehman no fue rescatada; la falta de autoridad legal, la falta de activos líquidos, entre otras. ¿Desde cuando los reguladores permiten que una falta de autoridad legal los detenga? Hubo cero autoridad legal para que la Agencia Federal de Seguros de Depósitos (FDIC, por sus siglas en inglés) garantice de manera amplia la deuda sostenida por bancos. Eso parecía no importar. Gracias a algunos reporteros con iniciativa de Bloomberg, quienes se atrevieron a demandar a la Fed, ahora sabemos que la Fed concede préstamos aceptando en garantía todo tipo de activos mala calidad, incluso acciones. Así que debería quedar claro que rescatar a Lehman hubiese sido solo una de las muchas acciones de legalidad cuestionable que los reguladores llevaron a cabo. Hank Paulson admite esto en sus memorias de la crisis, tituladas On The Brink.

Permitámonos recordar primero que para el momento en que Lehman fracasó ya estábamos en una recesión. La economía estadounidense ya había perdido casi 2 millones de empleos en el ciclo anterior a la caída de Lehman. La gran mayoría del declive en el gasto real del consumidor ocurrió antes del colapso de Lehman. Es muy probable que gran parte de las pérdidas de empleos después de la caída de Lehman se debían a los declives en el gasto real de los consumidores que precedieron al colapso de dicha institución. A menos que la caída de Lehman haya creado un efecto retroactivo de ola, al estilo Star Trek, el orden temporal es relativamente claro: ya estábamos en una profunda recesión para cuando Lehman fracasó. Rescatar a Lehman no hubiese cambiado eso.

Contrario a lo que sostiene la sabiduría convencional, la bancarrota de Lehman no fue tan desordenada. La mayoría de las operaciones de Lehman cambiaron de manos en cuestión de semanas. Barclays rápidamente adquirió las operaciones (en inglés y de acceso restringido) en EE.UU. de Lehman, mientras que Nomura compró sus operaciones en Europa, Oriente Medio y África. Aunque un sinnúmero de transacciones todavía están siendo resueltas en virtud del proceso de bancarrota de Lehman, el hecho es que gran parte de la institución cambió de manos de manera transparente, rápida y ordenada. Comparada con las resoluciones de AIG, Fannie Mae o las empresas automotrices, todas habiendo recibido miles de millones de dólares de los contribuyentes, la resolución de Lehman fue un éxito rotundo.

La bancarrota de Lehman también permitió que sus activos sean transferidos de una forma más eficiente que los matrimonios forzados que organizó la Fed. JP Morgan Chase recientemente ha pagado miles de millones de dólares en multas y costos de cumplimiento debido a su compra asistida de Bear Stearns. Bank of America por algún tiempo estuvo paralizado por su adquisición de Countrywide, gastando miles de millones en litigios, costos de cumplimiento y mitigación de la cartera de hipotecas heredada de Countrywide. Esos acuerdos podrán haber parecido inteligentes en ese momento, pero debilitaron a sus compradores de tal manera que estos redujeron su concesión de préstamos más de lo que lo hubieran hecho si hubiesen comprado dichos activos en un proceso de bancarrota. Como es típico de las reacciones a las crisis financieras, ellos colocaron las apariencias de corto plazo por delante de la sustentabilidad a largo plazo.

El fracaso de Lehman también sirvió como un argumento a favor de una expansión masiva del poder federal bajo la Ley Dodd-Frank. Al decir que los reguladores “carecen de las herramientas” tanto el congreso y los reguladores pudieron ignorar sus propios fracasos y encontrar consuelo en expandir el poder de los reguladores para “resolver” a las instituciones financieras que no eran bancos. Pero incluso cuando los reguladores tuvieron el poder de resolver instituciones financieras que no eran bancos y sin costo para el contribuyente, como era el caso de Fannie Mae y Freddie Mac, los reguladores eligieron no utilizar sus herramientas. No hay razón para esperar que los reguladores se comporten de manera distinta en el futuro.

Finalmente, las reacciones a la crisis financiera no se trataban acerca de evitar las pérdidas, sino de decidir quién las asumiría. En muchos casos se tomó la decisión de hacer que el contribuyente asuma esas pérdidas (u otros miembros de la industria financiera). El fracaso de Lehman fue un intento de último minuto de introducir la disciplina de mercado y permitir que las pérdidas sean asumidas por las partes privadas. Eso cambió las expectativas del mercado que fueron creadas con el rescate de Bear Stearns. Sabemos que el liderazgo de Lehman en repetidas ocasiones rechazó ofertas de compra, no estando dispuestos a aceptar cualquier oferta por debajo de US$10 por acción dado que “eso es lo que Bear obtuvo”. Si se hubiese tomado la decisión correcta en el caso de Bear Stearns, Lehman probablemente hubiese sido comprada y su fracaso se hubiese evitado. Aún así, no tenemos esperanza de evitar las crisis en el futuro a menos que introduzcamos nuevamente la disciplina de mercado en nuestros mercados financieros. El error fue no tomar esa decisión respecto de las otras instituciones insolventes.

*Esta columna fue publicada originalmente en el centro de estudios públicos ElCato.org.

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