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Manifestaciones en Brasil: la furia de lo público
Mié, 19/06/2013 - 22:56

Flavio Higuchi Hirao

Manifestaciones en Brasil: la furia de lo público
Flavio Higuchi Hirao

Flávio Higuchi Hirao es arquitecto y urbanista formado en la Universidad Estadual de Campinas (Unicamp), miembro de Usina-CTAH, un colectivo de profesionales que trabaja con viviendas a lo largo de las organizaciones populares de Sao Paulo. Posee estudios de maestría en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Sao Paulo (FAU-USP) y es miembro investigador del Instituto de Investigación Económica Aplicada (IPEA). Su área de investigación se centra en temas de vivienda, urbanización y movimientos sociales. Vive en Venezuela, donde realiza estudios en función de la cooperación bilateral entre Brasil y Venezuela.

Todavía es pronto para decir sobre las consecuencias de la actual ola de protestas en Brasil, en las que nos damos cuenta de la competencia por las más variadas y conflictivas agendas políticas. De todos modos, la cuestión del transporte público está en el origen de las protestas, y todavía es reconocido el Movimiento para el Pase Libre (MPL) como el principal liderazgo colectivo que ha estado en la organización desde los primeros actos. Por lo tanto, se hace necesario volver los ojos hacia el tema de lo urbano, especialmente el de los espacios públicos en las grandes ciudades brasileñas.

El 11 de junio de 2013, después de que la policía los expulsara de las principales avenidas del centro de la ciudad, la que afirmó que era su obligación garantizar la libre circulación de los vehículos, los manifestantes que exigían la reducción de la tarifa del autobús se dirigieron a Praça da Sé. Allí no interrumpirían el flujo de los vehículos, sin embargo, fueron atacados por la policía y expulsado de la plaza.

Praça da Sé es el centro de la ciudad de Sao Paulo, lugar de históricas concentraciones populares, como la de 1984, cuando cerca de 300.000 personas llenaron la plaza con el Movimiento "Diretas Já" ("Elecciones Directas Ya") que exigía comicios abiertos para la presidencia de la República en la pos dictadura, cuando el primer mandatario era elegido por el Congreso. Las elecciones directas fueron conquistadas por el movimiento y en 1989 la población brasileña pudo elegir directamente a su presidente, eligiendo entre Luiz Inácio Lula da Silva y Fernando Collor de Melo, éste último, quien ganó las elecciones. La plaza volvería a ser sede de una inmensa concentración popular durante las manifestaciones contra el gobierno de Collor de Melo, quien culminó siendo destituido en 1992.

Volviendo a 2013, después de la expulsión de las calles y de la plaza, otra manifestación tuvo lugar cuatro días después, esta vez con más participantes. Hubo una nueva represión policial, esta vez más agresiva, de parte de la policía relacionada con el gobierno del Estado de Sao Paulo, dirigido por Geraldo Alckmin, del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB). Las imágenes de la represión se propagaron a través de las redes sociales, así como a través de los grandes diarios y los canales de televisión del país, que hasta ese momento daban más importancia a los episodios de violencia por parte de los manifestantes.

La imposibilidad de utilizar la calle y la plaza para las manifestaciones, un acto de represión en la esfera pública, debe ser analizada a la luz de un contexto amplio de las contradicciones urbanas que se han profundizado en los últimos años en el país. En el espacio urbano han aparecido y se han cristalizado las contradicciones del modelo actual de desarrollo de Brasil que, según André Singer, autor de "Los sentidos del Lulismo", está marcado por "combatir la pobreza, sobre todo donde es más acuciante, en lo social y regional, por medio de la activación del mercado interno, mejorando la estructura de consumo de la mitad más pobre de la sociedad, que se concentra en el norte y nordeste del país, sin confrontar los intereses del capital".

El día de mayor represión policial, el alcalde de Sao Paulo, Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores (PT), y el gobernador del estado, Geraldo Alckmin, del opositor PSDB, estaban en París defendiendo la candidatura de la ciudad para la Exposición Universal, la Expo 2020. La ironía es que en ese momento estaba en desarrollo una confrontación entre la policía y los manifestantes que el día siguiente sería también exposición universal de la ciudad de Sao Paulo en los principales periódicos de todo el mundo. Evidentemente el objetivo no era ése: la visita de los dirigentes a París intentaba traer a la ciudad otro gran evento mundial que, junto con la Copa del Mundo, sumaría puntos a la ciudad en su competencia por convertirse en una ciudad global. Resulta que los grandes eventos son exactamente uno de los motores de las contradicciones urbanas de Brasil en la actualidad.

La Copa del Mundo viene causando graves consecuencias en las principales ciudades del país y son innumerables las protestas contra los desalojos por las obras del mega evento. En todas las ciudades que son sedes de los juegos fueron formados Comités Populares de Afectados por la Copa del Mundo. En los estados y municipios fueron creadas secretarias especiales para asuntos de la Copa, a menudo instituciones con poderes extraordinarios que dictan la agenda politica local.

Según la relatora de la ONU para la Vivienda Adecuada, Raquel Rolnik, las "ciudades brasileñas pasaron, después de la aprobación del Estatuto de la Ciudad, en el año 2000, a elaborar un proyecto de plan maestro, con planificación participativa, pensando en el futuro de las ciudades. Esos planes y proyectos están todos en un cajón o fueron rotos. El gran proyecto olímpico de Río de Janeiro fue elaborado conjuntamente y casi directamente por promotores privados que van a lanzar una enorme inversión inmobiliaria en Barra da Tijuca y en Jacarepaguá, zona en la cual la intervención urbana del sector privado ya estaba sucediendo. No ha cambiado nada". Según Rolnik, la Copa del Mundo, que podría traer al país importantes beneficios urbanos, está más relacionada con los procesos de valoración privada y muy poco con el interés público. La ciudad de Río de Janeiro, que recibirá los Juegos Olímpicos, sufre el impacto de estas contradicciones de una manera más profunda.

Si analizamos la actual política habitacional de Brasil, iniciada por el presidente Lula, constataremos la contradicción entre su impacto en la vida privada de las familias y su impacto público -su impacto urbano. En la esfera de la vida privada se le permitió el acceso a unidades de vivienda a más de 1 millón de familias, a partir de una política pública que tuvo resultados cuantitativos sin precedentes. Tan importantes fueron sus consecuencias económicas, que una vez el programa de vivienda fue diseñado como una política anticíclica para enfrentar la crisis financiera de 2008.

Sin embargo, el impacto urbano de este programa no es un tema menor. Al no atacar el problema de la tierra y no desatar lo que la profesora y urbanista Erminia Maricato llama "nodos de la tierra", los conjuntos habitacionales fueron construidos en tierras más baratas, distantes de las zonas urbanas con mejor infraestructura y servicios, en la lógica contraria de un mejor aprovechamiento de la inversión pública, es decir, de la densificación de las áreas ya urbanizadas. El problema se agrava cuando, al no incluir el tema de la tierra y aumentar la oferta de crédito, la política de vivienda en última instancia contribuye a aumentar el precio de la tierra, generando una nueva dificultad en el acceso a la vivienda.

La manifestación del 11 de junio había contado con la participación del Frente de Lucha por la Vivienda (FLM). El día 18 se añadió a las protestas la Red Extremo Sur, movimiento popular del sur de Sao Paulo, una de las zonas más pobres de la ciudad, que lucha contra los desalojos realizados en función de las obras de la prefectura y del gobierno estatal. Hoy, 19 de junio, el Movimiento de los Trabajadores Sin Techo (MTST) realizó una manifestación y bloqueó una importante carretera de acceso a Sao Paulo.

Tierras más caras generan la construcción de viviendas cada vez más distantes, en una espiral que acaba finalmente por incidir en el tema de la movilidad urbana, el tema que desencadenó la ola de protestas en todo el país. Pero el tema de la movilidad urbana está relacionado también con la política nacional para fomentar el automóvil privado. Desde la década de 1950 la industria del automóvil se ha beneficiado de los incentivos fiscales y otras ayudas del gobierno, lo que permitió la consolidación de este importante parque industrial -cuando, en la década de 1970, surgiría el liderazgo de Lula da Silva como sindicalista. La importancia de esta industria en el PIB aumentó de 12,5% en 2000, a 18,2% en 2011, y en la actualidad representa 25% de la producción industrial del país. Con el aumento de la capacidad de consumo, Brasil asumió la posición de ser el cuarto mayor mercado de automóvilesdel mundo, detrás de China, EE.UU. y Japón. El impacto en la vida privada es obvio: hoy más personas tienen su automóvil. Por otro lado, las ciudades brasileñas cuentan con cada vez más automóviles en las calles, sin que existan, en contrapartida, propuestas enfáticas en defensa del transporte público. Agrava la situación el precio de las tarifas de autobús, entre las más altas del mundo. En términos de impacto público, el resultado ha sido, en la práctica, la privatización del uso de las calles por el transporte privado.

La industria de la construcción impulsada por la política habitacional y por las obras de la Copa del Mundo, y la industria automotriz impulsada por los incentivos fiscales, son dos cadenas de producción fundamentales para la economía brasileña, con ramificaciones e impactos en diferentes sectores de la economía. Se prevé que el Mundial aumentará el PIB de la construcción en R$6,91 mil millones o 5,63%. El crecimiento de estos sectores tiene un impacto directo en la creación de empleo y en el aumento del poder de consumo, mejorando significativamente la vida privada de las familias. La contradicción se produce cuando, el tratar de evitar a toda costa el conflicto con el capital, el crecimiento comienza a generar profundas contradicciones en la esfera pública.

En campaña, el ahora alcalde de Sao Paulo, Fernando Haddad, a través de la televisión, dijo a los votantes: "Con los gobiernos de Lula y Dilma, el paulistano (habitante de Sao Paulo) vio cambiar su vida para mejor de la puerta de su casa para adentro, tener más puestos de trabajo, más comida, más electrodomésticos. Pero de la puerta puerta para afuera, que es donde la alcaldía actúa, la historia fue muy diferente, sobre todo para los más pobres. La alcaldía no siguió el ritmo de Brasil". Con eso, Haddad intentaba convencer a los votantes de que la vida estaba mejor debido a la mejora de la economía nacional, dirigida por su padrino político Lula, y al aumento del consumo, mientras que la vida seguía siendo difícil fuera de la casa, en la ciudad, donde gobernaba la oposición. De hecho, el anterior alcalde hizo poco para mejorar la vida en la ciudad. Pero podemos ver el mismo evento desde otra perspectiva: Haddad acabó comparando el impacto positivo del crecimiento económico en la vida privada, con sus consecuencias negativas en la vida pública. Y es justamente en la esfera pública, que incluye el espacio urbano, donde se manifiestan las contradicciones del actual modelo de desarrollo.

La no confrontación del Estado con los intereses privados hace que al final el sector privado confronte lo público. En el origen de la actual ola de protestas en Sao Paulo hemos visto la manifestación de una esfera pública reprimida. Hoy, ese gran movimiento pasa por una intensa disputa de sus agendas políticas, que incluye los intentos de un giro conservador. Hay, sin embargo, una porción importante que conserva su carácter original: la respuesta de lo público.

*Fuentes citadas:

1).-Raquel Rolnik.

2).-Singer, Andrew. Los sentidos del lulismo. Reforma gradual y el Pacto conservador. São Paulo, Companhia das Letras, 2012.

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