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La OEA: mucho ruido y pocas nueces
Lun, 21/06/2010 - 16:20

Rubén Guevara

La OEA: mucho ruido y pocas nueces
Rubén Guevara

Profesor  e Investigador Principal de EcoNegocios de Centrum Católica (Perú). Posee un Doctorado (Ph.D.) y una Maestría (M.Sc.),en Economía y Gestión de Recursos Naturales de la Universidad de Idaho, EE.UU. Así como un diplomado en Administración de Empresas de la Harvard Business School, Universidad de Harvard, EE.UU. Entre los cargos que ha desempeña se incluyen: gerente regional para Sudamérica de la División de Campañas, Políticas y Comunicaciones de Oxfam Gran Bretaña; director en Brazil de  ITTO/Unctad, y director regional para América Latina y el Caribe del Centro Mundial de Agroforestaría (World Agroforestry Centre), del CGIAR/Banco Mundial.

La Cuadragésima Asamblea General de la OEA se llevó a cabo en Lima con una agenda formal e informal, como siempre, repleta de temas de actualidad que satisfacieron todos los gustos y preferencias: la situación de Las Malvinas, el caso de Honduras y el armamentismo.

Sin embargo, también estuvieron incluidos más de una decena de otros temas -de rigor en un foro como ese-, alineados mayoritariamente con las 15 organizaciones del Sistema Interamericano que están más ligadas a la OEA: la democracia, los derechos humanos, la explotación sexual, el terrorismo, el género, la mujer, entre otros.

Si este temario fuera un indicador, se daría la impresión de que esta Asamblea General fue auspiciosa y que de ella se derivarán decisiones que vendrán a contribuir decididamente a resolver asuntos altamente prioritarios del continente. Sin embargo, desde mucho tiempo atrás hasta ahora, la OEA ha venido perdiendo relevancia, convirtiéndose en un foro donde se habla bastante, donde a veces se debate acaloradamente y de vez en cuando surge una brillante idea, pero en el que en general sus resoluciones se quedan en el papel. La organización hace mucho ruido, pero muestra pocas nueces.

Una prueba reciente y difícil que ha enfrentado la OEA fue el caso de Honduras, del 28 de junio de 2009, donde mostró brillos de eficiencia y celeridad nunca antes vistos. En exactamente una semana había suspendido a uno de sus miembros, afiliado desde sus inicios, en 1948. Una decisión que se hizo supuestamente en estricto apego a la Carta Democrática Interamericana, aprobada precisamente en Lima, en septiembre del 2001.

Posteriormente, fue evidente que tanto el Secretario General de la OEA, José Miguel Insulza, como los Estados miembros, y sobre todo los que llevan la voz cantante, tales como los Estados Unidos y Brasil, se precipitaron. Su decisión cerró un importante canal de negociación para encontrar una salida al problema, el que debido a esa suspensión, posteriormente se exacerbó.

La OEA mostró un rostro, ante los ojos de los más importantes actores políticos, económicos y sociales de Honduras, y de sectores importantes de Latinoamérica, parcializado del conflicto, pues claramente había aplicado un doble estándar: tres y media semanas antes la OEA, a principios de junio de 2009, había readmitido a Cuba en la Asamblea General llevada a cabo en San Pedro Sula, burlando precisamente la Carta Democrática Interamericana y su propio mandato de defender la democracia y los derechos humanos en el continente.

El Secretario General Insulza había personalmente apoyado oficiosamente la readmisión de Cuba, un país donde ha gobernado una dictadura familiar desde hace más de 50 años, y donde se violan constante y sistemáticamente los derechos humanos. Este interés del Secretario General, a escasos meses de su reelección, estaba sospechosamente alineado con la iniciativa de los países miembros del ALBA, liderados por el presidente Hugo Chávez, de Venezuela, país donde también se violan los derechos humanos y se manipulan elecciones groseramente para perpetuarse en el poder.

Pero el rechazo al depuesto presidente hondureño Manuel Zelaya ha sido (y continúa siendo) tan grande en Honduras, que la OEA y su Secretario General no lograron doblegarlos. En parte por una especie de orgullo nacional, y sobre todo, porque el ex presidente Zelaya había convertido su gobierno en una especie de hacienda particular: violaba la Constitución y las leyes para acomodarlas a sus intereses y a su ambición de poder. En ese proceso su gobierno se había convertido, además, en uno de los más corruptos de la región.

Ese rechazo se reflejó en el pingüe resultado electoral del partido que apoyaba al ex presidente Zelaya en las elecciones presidenciales de noviembre 2009, donde apenas obtuvo su principal aliado, el presidente Hugo Chávez. Estos antecedentes tampoco le importaron ni a la OEA ni a su Secretario General.

La Asamblea de Lima. Además de la petición de solidaridad de Argentina, con el caso de las Malvinas, el que fue apoyado por unanimidad por todos los Estados miembros, los dos asuntos más importantes que se discutieron, tanto en la Asamblea como en los corredores, pasillos y almuerzos relacionados con el cónclave, fueron la propuesta peruana contra el armamentismo en el continente, por cierto, muy loable, y el caso arriba descrito relacionado con Honduras.

La propuesta peruana fue apoyada por unanimidad, aunque como ya se dijo arriba, la OEA poco podrá hacer para que países como Brasil, Chile, Colombia y Venezuela no se sigan armando. Peor aún, los antecedentes indican que la OEA tampoco podrá hacer nada con el caso de los Estados Unidos, país que invierte 90% del presupuesto en armas entre los Estados miembros de la Organización.

En el caso de Honduras se acordó crear una comisión de alto nivel que visite este país e informe sobre los avances del Acuerdo Tegucigalpa-San José, negociado entre las partes en conflicto durante un proceso hondureño que fue ampliamente apoyado por los Estados Unidos. Esta decisión, la cual responde a una iniciativa de la delegación de EE.UU., en respuesta a una propuesta de dos delegaciones centroamericanas de retornar a Honduras a la OEA, lo único que hará es ganar tiempo para los países que se oponen a este retorno.

Tanto el canciller ecuatoriano Ricardo Patiño, como el representante brasileño en esta reunión, Antonio Patriota, fueron claros: esos países y, casi seguro, sus aliados políticos en la región, alineados con la doctrina bolivariana del presidente Chávez, ponen como condición innegociable para la readmisión de Honduras en la OEA el retorno incondicional del ex presidente Zelaya al país, lo cual es políticamente muy difícil.

Aunque el presidente Porfirio Lobo, de Honduras, ha expresado meridianamente a los medios, durante su reciente viaje oficial al Perú, que “Mel Zelaya puede regresar al país cuando quiera”, una gran mayoría del pueblo hondureño está en contra, y la institucionalidad judicial vigente, que tiene autonomía del Poder Ejecutivo que preside Lobo, estaría presta a capturarlo para que responda por sus desmanes, llevados a cabo con anterioridad al 28 de junio de 2009.

Una vez más una Asamblea General de la OEA pasará a la historia sin pena y sin gloria.

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