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Cleber, la pequeña fábrica de tractores de Alabama que puede ser pionera en Cuba
Martes, Noviembre 10, 2015 - 10:50

Los propietarios, Saúl Berenthal y Horace Clemmons, estuvieron recientemente en Wharton Business Radio, canal 111 de SiriusXM, para hablar de sus vínculos con Cuba y sus planes para construir tractores en la isla para atender la industria local de pequeñas explotaciones agrícolas.

Universia Knowledge Wharton. Por fin, con la mejora de las relaciones políticas entre EE.UU. y Cuba, todo parece indicar que nos acercamos a una nueva era para las relaciones comerciales entre los dos países. Por ahora, ninguna compañía estadounidense ha obtenido el permiso para establecer operaciones en Cuba. Sin embargo, Cleber, una pequeña empresa en Alabama que vende equipos agrícolas, desearía ser la primera.

Los propietarios, Saúl Berenthal y Horace Clemmons, estuvieron recientemente en el programa de Knowledge@Wharton en Wharton Business Radio, canal 111 de SiriusXM, para hablar de su larga trayectoria empresarial juntos, sus vínculos con Cuba y sus planes para construir tractores en la isla para atender la industria local de pequeñas explotaciones agrícolas. Berenthal y Clemmons también estuvieron en la reciente Cumbre de Finanzas, Infraestructura e Inversión en Cuba que tuvo lugar en Nueva York. El evento fue organizado por Knowledge@Wharton, el Instituto Lauder [The Lauder Institute] y Momentum Event Group.

A continuación, una versión editada de la entrevista.

-Ustedes dos tienen una fantástica relación laboral. Han trabajado juntos, de una manera o de otra, durante 43 o 44 años. Todo comenzó en IBM, ¿verdad?

-SB: Le voy a contar una pequeña historia sobre cómo conocí a Horacio. Yo vivía en Nueva York, pero trabajaba en un proyecto de IBM en Carolina del Norte.

Estábamos desarrollando un nuevo producto para mi cliente en ese momento, JC Penney. Se trataba de terminales en el punto de venta, algo que IBM todavía no había lanzado, por lo que era de alto secreto. Yo estaba en un laboratorio en Carolina del Norte y tenía un número al que debía llamar si me encontraba con alguna dificultad técnica.

Esto es lo que pasó: Cuando estábamos haciendo las pruebas, tuve problemas técnicos. Tomé el teléfono y llamé a una persona que me dijo: “Ya voy para allá a ayudarle”. Unos minutos más tarde, veo a un tipo en un mono de trabajo. Yo le dije: “Mire, tengo problemas”. Así fue como conocí a Horacio.

-Horacio, ¿cuál es su versión de la historia?

-Bueno, esta fue la primera vez que vi a Saúl. Era un sábado. Yo estaba en casa y recibí una llamada: “Tengo trabajo para usted”. Decidí no cambiarme. Incluso acudir en mono. No creo que fuera una buena primera impresión.

-Saúl, vamos a hablar acerca de su vínculo anterior con Cuba. Usted y su esposa han participado de forma activa en el intento de ayudar a reconstruir la comunidad judía en la isla.

-Correcto. Nací y crecí en Cuba. Mi esposa también. De hecho, ella vivía a una cuadra y media de mi casa cuando éramos niños. Como éramos una pequeña comunidad judía -en aquella época, alrededor de 15.000- solíamos pasar tiempo juntos, por así decirlo. Así que nos conocíamos desde la infancia. Salimos de Cuba más o menos al mismo tiempo, después de la revolución, a finales de 1960. Fuimos, por supuesto, a Miami, pero no nos quedamos mucho tiempo allí. Pensé que si se trataba de ser estadounidense, sería mejor dejar Miami.

Por lo tanto, ambos nos mudamos, su familia se mudó y yo me mudé para terminar la universidad en Nueva York. Después de graduarme, me casé. Luego, por supuesto, conocí a Horacio en IBM. Sin embargo, después de haber trabajado para IBM durante 18 años, decidimos crear nuestra propia empresa. Así lo hicimos, y tuvimos éxito. La vendimos y nos retiramos. Luego, alrededor de 2008, empezamos a ir con frecuencia a Cuba, sobre todo para ver los cambios que se produjeron en la isla después de que saliéramos de allí y, por supuesto, para restablecer de alguna manera algunas viejas relaciones con la comunidad judía local.

Vimos que había mucha necesidad. Encontramos que muchas personas estaban completamente distanciadas del mundo judío. Decidimos entonces que sería genial organizar grupos en los Estados Unidos para visitar Cuba, una especie de intercambio cultural y religioso, por así decirlo.

-Muchas personas quizás no sepan que en la primera mitad del siglo XX, Cuba era un destino común para los judíos que huían de la opresión en Europa.

-SB: Correcto. Mis padres vinieron desde Europa huyendo del Holocausto.

Se establecieron en Cuba y esperaban la oportunidad de ir a EE.UU. Sin embargo, después de un tiempo, ya establecidos, habían comenzado un negocio, por lo que decidieron quedarse. Allí nací y me crié.

-Me parece que varios de los viajes que han realizado en los últimos años tenían como objetivo llevar suministros a la gente de aquella comunidad que, en muchos casos, no podían permitirse el lujo de comprar.

-SB: Así es. Medicamentos y ropa y casi todo lo demás que usted puede imaginar. La comunidad es muy pequeña en la actualidad. Hay alrededor de 800 judíos en Cuba y tres sinagogas.

En la actualidad, los judíos de EE.UU., Canadá y Panamá van a Cuba para ayudar a muchos de ellos, en algunas de las necesidades que puedan tener. Falta, sin embargo, un rabino. No hay ningún rabino cubano.

Tampoco hay alimentos kosher en Cuba. Así que una de mis metas es llevar este tipo de comida a la isla. Esto, por supuesto, requerirá la presencia de un rabino que lleve a cabo los ritos y todo lo que se necesita para que la comida se sirva de forma correcta. Eso es algo en lo que todavía estamos trabajando. Sin embargo, en mis viajes he hecho muy buenos contactos y aprendí acerca de los cambios que tuvieron lugar en la isla en los últimos años.

Tuve la oportunidad de conocer a muchos profesores del Departamento de Economía de la Universidad de La Habana, porque también organizo intercambios académicos entre Cuba y la Universidad de Carolina del Norte con los profesores y estudiantes de ambos países. Gracias a esas relaciones que he construido, empecé a entender algunos de los cambios económicos que tienen lugar en el país. Horacio siempre dice: “Un día de estos vamos a tener la oportunidad de sacar ventaja de este conocimiento”.

-Esto es algo que ambos están tratando de hacer en este momento. Horacio, tuvo la oportunidad de ir a Cuba un par de veces también. ¿Cuál fue su reacción ante lo que vio allí?

-Clemmons: Bueno, creo que todos sabemos lo que significó el embargo para Cuba, al menos por las cosas que leemos. Sin embargo, es diferente ir allí y ver los efectos del embargo, lo que es muy diferente de haber leído acerca de ello. Yo digo a todo el mundo que el tiempo que serví en Vietnam influyó en mi opinión sobre la política exterior. No estoy de acuerdo con mucho de lo que EE.UU. hace en su política exterior. Véase, por ejemplo, el tipo de comercio que tenemos con Vietnam y cómo hacemos negocios con los vietnamitas. Sin embargo, evitamos hacer negocios con Cuba.

Nada de esto tiene sentido para mí. Así que cuando Saúl dijo: “Vamos a hacer algo en Cuba”, nunca tuve dudas o temores acerca de hacer negocios con la isla. Creo que tenemos la obligación moral de tratar de ayudar a mejorar la vida en Cuballowfullscreena debido a la forma en que tratamos a su pueblo.

-En cierto modo, hay quienes creen que EE.UU. tiene la obligación moral de tratar de ayudar a cualquier persona en cualquier lugar del mundo. Negar eso a Cuba es abandonar un país que sin duda necesita ayuda, ¿no?

-Clemmons: Eso es exactamente lo que pienso. Creo que podemos hacer mucho y es nuestra obligación hacerlo. Creo que si la mayoría de los americanos fueran allí y vieran lo que hicimos al país como consecuencia del embargo -el dolor y el sufrimiento que hemos causado- creo que más personas estarían a favor de la suspensión del embargo.

-SB: Por otro lado, me gustaría contar una pequeña historia de un amigo de Cuba que conocí en Miami. Él es un hombre de negocios, un cuentapropista, es decir, una persona del sector privado.

Hablamos mucho sobre lo que Horace estaba comentando acerca de la relación de los dos países. Me dijo una cosa, desde la perspectiva cubana, que creo muy significativa: “Los cubanos están enamorados de su enemigo”.

En otras palabras, durante 50 años nos vieron como enemigos. Y, sin embargo, todavía nos aman por lo que somos, por quiénes somos y lo que podemos hacer por ellos.

-La isla de Cuba, por supuesto, es bien conocida por ser un país agrícola. Pero, ¿cómo tuvo la idea de abrir una empresa para la fabricación de tractores en la isla?

-Clemmons: Creo que esto se debe en parte a la experiencia que tenemos en el sector tecnológico. Vimos lo que IBM y las grandes empresas estaban tratando de hacer con sus clientes, estaban tratando de venderles lo que tenían y no escuchar lo que tenían que decir. Nuestro plan se basa, en gran parte, en lo que escuchamos a los cubanos decir que querían y lo que quería el gobierno cubano. En el acuerdo firmado por Raúl Castro y el presidente Obama, creo que estaba claro que la agricultura es uno de los puntos más importantes del documento.

Ese fue nuestro punto de partida. Y habiendo nacido en Alabama y caminado detrás de mulas con mi abuelo, sabía que el punto de partida para mejorar la agricultura cubana sería muy similar al punto de partida de la expansión agrícola en EE.UU. Vimos lo que pasó en Estados Unidos cuando el país pasó de la agricultura familiar a la agroindustria. Creo que Cuba comenzará desde el mismo punto, pero sería muy decepcionante si terminara en el mismo sitio.

-Así que es muy simple. Sólo hay que dar a los agricultores cubanos la oportunidad de trabajar con un tractor en lugar de dejarlos seguir caminando detrás de un arado tirado por caballos, ¿verdad?

-Clemmons: Sí.

-¿Cómo funciona ese proceso? Cuentan con la aprobación de Cuba para iniciar el negocio, por lo que tan sólo están esperando la aprobación de EE.UU, ¿no es así Saúl?

-SB: Cierto. El proceso que tenemos que seguir en EE.UU. requiere una licencia de la OFAC -Oficina de Control de Activos de Asuntos Exteriores- que es el brazo ejecutivo de la Secretaría de Hacienda a cargo del embargo. Ellos están regulando este tipo de actividad.

El 17 de diciembre, Obama decidió abrir dos industrias muy importantes para el comercio con Cuba, una de ellas es la agricultura; la otra, la construcción. Las opciones no eran mera coincidencia. Es muy importante entender que estas dos industrias están estrechamente relacionadas y sirven como garantía de la industria turística en Cuba, que es la fuente más importante de divisas en el país. Por lo tanto, la posibilidad de mejorar la producción agrícola permite que Cuba produzca alimentos para los turistas que visitan el país. La construcción permite que haya lugares para su hospedaje. Por lo tanto, estas industrias aparecen por primera vez en el acuerdo comercial celebrado por el gobierno de Estados Unidos con el fin de ayudar a Cuba a desarrollar su industria turística.

-Lo que les gustaría hacer en Cuba sería un modelo un tanto diferente: no sólo proporcionar los tractores, sino también el equipamiento necesario si el tractor se rompe, ¿verdad?

-Clemmons: Saúl y yo queríamos asegurar a los cubanos la posibilidad de sentirse tranquilos acerca de su adquisición. Así que estamos siguiendo lo que llamamos modelo de fabricación de código abierto. Los tractores están construidos con componentes de código abierto, por lo que los cubanos no necesitan que nosotros lo reparemos. Todas las piezas están estandarizadas, por lo que nuestro negocio en Cuba depende de proporcionar de forma continua un servicio de calidad, no un componente específico.

De esta manera, van a entender que se necesita un esfuerzo para alcanzar la excelencia, por lo que podemos darles la más alta calidad al precio más bajo posible. Nuestra intención es utilizar este modelo no sólo para los tractores, sino en el futuro también para los equipos de construcción.

Estamos tratando de crear una arquitectura que, al expandirnos, intentaremos seguir: el modelo de código abierto, por lo que los compradores no estén vinculados a un fabricante específico.

-Así, por ejemplo, el individuo no tiene que recurrir específicamente a John Deere cuando tenga que comprar una pieza cualquiera que necesite. La elección es libre. Esto es obviamente un modelo muy diferente.

-SB: Esto significa también autosuficiencia. El modelo que estamos tratando de construir en Cuba comienza con el montaje de tractores, pero los componentes vendrán de EE.UU. En la segunda fase del proyecto ellos mismos fabricarán los componentes y los ensamblarán en Cuba, lo que les da la oportunidad de ser autosuficientes en la producción de tractores.

A continuación, vamos a ayudarles en un aspecto de valor agregado en la etapa 2 del proyecto, que consiste en un tractor eléctrico que se carga por paneles solares.

-En el momento en que obtengan la aprobación del gobierno de Estados Unidos, ¿en qué etapa estará el proceso? ¿Ya será posible construir la fábrica en Cuba?

-SB: Sí. Ahí es donde entran los aspectos técnicos de la obtención de una licencia aprobada por la OFAC. El reglamento exige, entre otras cosas, que tratemos directamente con el sector privado, no con el gobierno cubano.

Para construir nuestra fábrica en la Zona Especial de Desarrollo Mariel -ese es nuestro plan- vamos a tener que confiar en las personas que construyen este tipo de instalaciones en Cuba, que es un sector vinculado al gobierno.

-De acuerdo.

-SB: Fuimos a Mariel. Hablamos con la gente de allí y le preguntamos, “¿Qué pasa si nos llevamos una empresa estadounidense para construir la planta en Mariel? Ustedes nos permitirían hacerlo directamente con una empresa americana para mostrar a la gente en EEUU que estamos tratando de hacer todo esto sin que se beneficie una institución gubernamental?” Ellos dijeron: “Sí. Nos gustaría que utilizara los recursos locales, pero si quieren usar una empresa estadounidense para construir su planta, está bien”. Esto demuestra que el gobierno de Cuba, las autoridades de Mariel están ayudando. Ellos quieren que hagamos lo que les estamos diciendo que nos gustaría hacer.

Ana Teresa Igarza, directora general de la Oficina de Desarrollo de la Zona Especial Mariel, en varias ocasiones, dijo a la prensa que el proyecto que están llevando a Cuba no sólo es atractivo, sino necesario. Por lo tanto, nos interesa mucho y estamos dispuestos a hacerlo. Por otra parte, esperamos que la parte estadounidense nos otorgue una licencia.

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-Es muy interesante porque es algo que muestra, de hecho, el verdadero deseo de cambio del pueblo cubano y del gobierno del país. Hay una idea que, en mi opinión, mucha gente aquí en EE.UU. ha mantenido en los últimos 50 ó 55 años: que Cuba no quiere nuestra ayuda. Cuba quiere ser totalmente independiente de nosotros. Pero usted está diciendo exactamente lo contrario.

-SB: Bueno, no me gusta entrar en temas políticos, pero incluso cuando los políticos deciden conversar -Cuba y Estados Unidos- lo que se oye es siempre lo siguiente: “Queremos ser tratados con respeto y dignidad”. Para los cubanos, es muy importante ser considerados iguales cuando tratan con otros países, pero especialmente con EE.UU.

-El hecho de que usted haya hablado directamente con el personal de Mariel que tomó la decisión, y no con el Gobierno cubano en La Habana, ¿sería también otro pequeño aspecto de los cambios que se están produciendo?

-SB: Bueno, es un poco más complicado que eso. El proceso de aprobación en la Zona Mariel es lo que yo llamaría un procedimiento simplificado. Vamos a Mariel con un proyecto. Presentamos el proyecto a los responsables, ellos lo evalúan para ver si cumple con los requisitos y si es algo que ellos quieren. Si llegan a la conclusión de que el proyecto se ajusta a sus directrices, inmediatamente lo llevan a lo que se llama el Consejo de Ministros de Cuba. Este organismo, que representa a todos los ministros del país, es el que dará la aprobación final al proyecto.

Todo en Cuba se hace por consenso. Es muy importante que todo el mundo pueda entender el proyecto y estén dispuestos a adherirse a él. Así que lo que sucedió en Mariel fue lo siguiente: en cuanto aprobaron el proyecto lo enviaron al Consejo de Ministros, ellos lo evaluaron, analizaron y dijeron: “Sí, queremos esto”. A continuación, el proyecto fue enviado de inmediato a Mariel, quien nos contactó y dijo: Está bien, sigan adelante”.

-En cuanto las cosas se resuelvan, ¿qué número de tractores esperar producir en un año? ¿ya tienen una estimación?

-SB: Bueno, queríamos empezar con una producción de alrededor de al menos 150 para el mercado que creemos que existe. Sin embargo, es obvio que estamos en condiciones de producir un número mayor. Somos capaces de producir hasta 500, 600, 700 tractores. No es difícil hacerlo. Sin embargo, tenemos que medir el nivel de absorción del producto a medida que empecemos a fabricar en Cuba.

-Esto, obviamente, sería importante para la economía cubana en general.

-Clemmons: El objetivo a largo plazo es exportar los tractores. Fabricarlos y exportarlos. Creo que desde el momento en que tengamos el modelo eléctrico, junto con la capacidad de exportación, este tractor se venderá en casi todas partes. En otros países donde el suministro eléctrico es deficiente, el cargador del panel solar se encargará de esta tarea. Además, según lo que estamos viendo en el negocio de distribución de petróleo y su disponibilidad, creemos que el modelo eléctrico ganará una gran importancia en el largo plazo.

-¿Cuál sería la capacidad de una batería para un vehículo de este tipo?

-Clemmons: Cuando la gente me hace esa pregunta, yo les digo: “Hay coches de carreras eléctricos, ¿no?”.

-Sí, es verdad.

-Clemmons: Elon Musk tiene un deportivo eléctrico. Ya existe tecnología para esto. Por lo tanto, incluso un tractor puede tener cargadores solares.

-En el techo, ¿por ejemplo?

-Clemmons: En una granja con jornada laboral de ocho horas, nadie utiliza el tractor todo el tiempo. Nuestro objetivo es llegar a un diseño que permita ocho horas de trabajo con carga nocturna.

-¿De dónde proviene la idea de utilizar los paneles solares? ¿Es de usted o de Horace?

-Clemmons: Bueno…

-Saúl le está señalando a usted.

-Clemmons: Bueno, yo diría que la idea fue mía, pero se está haciendo tanto ahora con los paneles solares. Es una evolución natural. Las personas se preocupan por la capacidad de la batería, para mí, no es ningún gran salto la idea de que se pueda trabajar sin baterías.

-Usted me mostró sólo una imagen de un tractor …

-Clemmons: Sin conductor.

-Correcto. Pero es un tipo de tractor más pequeño de lo que estamos acostumbrados a ver aquí en los EE.UU. ¿Este es el tamaño de los tractores que se van a producir?

-Clemmons: Sí. Este tractor sigue el diseño del Modelo G de Allis-Chalmers, fabricado primero en 1948 y cancelada su producción en 1955. Fue construido para la pequeña agricultura, es decir, aproximadamente de 40 a 60 acres.

Elegimos este modelo porque está probado y tiene una ingeniería de marca detrás. Además, la producción fue interrumpida durante muchos años y todas las patentes han expirado. Por tanto, es un modelo que se puede copiar, lo que hace las cosas más fáciles para nosotros. Podemos modernizarlo con la incorporación de tecnología más nueva. Por ejemplo, el elevador era manual. Ahora, el equipo es hidráulico. Este es el tipo de cosas de las que estoy hablando.

-Es fantástico lo que han logrado avanzar este concepto. Es un cambio increíble -incluso para la industria agrícola- capaz de hacer que la energía solar ponga su equipo a trabajar. Sin embargo, sólo es algo coherente, ya que este tipo de máquina trabaja al aire libre todos los días y, como usted ha dicho, los tractores no funcionan 24 horas al día 7 días por semana, pero sí durante buena parte del día. Cuando no lo hacen, se pueden dejar cargando al sol.

-SB: Es algo muy útil en el caso de Cuba, donde la electricidad aún no ha llegado a toda la isla.

-Así es. En el futuro, sin embargo, ¿cuál es la importancia de la confianza que han logrado forjar con el personal de Mariel y el Gobierno?

-SB: Es muy fácil ganarse la confianza de los cubanos. Es suficiente con entender su cultura. En la cultura empresarial cubana, hay que tener siempre presente el proyecto no sólo en términos económicos sino también en términos de beneficios sociales. Además, quieren saber cuáles son sus beneficios culturales. En el momento en que usted entiende lo que los motiva a hacer las cosas, y presenta de esa forma sus proyectos, entienden todo fácilmente y confían en usted.

-Eso, junto con los tres componentes que usted acaba de mencionar, ¿serían los factores más complicados en este momento para las empresas estadounidenses que se aventuran en Cuba y construyen relaciones?

-SB: Correcto. Si prestamos atención a quién va de EE.UU. a Cuba y observamos lo que estas personas están proponiendo, veremos lo siguiente: “¿Qué les podemos vender? Tenemos pollo, maíz, soja”. No. Los cubanos quieren socios que inviertan en Cuba.

Invertir en Cuba significa proponerles un proyecto que genere puestos de trabajo, capacidad de producción, para reducir al mínimo sus necesidades de importación y producir más alimentos para el país.

-¿Cree que debería ocurrir de una manera significativa en algún momento en los próximos años ?

-SB: Si creamos las condiciones y el marco para esto, muchas empresas estadounidenses invertirán en Cuba.

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Universia Knowledge Wharton