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El buen Luis Cubilla y una fea final de la Copa Libertadores
Vie, 17/04/2015 - 10:50

Gastón Meza Acuña

El jeitinho brasileiro y su influencia en “el Mundial de los mundiales”
Gastón Meza Acuña

Gastón Meza es periodista titulado de la Universidad Nacional Andrés Bello (Chile). Comenzó su labor periodística en el diario La Tercera (Chile), donde se desempeñó en el área de Economía. Posteriormente trabajó como asesor comunicacional en el Ministerio del Trabajo de Chile y en la Fundación Empresarial EuroChile. Actualmente es sub editor en AméricaEconomía.com.

La primera vez que lo vi fue para la final de la Copa Libertadores de 1991, entre Colo Colo y Olimpia. Por televisión se veía un tipo tosco y con expresión pícara y muy, pero muy ambiciosa. Un tipo que en mis cortos años de vida, por aquel entonces, percibía que podía llegar y traspasar los límites sin problema alguno. Bueno, tan perdido no anduve, supongo que algo de eso uno tendrá que tener si pretende ganar cinco Libertadores y tres Intercontinentales en una carrera futbolística distribuida como jugador y entrenador. ¿Cuántos podrían vanagloriarse con semejante marca? Pocos, sin duda.

Como sea, de esa final (la del 91) ya ha pasado prácticamente un cuarto de siglo. Colo Colo, esa vez, quedó como el único equipo chileno que ha logrado ganar la Copa Libertadores –condición que por estos días no se ve que vaya a cambiar al corto o mediano plazo-, y Olimpia, "El Rey de Copas", es la casa donde El Negro alcanza dos de sus tres Copas Libertadores… "El Negro" dejó este mundo hace algo más de dos años, ad portas de cumplir 73, por un maldito, veloz y silencioso cáncer gástrico.

Ahora que tengo en mis manos el entretenido libro "Historias insólitas de la Copa Libertadores", del argentino Luciano Wernicke, tengo que confesar que en estos casi 24 años -desde aquella final continental de junio de 1991- nunca me preocupé de seguir los pasos posteriores de El Negro. Lo percibía como una figura ubicable a la distancia, por cierto, pero muy lejana de mi orbita futbolística. Hasta que casualmente, leyendo la investigación de Wernicke (publicada por Grupo Planeta), libro con variadas y sabrosas anécdotas de la Copa Libertadores, me encontré con don Luis Cubilla. Y en un rol nada menor, por cierto. El protagonismo que tiene en la historia que me llamó mucho la atención no puede ser menor a sus galones futbolísticos, como su distinción de mejor Director Técnico Sudamericano en 1990 o su 11º puesto como mejor jugador sudamericano del siglo XX, según la IFFHS en 2006.

A lo concreto. En 2007, Luis Cubilla es entrenador de Barcelona de Guayaquil, equipo al que derrotó desde la banca técnica en la final de la Copa Libertadores de 1990. Y en un arranque de sinceridad, le confiesa a un periodista ecuatoriano -Vito Muñoz- que tiene una historia. Una historia que no podría dar a conocer hasta después de su muerte... Cubilla se fue mal el 2006 de Olimpia. Había una fuerte suma que le adeudaba el club y se había distanciado con los dirigentes, así es que era la hora de quedar con su conciencia tranquila: admitió que la final de aquella versión del torneo continental estuvo arreglada con ayuda de la Confederación Sudamericana de Fútbol (CSF).

¿Cómo así? Los dirigentes ecuatorianos no tenían buena sintonía con sus pares de la CSF y en los pasillos del organismo en Asunción, por razones obvias corría con ventaja la simpatía hacia Olimpia, más aún considerando que ese equipo había perdido la final de la edición de 1989 contra Nacional de Medellín. Juan Carlos Loustau pitearía aquella final en Guayaquil, como premio de consuelo por no haber dirigido la final de la Copa del Mundo en Italia, cuestión que tenía asegurada con anterioridad, siempre y cuando Argentina no llegara a la final del certamen planetario… lo que contra todo pronóstico, sucedió.

Así las cosas, en la primera final en Asunción Olimpia ganó 2-0 a Barcelona sin contratiempos. Tal vez la idea de Cubilla de enviar el día previo a la final a la barra brava de Olimpia al campo de entrenamiento de Barcelona ayudó a ablandar a los ecuatorianos. "Para la final en Guayaquil, con el 2 a 0 logrado en Asunción, hasta podíamos perder 1 a 0, y fue allí donde Loustau pagó el favor a la Conmebol por lo de Italia 90 y nos dio una manito. Oswaldo (Domínguez Dibb, presidente de Olimpia) lo presionó tan fuerte, inclusive cuestionando su designación, a pesar de que sabíamos que él nos iba a favorecer. Los ingenuos directivos ecuatorianos imaginaron que entre Loustau y Oswaldo había un distanciamiento, pero las decisiones del réferi argentino de anular un gol legítimo al 9 de ellos (Uquillas), la no repetición del penal fallado por Acosta con el adelantamiento de nuestro arquero Almeida, también fue clave en la conquista de nuestro segundo título".

¿Qué tal? Para como están las cosas en el mundo del fútbol, partiendo por los cuestionamientos al propio presidente del ente rector del fútbol a nivel mundial,  nada raro que sucedan estas cosas. Lo raro es admitirlo y que se haga público. Aunque sea una pequeña revancha que Cubilla –literalmente desde su tumba- quiso tomarse con el club al que guió a su gloria y reconocimiento internacional. Y hay que ver dónde hizo tamaña confesión: en la tierra que lo vio levantar una Libertadores en mala lid. En palabras de Cubilla, la confesión se dio porque la dirigencia del Barcelona lo trató muy bien –16 años no pasan en vano- en su corta pasada como técnico del club durante 2007.

Cierro el libro de Luciano Wernicke. Miro al techo con una sonrisa socarrona y no puedo dejar de pensar que todo hombre tiene su precio.