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El conflicto Colombia-Venezuela se resolverá mejor en Sudamérica
Jue, 29/07/2010 - 13:02

Mark Weisbrot

Cuando los reporteros no dejan que los hechos impidan una buena historia
Mark Weisbrot

Mark Weisbrot es codirector del Center for Economic and Policy Research (CEPR), en Washington, D.C. Obtuvo un doctorado en economía por la Universidad de Michigan. Es coautor, junto con Dean Baker, del libro Social Security: The Phony Crisis (University of Chicago Press, 2000), y ha escrito numerosos informes de investigación sobre política económica. Es también presidente de la organización Just Foreign Policy.

En marzo escribí sobre la contribución del gobierno de Obama a la actual campaña electoral en Venezuela, donde en septiembre los venezolanos elegirán una nueva Asamblea Nacional. Predije que ciertas cosas sucederían antes de septiembre, que entre ellas habría nuevas “revelaciones”, demostrando que Venezuela apoya el terrorismo.

Venezuela ha celebrado 13 elecciones o referendos desde que Hugo Chávez fue elegido por primera vez en 1998, y previo a casi todos estos, Washington ha hecho algo para influenciar el clima político y mediático.

La intención ya quedó clara el 11 de marzo, cuando el general Douglas Fraser, líder del Comando Sur de Estados Unidos, compareció ante el Senado. En respuesta a una pregunta del senador John McCain, sobre el supuesto apoyo de Venezuela al terrorismo, Fraser dijo: “seguimos observando de cerca… no hemos visto conexiones que yo pueda confirmar específicamente, que haya habido una directa conexión gobierno-terrorista”. Pero al día siguiente retractó sus declaraciones después de reunirse con el jefe de asuntos Latinoamericanos del Departamento de Estado, Arturo Valenzuela.

Con esto quedó claro que el mensaje sobre el “terrorismo” jugaría un papel muy importante en la campaña de Washington. Ni siquiera el gobierno de Bush obligó a sus funcionarios militares a retractar sus declaraciones cuando contradecían la agenda política del Departamento de Estado en Latinoamérica, como ocurrió en algunas ocasiones.

Desafortunadamente la campaña continúa. El embajador colombiano ante la Organización de Estados Americanos (OEA) acusó a Venezuela, durante la reunión extraordinaria solicitada por el gobierno de Álvaro Uribe, de albergar a 1.500 guerrilleros, y llamó a la OEA a intervenir. Pero la oportunidad de la acusación no pasó desapercibida.

El presidente Lula da Silva, de Brasil, apuntó a que “parece extraño que esto sucediera unos cuantos días antes de que el (presidente) Uribe (de Colombia) dejára el poder. El nuevo presidente (electo de Colombia, Juan Manuel Santos), ha señalado que quiere trabajar por la paz (con Venezuela). Todo iba bien hasta que Uribe hizo esta acusación”.

Venezuela respondió rompiendo sus relaciones diplomáticas con Colombia. Durante los últimos dos años ya había cortado mucho de su comercio con Colombia tras el acuerdo colombiano con Washington, para expandir su presencia militar en siete bases militares de Estados Unidos en Colombia. Ya que Venezuela es el mayor destino de los productos colombianos en la región, es posible que el nuevo presidente, Juan Manuel Santos, quería mejorar las relaciones por motivos simplemente económicos. Había invitado a Chávez a su cambio de mando.

Claro que Uribe no necesariamente sigue las ordenes de Washington, pero sería ingenuo asumir que alguien que ha recibido más de US$6.000 millones de Estados Unidos no consultó con sus benefactores antes de hacer algo como esto. El hecho que el Departamento de Estado inmediatamente se puso del lado de Colombia es más que evidencia de que estaban de acuerdo. Ni siquiera los aliados (derechistas) de Washington en la región tomaron partido. El gobierno de Chile, por ejemplo, emitió una declaración neutral; si no formara parte de una campaña política en contra de Venezuela, esto también hubiera sido el protocolo normal para Washington.

Otros gobiernos también se dieron cuenta de los motivos políticos de Colombia y se molestaron por la aparente manipulación de la OEA para estos propósitos. Según la prensa brasileña, el presidente Lula da Silva consideraba que el camino del diálogo debía ser conducido a Unasur, porque Estados Unidos influenciaría las negociaciones a favor de Colombia y en contra de Venezuela.

El canciller ecuatoriano, Ricardo Patiño, criticó fuertemente al jefe de la OEA (José Migual Insunza) por no haber consultado en privado con ambos países antes de aprobar el pedido colombiano para una reunión del Consejo Permanente de la OEA. Patiño dijo que Insulza demostró su “incapacidad política” para dirigir la organización y “afianzar la paz y la seguridad del continente”.

El presidente boliviano, Evo Morales, apuntó criticas aun más fuertes a Uribe, llamándolo un “fiel representante del gobierno de Estados Unidos, (con sus) bases militares en Colombia para provocar una confrontación, una guerra con Ecuador, con Venezuela y con Nicaragua”.

Este conflicto destaca la importancia de los cambios institucionales que los gobiernos de centroizquierda en Latinoamérica intentan implementar. La creciente importancia de Unasur, desplazando a la OEA, es ahora esencial para el progreso y la estabilidad en Latinoamérica. Por ejemplo, debido a la influencia de Estados Unidos (como siempre con la ayuda de unos cuantos aliados de la derecha), la OEA no tomó medidas más fuertes para restituir al gobierno democrático de Manuel Zelaya en Honduras, el año pasado.

Cuando Bolivia tuvo problemas con atentados realizados por la oposición separatista y extra parlamentaria -incluyendo violencia y esfuerzos desestabilizadores-, fue Unasur la que se reunió en Santiago en septiembre de 2008 y apoyó al gobierno democrático de Evo Morales. Cuando Estados Unidos decidió expandir su presencia en las bases militares en Colombia, Unasur logró un acuerdo -el cual incluyó a Colombia- prohibiendo el uso de estas bases para fines afuera del país.

En cuanto al contenido de las ultimas acusaciones de Colombia, guerrillas y fuerzas paramilitares han cruzado la frontera de 2.000 kilómetros con Venezuela -gran parte de la cual es densa jungla, montañas y cualquier tipo de otros terrenos difíciles- por décadas. No hay evidencia que haya cambiado algo recientemente, y nada indica que el gobierno venezolano, el cual ha extraditado guerrilleros a Colombia, apoya a grupos armados -tal como lo declaró el general Fraser antes de aparentemente ser obligado a retractarse.

El martes, Insulza -tal vez pensando que se había ido demasiado lejos para complacer a Washington- le dijo a CNN en Español que “los guerrilleros van y vienen, y es bastante difícil pedir a un solo país que lo controle… Uribe dice que no sabe por qué Venezuela no detiene a los guerrilleros, cuando lo cierto es que Colombia tampoco los controla”. Pudo haber agregado que a Estados Unidos, con inmensamente más recursos y superior tecnología a su disposición, también le cuesta controlar el flujo de drogas, armas y personas a través de sus propias y mucho más controlables fronteras con Mexico.

Este jueves habrá una reunión emergencia de Unasur, y ojalá un proceso diplomático empiece a resolver el conflicto. Ciertamente habrá una mayor probabilidad de éxito considerando que Washington -y sus campañas políticas contra gobiernos que no le gustan- se alejará de las negociaciones.

Esta columna pertenece al Center for Economics and Policy Research y fue publicada originalmente en The Guardian Unlimited.

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