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La vida te da sorpresas... también en Ucrania
Dom, 09/03/2014 - 19:46

Farid Kahhat

Las buenas noticias que trae el fallido atentado a Times Square
Farid Kahhat

Peruano, doctor en Relaciones Internacionales, Teoría Política y Política Comparada en la Universidad de Texas, Austin. Fue comentarista en temas internacionales de CNN en español, y actualmente es profesor del Departamento de Ciencias Sociales de la PUCP (Perú) y analista internacional.

“Necesitamos emplear el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, y creer en que preservar la ley y el orden en el complejo y turbulento mundo de hoy es una de las pocas formas con que contamos para evitar que las relaciones internacionales se deslicen hacia el caos. La ley es la ley, y debemos respetarla nos guste o no”. Tal fue el encomiable  mensaje que Vladimir Putin envió al pueblo estadounidense a través de un artículo en el New York Times, cuando el gobierno de Barak Obama parecía dispuesto a bombardear Siria. 

Alguien podría acusarlo de hipocresía, recordando tanto la incursión militar rusa en Georgia en 2008, como la ocupación rusa de Crimea hoy en día. Acusación que Putin respondería alegando que en 2008 intervino en Georgia para prevenir una “Limpieza Étnica” contra los ciudadanos rusos de Abjasia y Osetia del Sur, del mismo modo en el que la OTAN alega que su intervención en Kósovo en 1999 habría tenido como propósito prevenir una “Limpieza Étnica” contra la población albanesa.

Aunque no cabe calificar lo que ocurría en esas regiones de Georgia como una campaña de limpieza étnica, cuando menos en aquella ocasión Putin esperó a que ciudadanos rusos fueran victimizados antes de alegar que enviaba tropas para protegerlos. ¿Cuántos ciudadanos rusos habían perecido como consecuencia de la violencia xenófoba en Ucrania antes de la ocupación de Crimea? Que se sepa, ninguno. Salvo que Putin busque resucitar la ilegal doctrina de la “Guerra Preventiva” a la Bush apeló en Irak (y que, como sabemos, no previno nada), no existía razón alguna para justificar una intervención militar rusa en Ucrania. 

Putin alega que no se trata de una intervención militar de su país, sino de la acción de “milicias locales” que actúan de manera autónoma. Si claro, milicias sin distintivo alguno, que jamás habían emitido un pronunciamiento público, cuyos líderes nadie conoce, y de las que nadie había oído hablar en la víspera de su fulgurante captura de Crimea. Milicias que además entraron en acción justo cuando Putin obtenía la autorización del Senado de su país para emplear tropas rusas en esa península. 

Es cierto que cuando el Secretario de Estado, John Kerry, alega que “Uno no invade otro país con pretextos falsos para hacer valer sus intereses”, podría recordársele que eso fue precisamente lo que él contribuyó a hacer con su votó en el Senado en favor del uso de la fuerza en Irak. Aun así, existe una diferencia importante entre Irak y Ucrania: Estados Unidos no buscaba anexar el territorio de otro país. De consumarse la anexión de Crimea, ese no sería un precedente menor, considerando que poco después de la Segunda Guerra Mundial se consagró el principio de que era inadmisible bajo el derecho internacional la adquisición de territorios por la fuerza. Y en este caso no existe justificación para el escepticismo: salvo por los turbulentos años iniciales de la posguerra, en más de medio siglo virtualmente ninguna frontera ha cambiado como producto de la conquista por parte de un Estado del territorio internacionalmente reconocido de otro Estado. Y desde la creación de las Naciones Unidas, ninguno de los Estados que la integran ha desaparecido como producto de una conquista militar.

Por ende, lo que está en juego en Crimea trasciende el tema de la integridad territorial de Ucrania. Sobre todo cuando Rusia no sólo viola el derecho internacional, sino que además viola el Memorándum de Budapest que suscribió en 1994, mediante el cual se comprometía a “respetar la independencia, la soberanía, y las fronteras actuales de Ucrania”. Ahora bien, así como Rusia alega no haber enviado tropas adicionales a Crimea (existían ya tropas rusas en esa península, en la base naval de Sebastopol), ahora alega que tampoco pretende anexar Crimea. Habría que creer por ende que es una mera casualidad que el Parlamento de Crimea haya aprobado la realización de un referéndum para decidir el futuro de ese territorio, mientras en el parlamento ruso un partido aliado a Putin propuso una ley que le permitiría a Rusia anexar territorios de otros Estados, siempre y cuando la población de esos territorios lo hubiese aprobado en un referéndum. 

Tal vez la anexión de Crimea no llegue a consumarse, pero eso probablemente sería producto de la resistencia que Putin pueda encontrar a ese proyecto, y no de falta de voluntad. En el ínterin, Crimea podría quedar por tiempo indefinido en el mismo status que hoy ostentan  Abjasia y Osetia del Sur: es decir, el de una anexión de facto pero no de jure, lo cual (al menos formalmente), dejaría abierta la puerta para negociaciones ulteriores.

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