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Elecciones municipales de Lima: ¡Apocalipsis ahora!
Lun, 04/10/2010 - 20:09

Farid Kahhat

Las buenas noticias que trae el fallido atentado a Times Square
Farid Kahhat

Peruano, doctor en Relaciones Internacionales, Teoría Política y Política Comparada en la Universidad de Texas, Austin. Fue comentarista en temas internacionales de CNN en español, y actualmente es profesor del Departamento de Ciencias Sociales de la PUCP (Perú) y analista internacional.

En Lima, el comunismo no ha muerto: vive en las mentes de sus más febriles detractores. El ejemplo más exquisito es la explicación que provee el director de un diario para entender el respaldo que la candidata de izquierda a la alcaldía de Lima, Susana Villarán, tenía entre segmentos de la alta sociedad.

Este personaje, que en 2006 había calificado de “electarado” a cerca de la mitad de los votantes que sufragaron por Ollanta Humala, ahora esgrimía una teoría que habría provocado la sana envidia de Josef Mengele: dada su proverbial endogamia, el pool genético entre esas élites no se había renovado a lo largo del tiempo. La naturaleza por ende, en su infinita sabiduría, los habría inducido hacia una conducta autodestructiva, para permitir la renovación de la especie.

Por su parte, Pedro Pablo Kuczynski (otrora alto funcionario del Banco Mundial, de entidades financieras privadas, ministro de Economía, entre otros pergaminos), advertía durante la campaña electoral el peligro que representaba la candidatura de Susana Villarán a la alcaldía de Lima para las perspectivas de inversión en el Perú.

Con un sentido de oportunidad digno de mejor causa, al día siguiente de producidas las elecciones le salieron al frente personajes que también tenían por qué saber del tema: de un lado, ex viceministros de Economía como Roberto Abusada y Eduardo Morón; de otro, los presidentes de dos de los principales gremios empresariales del Perú, Pedro Olaechea (presidente de la Sociedad Nacional de Industrias) y  Ricardo Briceño (presidente de la Confederación Nacional de Instituciones Empresariales Privadas).

En un lúcido despliegue de análisis político, Briceño estipuló algo que, aún siendo obvio, no parecía entrar en muchas cabezas: “no ha sido una elección sobre temas ideológicos: no es que la izquierda le gane a la derecha o al revés (...), se trató de un debate mediático, pues incluso gente con ideas de derecha votó por Villarán, porque es una cara fresca, alguien nuevo (...) pero esto no definirá nada a nivel macroeconómico: estamos eligiendo a un gerente que no tiene injerencia en las arcas fiscales”.

Tal vez los personajes nombrados carezcan del curriculum vitae de Kuczynski, pero a diferencia de él, no están librando una campaña electoral: Kuczynski auspiciaba una candidatura a la alcaldía alternativa a la de Villarán, e hizo pública su intención de postular a la presidencia de la república (para lo cual requeriría el respaldo de partidos como el que apadrinó para la alcaldía, dado que carece de uno propio).

Ahora bien, es cierto que, junto con Fuerza Social (el partido de Susana Villarán) estaban coaligadas fuerzas como el Movimiento Nueva Izquierda (MNI), cuyas credenciales en materia de libertades políticas y económicas pueden ser legítimamente cuestionadas (incidentalmente, lo mismo podría decirse de buena parte de la derecha peruana). Pero ese es un asunto que debe ser puesto en perspectiva: en las elecciones presidenciales de 2006, el candidato del MNI obtuvo el 0,2% de los votos, así que Villarán no les debe mucho de su 38%. Fuerza Social (FS) logró su inscripción como partido por sus propios medios, y lanzó la candidatura de Villarán bajo sus propias siglas.

Agrupaciones como el MNI dan cuenta de un pequeño puñado entre los 40 candidatos a regidor municipal de FS, amén de un par entre aquellos que resultaron electos. El plan de gobierno municipal de FS fue confeccionado en lo esencial por su comisión de programa, y no contiene ninguna propuesta que pueda considerarse radical. Si acaso, algunas de las acusaciones que se le endilgaron durante la campaña sugerían más bien que sus propuestas eran regresivas desde un punto de vista distributivo. El punto no es únicamente que Villarán nunca hubiese formulado las propuestas que se le imputaron, es además que su concreción estaba de cualquier modo fuera del alcance de la alcaldía.

Así, se le acusaba de intentar imponer nuevos impuestos a los autos usados (cosa que tendría que pasar por el Congreso, dado que el municipio no puede crear impuestos), eliminar el programa del Vaso de Leche (que, bueno o malo, financia el gobierno central, no el municipio), eliminar los Hospitales de la Solidaridad (que son entidades privadas con apoyo municipal, no hospitales del  municipio), o fusionarlos con los hospitales del Ministerio de Salud (el alcalde no puede tomar decisiones en representación del Ministerio de Salud, sencillamente porque no es el ministro). El último argumento contra la elección de Villarán era el de las posibles implicancias de su elección para las elecciones presidenciales del próximo año.

Ese tema fue objeto de la anterior columna del suscrito en este mismo portal de noticias (“Lima, o el Apocalipsis en Ciernes”), así que sólo añadiré una idea a lo ya dicho. El domingo se celebraron en Brasil elecciones presidenciales. La candidata oficialista recibe el patrocinio del presidente más popular en la historia de Brasil (con tasas de aprobación de 80%). Más aún, este la escogió personalmente. Su candidatura es respaldada tanto por el Partido de gobierno (el PT), como por el partido que, desde el retorno a la democracia, siempre ha tenido la mayor bancada parlamentaria (el PMDB, uno de cuyos integrantes es el candidato a la vicepresidencia).

Hasta hace unos días, había pocas dudas sobre el hecho de que Dilma Rousseff se convertiría en el nuevo presidente de Brasil en primera vuelta. Pero, como sabemos, eso no ocurrió. Quien diga que puede predecir el resultado de las elecciones presidenciales en un país como el Perú, donde los partidos presuntamente “nacionales” no habrían obtenido un solo gobierno regional en las elecciones del domingo; donde Fujimori y Toledo comenzaron su fulgurante ascenso hacia la presidencia cortejando el margen de error estadístico; donde el presidente saliente tiene niveles de aprobación por debajo del 30%, y donde ningún analista consideraba un par de meses atrás que Susana Villarán tuviera la más remota posibilidad de ser elegida alcaldesa de Lima, es un simple ilusionista o un tonto de capirote.

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