Pasar al contenido principal

ES / EN

Inflación de oferta, medidas (a medio plazo) que pueden aliviar
Martes, Julio 19, 2022 - 12:20

Es curioso cómo, en economía, nuestra atención se desplaza rápidamente de un problema a otro. La profunda recesión y el desempleo derivados de la pandemia que no hace mucho nos obsesionaban, pasaron al olvido en cuanto se recalentó la recuperación económica; y desde que Vladímir Putin invadió Ucrania, la inflación supone la primera preocupación de casi todos.

También es chocante lo corta que es la memoria. Hacía mucho que no experimentábamos inflación. Efectivamente, en Estados Unidos la generación millennial nunca había vivido un fenómeno similar digno de mención, salvo la breve crisis del precio de las materias primas en 2008, ni la generación X tampoco. De repente solo se habla de inflación, algo lógico a la luz del último dato en Estados Unidos (9,1 %), el mayor en 41 años, y del nivel históricamente alto (8,6 %) en la zona euro.

Lo que hoy convierte a la inflación en un asunto particularmente espinoso es que su origen radica en el lado de la oferta, en concreto en los elevados precios de los alimentos y la energía y en los problemas de la cadena de suministro. Para resolverlo sin ahogar el crecimiento, las soluciones deben buscarse igualmente en el lado de la oferta. La Reserva Federal de Estados Unidos, que está recurriendo a una medida del lado de la demanda como la drástica subida de los tipos de interés, enfriará la recalentada economía, pero no atajará el problema de la oferta. Tras la retirada progresiva de los planes de estímulo relacionados con la pandemia, les tocará el turno a las cada vez más escasas medidas fiscales. Así pues, ¿cómo pueden las autoridades hacer frente a esta inflación galopante de un modo más directo?

Desde el lado de la oferta pueden aplicarse muchas medidas útiles, como restablecer las cadenas de suministro incentivando la producción nacional o en países próximos. En este sentido, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, pretende impulsar el sector industrial y financiar la fabricación de semiconductores en su país mediante una Ley de Innovación y Competencia valorada en US$ 52.000 millones, cuya aprobación se está retrasando por las disputas políticas, pero cuyo efecto en la oferta, de aprobarse, tardaría en notarse. Otra medida como la rebaja de impuestos repercutiría en la reducción de los costes de producción y, a su vez, animaría la demanda. No obstante, haría mella en la recaudación fiscal en un momento en el que esta resulta imprescindible para devolver la enorme deuda contraída durante la pandemia. Los esfuerzos por espolear la producción de combustibles fósiles, como el emprendido por Biden en Arabia Saudí esta semana, también deberían prestar apoyo, aunque a costa de consecuencias negativas para el medio ambiente.

Una propuesta antiinflacionaria que podría reportarle popularidad a Biden es la eliminación de los aranceles impuestos por Donald Trump sobre los productos importados de China, que en promedio habían subido del 3% al 20% cuando el expresidente dejó el cargo. Los aranceles afectaban a artículos tan dispares como televisores de pantalla plana, armas, satélites, dispositivos médicos, piezas de aviones o baterías y, como en esencia representan un impuesto a los consumidores, suprimirlos podría reducir la inflación y elevar los bajos índices de aprobación de Biden. Si bien las empresas podrían considerar esta iniciativa como una rendición ante China, quizá los votantes agradecerían el abaratamiento de los bienes de consumo. Con todo, para algunos expertos el efecto sería insignificante: aproximadamente de solo un 0,3%, según un estudio del Instituto Peterson, que se traduciría en una bajada de la inflación del 9,1% al 8,8%.

En su afán por combatir la impopular inflación, Biden ha propuesto otros instrumentos como la suspensión de los impuestos sobre la gasolina y la cancelación de algunos préstamos para estudiantes. Si saliera adelante su plan Build Back Better (Reconstruir Mejor) −y el senador Manchin ha prometido que no lo hará−, se abaratarían los medicamentos con receta y se otorgarían incentivos fiscales a las energías limpias, contribuyendo así a disminuir la inflación. El mandatario estadounidense también está negociando con socios comerciales la agilización de los tiempos de despacho en los puertos, pero, dado el agravamiento de la pandemia en China, la tensión en la cadena de suministro persistirá a corto plazo.

El tope al precio del petróleo que Biden propuso a principios de mes a los países del G7 también rebajaría la inflación, al limitar el precio de compra del crudo ruso en los mercados mundiales. Este plan tiene detractores y muchos dudan de su viabilidad, pese a que, si se adoptara y funcionara, reduciría la inflación y privaría a Putin de financiación para su guerra.

En todo caso, todas estas iniciativas podrían llegar demasiado tarde. Mientras en muchos mercados cae el precio de las acciones y los bonos y siguen hundiéndose las criptomonedas, ha surgido una nueva variable antiinflacionaria: la caída del precio de las materias primas. Los especuladores, que atisban una recesión a corto plazo, están vendiéndolas. De hecho, el índice S&P GSCI de precios agrícolas ha caído un 28% desde su máximo histórico de mediados de mayo y el precio del barril de crudo Brent se ha situado por debajo de los US$ 95, su mínimo desde abril. El precio de la gasolina ha caído tan rápido en Estados Unidos −19 céntimos el galón en dos semanas− que la cadena televisiva de ultraderecha Fox News se ha atrevido a criticar la tendencia.

Evidentemente, se trata de una buena noticia en la evolución de la inflación que procede precisamente del lado correcto, el de la oferta. Si continúan los descensos, la inflación se resolverá por sí sola a corto plazo, pero no podemos olvidar que la causa subyacente a la caída de los precios es que los especuladores temen una inminente recesión por el encarecimiento de los préstamos.

¿Hay probabilidades de que esto ocurra? En tiempos tan convulsos como el actual es difícil saber qué ocurrirá. Durante la redacción de este artículo las previsiones para los precios mundiales del barril de petróleo oscilaban los US$ 65 de Citi y los US$ 380 de JP Morgan si Rusia suspende la producción en respuesta al plan del G7. Si acertaran Citi y los especuladores, la atención de la opinión pública volvería a trasladarse inmediatamente a dos indicadores igual de críticos: el crecimiento del PIB y el desempleo. El problema de la inflación, pues, desaparece durante las recesiones, así que, como suele decirse, tenga cuidado con lo que se desea.

Autores

Gayle Allard