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El súper ciclo de los commodities: ¿ha tocado su fin?
Dom, 12/01/2014 - 16:52

Manuel Agosín

El súper ciclo de los commodities: ¿ha tocado su fin?
Manuel Agosín

Manuel Agosín es Decano de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile.

Desde fines de 2010, los precios de los commodities que exportan los países de América Latina han estado cayendo, no de manera estrepitosa pero sí revirtiendo parcialmente el boom que se instaló hacia el comienzo de la década de los 2000. 

¿A qué se debe esta interrupción de la gran alza que acusaron un número importante de precios de las materias primas, tales como el cobre, el petróleo, la soja, el hierro, y otras más? Quizás la causa más importante es que el crecimiento de China ha venido acusando una importante desaceleración. China ya no podrá contar con que el aumento de sus exportaciones a los países desarrollados y la fortaleza de la inversión continuarán siendo los grandes motores de su crecimiento. Y es bueno que así sea. Incluso sus autoridades se han propuesto un modelo de crecimiento más dependiente de la satisfacción de las necesidades de su población.

Para que el consumo de los hogares pase a ser el motor de una nueva etapa de crecimiento, se hacen necesarias una serie de reformas, tales como el mejoramiento de la salud, la educación y las pensiones. Asimismo, algo que las autoridades ya se han propuesto, será necesaria la liberalización los mercados financieros, en particular los topes a las tasas de interés pasivas, que hacen a los hogares renuentes a colocar sus fondos en el sistema financiero. Si bien estas reformas están en curso, tomarán tiempo para que la población vea sus frutos.

La desaceleración de otros países emergentes (India, Brasil, Sudáfrica, Rusia, Corea, México) también ha contribuido a la caída moderada de precios de los commodities.

Claramente, estos países tienen un amplio espacio para continuar creciendo: sus mercados internos son grandes y están muy lejos de la frontera productiva o de los niveles de consumo de los hogares en los países desarrollados. Por lo tanto, la demanda por materias primas probablemente se está tomando un descanso en lugar de haber revertido su tendencia. En el mediano y largo plazo, veremos precios más elevados para las materias primas.

Sin embargo, no es conveniente que América Latina se confíe con que la situación actual de precios y demanda se vaya a revertir. Esto por varias razones. En primer lugar, el crecimiento de la región es muy volátil: es tremendamente difícil contrarrestar los impactos de una caída en el precio de un commodity que representa un elevado porcentaje de las exportaciones y del producto bruto. Esa enorme concentración exportadora y productiva no es conducente a niveles estables y elevados de ingresos y salarios. Segundo, la mayoría de los países de la región tiene una economía estructuralmente muy heterogénea, con muchos sectores muy alejados de la frontera productiva mundial y con trabajadores en empleos precarios con bajos niveles de productividad y salarios. Tercero, aún con una recuperación en los precios, nada garantiza que la demanda por nuestros productos se mantenga a los niveles recientes. Las propias alzas de precios y su volatilidad están llevando a una búsqueda intensa de sustitutos que, de dar frutos, harían sumirse a nuestras economías en una intensa crisis. Por solo dar un ejemplo: el gas y petróleo de esquisto (shaleoil y gas) ya está produciendo una revolución en la industria mundial de la energía, con Estados Unidos preparado para convertirse en un gran exportador en lugar de un importador neto de energéticos. 

Todo esto nos indica que América Latina debe enfrentar con la máxima seriedad los desafíos de diseñar e implementar políticas modernas de desarrollo productivo donde la consigna sea la diversificación productiva y exportadora. No se trata de volver al pasado de la sustitución de importaciones. Se trata de apostar por el futuro con políticas que convoquen al sector privado y al público en pos de ingresar a la sociedad y economía del siglo XXI. 

Existen pocas tareas más difíciles que promover el surgimiento de nuevos sectores productivos. Por una parte, los pioneros potenciales son reacios a incursionar en industrias que son nuevas para un país (aunque existan en otras latitudes) porque ellos corren con los costos de descubrir su rentabilidad mientras otros pueden llevarse los frutos de dichas innovaciones (que no pueden patentarse) sin incurrir en los costos iniciales. 

Por otra, toda nueva industria requiere de los esfuerzos simultáneos de muchos actores, tanto públicos como privados. Este es el problema de coordinación, que puede ser resuelto por asociaciones público-privadas, en las que el dinamismo de la inversión privada (nacional y extranjera) es estimulado por un sector público dispuesto a suministrar insumos públicos indispensables (tales como normas legales o infraestructura especializada) o a promover el surgimiento de mercados para servicios o capital humano sin los cuales las nuevas actividades no pueden desarrollarse.  

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