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La Justicia, entre pezuñas y manoseos
Mar, 18/12/2012 - 23:38

Hernán Pérez Loose

Fujimorato judicial
Hernán Pérez Loose

Hernán Pérez Loose es analista político ecuatoriano.

Cuando se anunció la integración de una veeduría internacional para observar el proceso de reforma judicial en Ecuador, llamó la atención que entre los miembros de dicha comisión constaban personalidades de primer orden, como el caso del ex presidente de Chile, Ricardo Lagos. Su presencia llamó la atención porque luego del anuncio hecho de que a la justicia se le iba a meter la mano para reformarla y del fracaso de otras veedurías, las dudas sobre esta nueva veeduría fueron muchas. Probablemente estas razones -y otras que no son difícil de imaginar- no pasaron desapercibidas para un estadista como Lagos, y antes de que sea tarde prefirió discretamente separarse de la comisión, evitando así que su nombre se vea asociado con esa metida de manos en la justicia.

La otra personalidad de por medio era obviamente el ex juez español Baltasar Garzón. Comenzó Garzón quejándose de los pocos recursos que se le habían asignado a la comisión veedora y a lo restringido que era su mandato. Las voces que reclamaban sobre el manoseo político de la judicatura que sucedía delante de sus narices no encontraban en él o en la comisión internacional eco alguno que no sea la formal aclaración que su encargo era simplemente el de ver y nada más.

La comisión internacional de veedores acaba de presentar un extenso informe sobre lo que alcanzó a ver de la tan publicitada reforma judicial. El informe es un balde de agua helada que le cae a los responsables de la metida-de-manos. Seguramente en los próximos días se esforzarán en sacar de contexto una que otra frase del informe para decirnos que la veeduría se fue feliz de lo que vio. Pero no es así. Basta mencionar el cuestionamiento que hace en la designación de la Corte Nacional de Justicia, nada menos que nuestro más alto tribunal de justicia. O su increíble pedido de que se pacte un protocolo para evitar la manipulación política de la justicia, confirmando así que dicha manipulación sigue vigente.

Sin restarle mérito a la comisión, creemos que pudo y debió ir mucho más lejos. En la consolidación del proyecto autoritario que vivimos la toma y dominio del sistema judicial por el poder político ha sido una pieza clave. En todo caso, lo que los veedores internacionales no vieron o no quisieron ver, lo está viendo el país. Lo están viendo y sufriendo los padres de los jóvenes detenidos en Luluncoto, los opositores, periodistas y disidentes perseguidos judicialmente, las madres de niñas abusadas, los acusados de terrorismo por protestar, entre otros. Todos ven cómo los jueces golondrinas siguen llegando, sentenciando y retirándose, para luego, cuando las circunstancias lo demanden, volver a hacer lo mismo.

Los mejores veedores son los ecuatorianos. Ellos ven cómo ayer a la justicia se le metieron las pezuñas de un felino, y que hoy ellas han sido reemplazadas por otras no menos ardientes de poder. Y pensar que a esta servidumbre de la justicia han contribuido profesionales del derecho.

*Esta columna fue publicada originalmente en El Universo.com.

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