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Histórica victoria de Trump es la peor de las catástrofes
Mié, 09/11/2016 - 09:14

Michael Knigge

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Michael Knigge

Michael Knigge es periodista de Deutsche Welle.

Trump lo logró. Con una campaña basada en insultos personales, arrogancia e ignorancia logró activar los instintos más bajos de los decepcionados por la política de Washington y ganar así la Casa Blanca. Una victoria que casi nadie creía posible.

El triunfo de Trump es un el triunfo de un populismo vulgar, rebelde, a veces inhumano y una bofetada para el establecimiento y la élite política en los EE.UU. y su representante Hillary Clinton.

Clinton fue una oponente tan impopular como el propio Trump. Con el escándalo de los correos electrónicos Clinton le proporcionó a Trump permanente munición para sus ataques. Pero la mera impopularidad de Clinton no explica la dramática victoria.

Trump como el transmisor del descontento. La victoria de Trump es expresión de una profunda insatisfacción, e incluso del odio de gran parte de la población contra el status quo, la globalización y el sistema político en Washington. Muchos estadounidenses creen que sus perspectivas de futuro son peores que las de la generación anterior.

El éxito de Trump es también una bofetada para los medios de comunicación y los investigadores de opinión. Así como aquí pocos acertaron, tampoco lo hicieron los socios políticos y comerciales de Estados Unidos que esperaban un triunfo de Clinton. En dónde sí deben estar celebrando es en el Kremlin, ya que Trump y Putin compartieron elogios mutuos.

Triunfo de Trump pone en duda liderazgo de EE.UU. Aún no se puede decir nada sobre el efecto que tendrá en el mundo la victoria de Trump. En primer lugar, porque Trump no tiene experiencia política que pueda servir de orientación. Y segundo, porque Trump no presentó ningún concepto nacional ni internacional coherente. Además de no contar con un círculo de expertos conocido. 

Lo que sí es claro es que la victoria de Trump pone a tambalear, no solo el status quo de Estados Unidos sino también el del mundo. El papel que jugará Washington allí es más que incierto. ¿Cómo podrá Trump, como presidente, unir a los diferentes grupos que componen una sociedad que él mismo dividió y enemistó, como candidato?

¿Pondrá Trump en práctica sus lemas aislacionistas y proteccionistas? ¿Cuál será la postura de Trump en la OTAN, que para él es obsoleta? ¿Qué pasará ahora con los numerosos TLCs que ha firmado Estados Unidos, y que Trump dice querer renegociar?

¿Cómo se va a portar ahora Trump con los musulmanes a los que quiere vetarles la entrada? ¿Cómo va a tratar ahora a los latinoamericanos que tanto ofendió? ¿Sacará Trump a EE.UU. del Acuerdo de París contra el calentamiento global?

¿Qué pasará con el arsenal nuclear sobre el que Trump preguntó en campaña por qué EE.UU. no lo utilizaba? Y, por último, ¿cómo va a reaccionar el Congreso con mayoría republicana frente a todo esto?

Para todas estas interrogantes no hay aún respuestas, y menos tranquilizadoras. Estados Unidos y el mundo se ven ahora avocados a una situación nueva. Lo que único claro es que todos debemos prepararnos para tiempos difíciles.

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