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Trump y el 2018
Lun, 14/11/2016 - 08:11

Pascal Beltrán del Río

Elección 2012: el qué y el cómo
Pascal Beltrán del Río

Pascal Beltrán del Río Martin es periodista mexicano, ha ganado dos veces el Premio Nacional de Periodismo de México en la categoría de entrevista, en las ediciones 2003 y 2007. En 1986 ingresó en la entonces Escuela Nacional de Estudios Profesionales Acatlán de la Universidad Nacional Autónoma de México, donde se licenció en Periodismo y Comunicación Colectiva. De 1988 a 2003 trabajó en la revista Proceso; durante este tiempo publicó el libro Michoacán, ni un paso atrás (1993) y fue corresponsal en la ciudad de Washington, D.C. (1994-99), además de Subdirector de Información (2001-2003). Fue dos veces enviado especial en Asia Central y Medio Oriente, donde cubrió las repercusiones de los atentados terroristas de septiembre de 2001 y la invasión de Irak.

El triunfo de Donald Trump en la elección presidencial de Estados Unidos ha generado una reacción en México que ha ido de la decepción al enojo.

Muchos mexicanos, de por sí irritados por un conjunto de cosas, no buscan quién se las hizo sino quién se las pague.

Y la han emprendido lo mismo contra el presidente Enrique Peña Nieto —quien invitó al magnate a visitar Los Pinos cuando estaba en campaña— que contra los intereses económicos estadunidenses.

A finales de la semana pasada surgió una propuesta en las redes sociales que rápidamente se trasladó a las sobremesas: dejar de comprar en Walmart y hacerlo en supermercados mexicanos.

Curiosa forma de reaccionar. Como si esa cadena estadunidense no fuese la empresa privada con el mayor número de mexicanos empleados.

Para nacionalismos, el de México. Basta que a algún payaso extranjero se le ocurra hacer alguna gracejada con la bandera mexicana para que aquí se escuche al unísono el desgarre de los trajes de charro.

La propuesta de campaña de Trump, “hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande”, suena a patrioterismo ramplón. Y me temo que, ante eso, habrá una enorme tentación en México de contraponerle un muro de nopal y desempolvar todos los agravios que habitan en el cajón de la historia.

A menos de que Trump encuentre la manera de desdecirse de todas las injurias que durante la campaña profirió contra México y los mexicanos, y abandone —por absurda y costosa— su propuesta de muro fronterizo, los mexicanos se refugiarán en el nacionalismo para hacerle frente.

Y eso, me parece, tendrá un efecto sobre nuestra propia elección de Presidente, que está a la vuelta de la esquina.

Ocho meses después de que Trump tome posesión, el proceso para renovar el Ejecutivo en México se pondrá formalmente en marcha.

Es obvio que uno de los ejes de la próxima elección presidencial —que ya arrancó en el imaginario colectivo— será la relación con Estados Unidos. Y, en ese sentido, una de las características que estará buscando el electorado es un candidato ad hoc para hacer frente al nuevo jefe de la Casa Blanca o, al menos, hablarle de tú a tú.

Si ya de por sí parecía difícil para el PRI ligar un nuevo sexenio en Los Pinos, la elección de Trump ha vuelto eso aún más complicado.

La olla social mexicana está fermentando un enojo que puede llevar al poder a un líder carismático, igual que acaba de suceder en EU.

Lo mejor que podría sucederle al oficialismo es que Trump no tenga a México en el radar el año entrante: que no desate una ola de deportaciones y que posponga la construcción del muro y el proceso para sacar a Estados Unidos del TLCAN.

Si el nuevo Presidente se distrae en la lucha contra el terrorismo y los problemas locales, y México pasa desapercibido para Washington —como ha sucedido desde 2001—, quizá el tema principal de la campaña electoral de 2018 pueda ser otro.

Pero si Trump empieza a enfocarse en nuestro país, de forma planeada o espontánea, y busca sacar adelante sus promesas de campaña, seguramente dará lugar a una oleada nacionalista que, a no dudarlo, impactará en la elección presidencial.

En ese escenario, la imagen de la visita de Trump a Los Pinos será un lastre para el aspirante del PRI, que no tiene de otra sino presentarse ante los electores como el candidato de la continuidad (ya vimos el desastre que le provocó a la panista Josefina Vázquez Mota ubicarse como “diferente” de Felipe Calderón).

Los ejes de la contienda serían, en ese caso, la relación con Estados Unidos y el cambio político. Y el arma para pelear por el voto sería el nacionalismo.

Si se dieran así las cosas —y, de repente, hasta no dándose—, los electores se preguntarán quién tendría las mejores capacidades de sacar la cara por el país y ser un interlocutor a la altura del estilo directo y ácido del presidente Trump.

Es una pregunta difícil de responder desde ahora porque no se conocen los nombres de todos los candidatos que estarán en la boleta.

Pero, en una de esas, las opciones empezarán a decantarse desde antes. La llegada de Trump a la Casa Blanca quizá haga que los partidos se decidan por candidatos que tengan esas características y lancen al ruedo a algunos independientes deseosos de aprovechar el cambio en los vientos.

*Esta columna fue publicada originalmente en Excélsior.com.mx.