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Latinoamérica en tiempos interesantes
Mié, 28/07/2010 - 11:19

Carlos M. Adrianzen

Latinoamérica en tiempos interesantes
Carlos M. Adrianzen

Decano de la Facultad de Economia de la UPC y Senior Executive Fellow de la Escuela John F. Kennedy de la U. de Harvard.

Reza una vieja maldición oriental: “Vivirás en tiempos interesantes”.

Pues bien, en estos días de colapsos financieros masivos, contracciones y rebotes comerciales, fluctuaciones tajantes en los precios del petróleo y de casi todos los commodities, así como de desproporcionadas crisis fiscales y políticas, América Latina enfrenta retos sustantivamente diferentes a los que hemos enfrentado en las décadas previas.

Esta vez no es solo el impacto de un shock petrolero o una caída drástica en los términos de intercambio. Ni siquiera es una crisis de deuda o desvaríos fiscales y monetarios locales (como los que tuvimos a lo largo de la segunda mitad del siglo pasado). Esta vez el globo está inmerso en un proceso aún incierto de reestructuración de patrones de consumo, ahorro, inversión, endeudamiento y comercio. Proceso cuyo desenlace es discutible en diversas zonas del planeta, pero cuyo desenredo en las tierras de Macondo, Pinochet y Maradona enfoca planos originales.

América Latina es, como ya lo hemos visto acá, una zona en la que hasta hace pocos días se combinaban los vocablos oportunidad y pérdida. Así, mientras la mitad del sudeste asiático y Oceanía abrían sus economías, flexibilizaban sus mercados de trabajo y construían instituciones modernas entre los años 60 y 90 -desarrollándose-; aquí, desde las tierras araucanas hasta las llanuras venezolanas, el éxito económico no sonrió.

En los 60, todos nos quejábamos de las caídas de los términos de intercambio, queríamos dirigir el nacimiento de nuestras industrias y al poco tiempo reventábamos en medio de crisis de balanzas de pago y de colapsos supuestamente industrializadores.

En los 70 y 80, aprendimos lo que era robar desde el gobierno (léase emitir dinero inflacionariamente, tomar cuanta deuda externa podíamos tomar y expropiar a nombre de la dignidad nacional).

Los 90 marcados por el esnobismo del consenso de Washington comenzaron a dividir la región. Mientras Chile se consolidó como el nuevo rico regional, al lado de México, Brasil, Uruguay y Argentina, naciones como el Perú, iniciaron un lento proceso de recomposición
económica.

Los 90, encontraron naciones latinoamericanas algo menos
cantinflescas
. En plazas como Brasil, Chile, Colombia y Perú, el crecimiento de la economía global, previo a la crisis de Lehman Brothers, se reflejó de manera casi directa en significativos aumentos de vida nacionales.

La escala en la que estos años de vacas gordas afectaron a cada país, dependió mucho de la forma como cada cual cerró el ciclo pasado y la visión de sus respectivos gobiernos. Y aunque ninguno de los cuatro países aludidos implementó reformas capitalistas similares a las consolidadas, por ejemplo, dentro de los miembros de la APEC, el coeficiente de apertura y la reducción de pobreza, configuraron planos cruciales para entender cómo han venido caminando.

Hoy, enfrentados a las secuelas de la crisis financiera norteamericana, combinadas con la incertidumbre de las crisis fiscales europeas, la suerte de cada nación latinoamericana, va a depender mucho menos de lo que se cree del panorama internacional. En América Latina, es tradicional que la autocomplacencia y hasta la inercia alimenten nuestros diagnósticos.

Pero dejando por un momento las anteojeras ideológicas regionales, es fundamental que entendamos que las naciones que se han desarrollado en los últimos años no lo han hecho sólo por el crecimiento global. Han defendido su estabilidad macroeconómica, abierto sus mercados y consolidado instituciones capitalistas. Han superado discusiones bizantinas sobre la flexibilidad laboral y se han enfocado en educar, innovar y mejorar agresivamente sus climas de negocios. Con esto, se han hecho plazas más agresivas y afines a aprovechar tanto los días fáciles como los días difíciles.

Este es posiblemente, el gran reto de la América Latina de Piñera en Chile, de Moreno en Colombia, del sucesor de García en el Perú o del sucesor de Lula en Brasil. Pero es también el gran reto de los opositores a las dictaduras venezolana o boliviana, y de los solapadamente autocráticos gobiernos de Quito o Buenos Aires. Aquí, el fondo de la historia implica más comprender qué hacemos dentro, que esperanzarnos en lo que pasará afuera. Dado lo anterior y nuestras intrincadas y desesperantes estructuras políticas locales, razones para un febril optimismo no parecen aflorar. A pesar de ello, recordémoslo bien: no hay nada más extraordinario que la historia.