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La Bella y la Bestia, según la economista Joan Robinson
Lun, 17/10/2016 - 10:26

Karelys Abarca

Los controles de precios, miles de años de desatinos
Karelys Abarca

Karelys Abarca es Economista, egresada de la Universidad Central de Venezuela, y Profesora-Investigadora en la Facultad de Economía de esta casa de estudios. Ha sido dos veces Premio Nacional Alberto Adriani, galardón otorgado por el Banco Central de Venezuela y la Fundación Alberto Adriani. Twitter: @karelitabarca

Los cuentos clásicos y las fábulas han inspirado a algunos economistas para explicar conceptos abstractos de nuestra ciencia. Por ejemplo, existe una versión de la Bella y la Bestia, un cuento francés popular, que genialmente escribió la economista inglesa Joan Robinson en sus tiempos de estudiante, para explicar el concepto de utilidad marginal.

Joan Robinson nos cuenta su versión de la Bella y la Bestia comenzando con había una vez un próspero comerciante que tenía tres hijas. Siempre había dedicado la mayor atención al cuidado de ellas, realizando sus negocios de manera que pudiese reservar tiempo a la crianza óptima de las pequeñas. Pero una vez llegado el momento en que las hijas se acercan a la madurez, descubre que podía hacer sus negocios apartándose más de casa.

Un día las reunió y les comunicó una decisión en estos o parecidos términos: "Hijas mías, como hombre de negocios he intentado satisfacer mis propios intereses, pero también he beneficiado a mi país, comerciando productos nacionales. Ahora se me ha presentado una oportunidad prometedora en Bagdad y no pienso desaprovecharla. Respecto a esta nueva empresa, estoy tan seguro de su rentabilidad, que pienso comprarles un regalo a cada una, el que deseen".

La primera hija se decidió por unas joyas preciosas que por su escasez relativa consideró que tenían un valor alto de mercado. Pero la segunda hija se decidió por prendas de vestir. Para ella la utilidad marginal de las joyas sería menor a la de sus vestidos. Recordemos que en economía el concepto de utilidad marginal se refiere al grado de satisfacción que obtiene un consumidor por la obtención de una unidad adicional de determinado bien o servicio, de modo que siempre se está dispuesto a un mayor sacrificio por aquello que menos se tiene o es más difícil de obtener, gracias a la ley de utilidad marginal decreciente. Quizás esta segunda hija tenía muchas joyas y le faltaban vestidos.

Pero la tercera hija, aunque consideró diversas satisfacciones posibles, recordó que los regalos solicitados por sus hermanas reducirían el poder adquisitivo del padre y comprendió que debía decidir entre su satisfacción personal y la de su papá, por lo que sólo pidió una rosa. Al escoger una simple rosa, pensamos que la tercera hija concedió mayor valor al bienestar del padre que a cualquier satisfacción adicional que ella pudiese obtener.

De más está decir que los negocios del padre en la lejana Bagdad fueron muy exitosos y obtuvo ganancias extraordinarias, por lo que estuvo muy contento de buscar el regalo de sus hijas. Compró primero las joyas, luego los vestidos de la segunda, pero respecto a la rosa tuvo que considerar que, por tratarse de un bien perecedero, debía comprarla muy cerca de casa.

Al llegar a su país, supo que la producción de rosas estaba sometida a cambios estacionales y no había prácticamente oferta. Esta situación representó para el padre tal grado de insatisfacción, que estuvo dispuesto a pagar cualquier precio por obtener la rosa. Buscó infructuosamente en todos los mercados locales de su país, pero no había ninguna rosa. Por su desesperación, crecía la cantidad de dinero que estaba dispuesto a pagar por ella. Hasta que llegó al jardín de un palacio donde entró sin permiso para contemplar una bella rosaleda. Cuando apareció el dueño del palacio, que tenía aspecto de bestia, le reclamó enojado por la violación de su propiedad privada. El padre desesperado le ofreció buena parte de su fortuna por la rosa y la bestia, consciente de que se hallaba en situación de monopolista, quiso maximizar su beneficio, pidiéndole lo primero que encontrase al regresar a su casa. Lo que no sabía el padre es que el propietario del jardín era adivino, un visionario adelantado.

De manera que lo primero que encontró el padre al regresar a su casa, con su rosa de alto costo de oportunidad, fue a su tercera hija, su preferida. Al contarle lo sucedido, la hija sopesó la desutilidad de incumplimiento del contrato, con la enorme satisfacción de cumplir con su afecto de hija y decidió marchar a la casa de la bestia, donde fue feliz al obtener acceso al inmenso afecto de un esposo, además de lujos y riquezas; mientras, la bestia obtuvo una esposa fiel y hermosa al precio de una sola rosa. Y desde entonces vivieron siempre felices al igualar sus utilidades marginales en un mundo de escasez, porque no abundan las bellas y honestas mujeres, ni tampoco abundan los ricos y amorosos esposos.

Fue así como Joan Robinson logró explicar a través de este clásico cuento francés la importancia de la utilidad marginal en la toma de decisiones de un mercado imperfecto donde existen monopolios y escasez.

Esta versión del cuento es muy útil para entender por qué en Venezuela la gente está dispuesta a pagar los precios más altos posibles por productos sencillos y perecederos que no se consiguen por una baja oferta, debido a los controles de precios, y cómo los monopolios de comercialización maximizan su ganancia, basados en la desesperación de los consumidores. 

Resulta natural que en la economía de escasez venezolana las negociaciones no logren resultados beneficiosos para los consumidores, con el consecuente desequilibrio reflejado en hiperinflación y pobreza económica. Tal como afirma la escuela austriaca, no son los costos de producción los que determinan los precios, sino las presiones de la demanda las que determinan los costos.

La escasez no sólo provoca crecimiento de los precios y pobreza económica, también erosiona las condiciones de negociación de los consumidores. Un dicho suizo indica que el rico tiene un demonio que le habla, pero el pobre tiene dos. Y es cierto en Venezuela, pues la gente más pobre siempre está dispuesta a mayores sacrificios morales para obtener lo que puede aplacar su necesidad. Pero en nuestra historia de escasez no hay un final feliz como lo tuvo la hija del comerciante de la Bella y la Bestia, según Joan Robinson, porque no escasean sólo las rosas.

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