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Por los laberintos del banquero Guillermo Lasso (final)
Mié, 02/01/2013 - 09:13

Hernán Ramos

Eduardo Castro-Wright: en la puerta del horno se le quemó el pan
Hernán Ramos

Hernán Ramos es economista, editor, escritor, docente universitario, consultor internacional en economía y medios latinoamericanos. Fue editor general del Diario El Comercio de Quito, Editor-Fundador del Semanario Económico Líderes. Colabora habitualmente con medios de Colombia, Argentina, México. Escribe sobre temas económicos, sociales, políticos que interesan a la región.

Guillermo Lasso es más político de lo que los banqueros creen, y menos cándido de lo que los políticos imaginan. Algunos jóvenes de la reciente generación de ecuatorianos -que votarán por primera o segunda vez en las próximas elecciones- quizá desconocen el talante de este personaje público, circunspecto y elegante, que aspira a dirigir los destinos del Ecuador, anclado a un discurso que ofrece convertir a cada ecuatoriano en propietario, manteniendo intactas las actuales relaciones sociales y de poder. En las entregas uno y dos desempolvé varios tips de Lasso, en tanto banquero, durante los años previos a la crisis que luego desembocó en el crac bancario del 98-99. También dejé abierto su expediente político por su gestión como representante del presidente Mahuad en Guayas, la provincia más poblada y económicamente más importante del Ecuador. Les debía este capítulo, el de Guillermo Lasso como político de oficio, alineado en la primera fila del poder, cuando asumió el cargo de súperministro de Economía (en la imagen superior, de diario El Comercio, el dia de su nombramento), es decir, cuando adquirió influencia suprema en el mismo Gobierno, el de Mahuad, que para entonces hacía agua por los cuatro costados. Esta parte de la historia empieza el 5 de agosto de 1999, más abajo verán por qué:

1.-El primer Súperministro de Economía de Jamil Mahuad: el 5 de agosto de 1999, El Comercio de Quito publicó en primera página una noticia bomba: "Lasso dirigirá el frente económico". La nota destacada (ver imagen inferior), en realidad, fue producto de un riguroso y preciso seguimiento informativo sobre el tema, que causó malestar en las esferas del poder político de esa época, tan acostumbrado a calcular todos sus movimientos, incluso los banales, con agenda mediática previa.

Luego se supo con certeza que los altos funcionarios del gobierno, y el propio Lasso, no estuvieron precisamente alegres con la divulgación de esta noticia. El entonces presidente del Banco de Guayaquil (con licencia temporal), si bien nunca negó la noticia exclusiva, llegó a sugerir que el diario habría dado un tiro al aire, como bien se aprecia en la breve entrevista que le hizo El Comercio días después. Pero más allá de eso, esta misma entrevista -léanla con detenimiento- reveló el alto nivel de compromiso político que para entonces ya había adquirido Guillermo Lasso con Jamil Mahuad:

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2.-Ascenso de Guillermo Lasso, descenso de Ana Lucía Armijos: el 17 de agosto de 1999, después de negociar, pulir y definir su enorme cuota de poder en el gobierno (bajo su mando quedaron: el ministerio de Finanzas, el ministerio de Energía, la Corporación Financiera Nacional, CFN y el Consejo Nacional de Modernización, Conam), Lasso no solo confirmó la exclusiva de El Comercio; luego de asumir en el Salón Amarillo, se puso manos a la obra. Comenzó instalándose en una oficina, algo distante del trazo victoriano que dominaba el ambiente burocrático de esos días (con otro colega periodista fui a entrevistarlo, nos recibió donde hoy son las oficinas de la Vicepresidencia y nos dijo que, con su plata, adecuó su despacho ejecutivo, moderno y funcional).

Su primer gran escollo político brotó desde adentro, incluso antes de que asumiera el cargo: la llegada de Lasso implicaba la retirada del escenario de la todavía influyente Ana Lucía Armijos, quien ostentaba el cargo de ministra de Finanzas, y arrastraba, además, su pesada cadena política por haber compartido con Mahuad las trágicas decisiones del feriado bancario y el congelamiento de depósitos (marzo, 1999). Por lo tanto, la ministra, si bien en retirada, aún tenía una posición política fuerte, y Mahuad, con ella, tenía un compromiso moral. Pero la maquinaria mahuadista demandaba otros obreros, quizá no tan fogueados como Armijos, pero más "vendibles" a los ojos de una sociedad que para entonces creía muy poco en el gobierno, dado el manejo deplorable y corrupto de la crisis financiera y bancaria. Mahuad echó mano de una coartada para aplicar el enroque de Armijos por Lasso: pretextó el reordenamiento ministerial que venía manejando el Conam y reagrupó a su elite política en pomposos súperministerios, tocándole a Lasso el de Economía. La foto adjunta (de El Comercio) revela, nítida, aquella amarga transición: Armijos, seria y distante, habla y se despide; ella, acostumbrada a ser jefe, nunca iba a aceptar como patrón al recién llegado. De su lado, Lasso, atento, cuidadoso y obervador, escucha a la ministra saliente; suyo era al fin el súper poder económico otorgado por Mahuad, sin imaginar que sus días en el cargo también estaban contados; líneas abajo les explico las razones:

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3.-Proforma desfinanciada, deuda impagable, adiós prematuro: cuando Ana Lucía Armijos dejó su cargo casi de forma abrupta, también dejó cabos sueltos y otros a medio anudar. Por ejemplo, adelantó un acuerdo con el FMI para que el aborrecido organismo suelte algo de plata. Obviamente, al retirarse y dejar todo en manos de Lasso, éste tomó la papa caliente: el FMI, en su típico accionar, estuvo dispuesto a cerrar trato con el gobierno de Mahuad, pero antes condicionó: debía aprobarse un presupuesto financiado. Y para financiar las cuentas de gastos e ingresos estatales, parcialmente al menos, al gobierno solo le cabía subir impuestos y bajar gastos e inversiones. Es decir, el FMI proponía usar gasolina para apagar el incendio. El 1 de septiembre de 1999, Lasso, todopoderoso señor de la economía nacional, presentó la pro forma para el 2000 por 65,7 billones de sucres (ver imagen inferior). Enseguida fue al Congreso para el cabildeo respectivo, pero se movió, al decir de periodistas que cubrían esa fuente, "como elefante en vidriera". Su muñequeo político fue un desastre, a pesar del apoyo de un ducho en el tema, el entonces Ministro de la Política, Vladimiro Alvarez. La oposición -como siempre, sorda ciega y muda por puro interés particular, hay que decirlo con claridad- puso trabas, mientras el gobierno iba quedándose sin oxígeno, corroído por una crisis política y económica sin parangón. El FMI esperaba noticias buenas del flamante súperministro-súperbanquero ("¡Cuánto extrañamos a Ana Lucía!", me confió después un tecnócrata desde Washington), pero la buena nueva nunca llegó porque nunca se produjo. De esa forma, Guillermo Lasso, el banquero metido a ligas mayores en la política criolla, el súperministro con aureola de ejecutivo blindado ante cualquier crisis, simplemente, quedó atrapado en un pantano. Su cálculo político resultó un fiasco.

*Esta columna fue publicada originalmente en el blog Rienda Suelta... apuntes de Hernán Ramos.

 

 

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