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Entérese de la sobre carga del sistema previsional de Brasil
Viernes, Abril 25, 2014 - 16:42

El agujero previsional brasileño sigue creciendo y comienza a asomarse como uno de los temas candentes de las próximas elecciones presidenciales.

Hace cinco años Luiz Nivaldo Magro Junior estuvo a punto de ver interrumpida su vida laboral antes de cumplir los 40. Magro Junior, un conductor de motoniveladoras, trabajaba para la municipalidad de Piracicaba, una ciudad del interior paulista, y debió dejar el trabajo por fuertes dolores en el hombro derecho. Durante un año su sueldo lo pagó la asistencia por invalidez del municipio, hasta que fue llamado por una junta médica para estudiar su caso. En dos meses volvió al trabajo, ahora como conductor de vehículos livianos.

“Nuestro trabajo consiste fundamentalmente en convencer al individuo de que todavía es capaz, sobre la base de sus habilidades”, afirma Rubens Ceci Motta, coordinador y uno de los creadores del programa de rehabilitación profesional de la ciudad. 

El proceso que siguió Magro Junior está siendo estudiado por el gobierno federal, pues Piracicaba ha sido un municipio pionero en lidiar con el alza de los gastos por licencias de invalidez y enfermedad en el sistema público. El año pasado el Régimen General de Previsión Social (RPGS, por sus siglas en portugués) recaudó un total de US$156.000 millones, 4,8% más que en 2012. Pero los gastos aumentaron en 6,1% a US$182.000 millones, dejando las cuentas en rojo. Entre los principales motivos esgrimidos para explicar el agujero están el reajuste de los beneficios por encima de la inflación y el pago de pasivos judiciales y revisiones administrativas. Pero pesa también el aumento natural en la base de beneficiarios del RPGS en 3,8% (1,2 millón de personas), que en algunas partidas supera ampliamente el aumento de las jubilaciones. Es el caso de la asistencia y jubilación por enfermedad. 

En la actualidad 3,1 millones de brasileños reciben este tipo de beneficios. Más aún, en 2013 se concedieron en Brasil 193.000 jubilaciones por invalidez, 16,7% del total. El promedio internacional es de 10%. 

Piracicaba lleva más de una década con su sistema multidisciplinario de rehabilitación. “En algunas secretarías el número de solicitudes de jubilación por enfermedad llegaba a un tercio de la fuerza de trabajo”, recuerda Motta. “Nuestro índice de jubilación era cinco o seis veces mayor que en la empresa privada”. 

El sistema implantado en 2005 cambió las reglas. Ya no bastaba el certificado médico; el profesional que lo emitía debía defender su diagnóstico ante una junta integrada por varios especialistas. En dos años el número de pedidos de jubilación anticipada cayó a más de la mitad. “Si era fraude o exageración, no lo puedo afirmar”, dice Motta.

En el RPGS los números y la complejidad del sistema son por cierto mucho mayores. Según Fabio Giambiagi, especialista en finanzas públicas y previsión social, durante la década pasada una combinación de fraudes y mayor difusión de los criterios para tener derecho a los beneficios hizo saltar el número de beneficiarios de menos de 500.000 a casi 1,5 millón. Medidas administrativas como las adoptadas por la municipalidad de Piracicaba logaron hacer caer el número, pero el especialista dice que han vuelto a crecer. “Basta mirar los datos para ver que el problema existe”, dice Giambiagi. En la evaluación del gobierno, buena parte del aumento en los últimos años se debe a casos legítimos, y refleja los cambios en el perfil laboral de los brasileños. La idea no es afectar los derechos adquiridos, dicen en el ministerio de Seguridad Social, pero existe la percepción de que un programa enfocado en la rehabilitación profesional puede ayudar a reducir el déficit. Confían que escalando programas como el de Piracicaba podrían ahorrarse unos US$50.000 millones en los próximos 10 años.

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“Para ser aplicado a nivel nacional nuestro programa necesitaría ajustes, pero podría funcionar”, dice Motta, quien afirma haberse reunido con el comité interministerial que estudia el problema. 

Brasil envejece. Los ajustes al sistema de asistencia por enfermedad son bienvenidos, pero para los especialistas en previsión social, tanto a la izquierda como a la derecha del espectro político, el problema mayor del sistema es cómo lidiar con el envejecimiento de la población y el aumento de las expectativas de vida. “Cuando el sistema fue diseñado no se contaba con lo que las personas viven hoy después de jubilarse”, afirma José Matías-Pereira, profesor de administración pública de la Universidad de Brasilia y autor de varios artículos sobre el tema.

El modelo brasileño es de reparto y recauda recursos de empleadores, descuentos por planilla y otros impuestos y contribuciones. Pero dada la inversión de la pirámide demográfica, la relación entre contribuyentes y beneficiarios se alterará de manera tal que cada vez será más difícil cerrar el déficit. Tal como en Francia y otros países europeos. 

En los últimos años el problema pareció retroceder debido al aumento en el índice de formalización de la economía brasileña, el incremento de la renta media de las familias y a mejoras en los mecanismos de fiscalización. Entre 2009 y 2011 el déficit cayó en casi US$7.500 millones, pero en los dos últimos años volvió a subir. “El gobierno de Dilma comenzó a ir en el sentido contrario, a reducir los ingresos del sistema cuando podríamos haber recaudado mucho más”, dice Rosa María Marques, profesora del departamento de economía de PUC São Paulo y autora del libro Protección social y mercado del trabajo.

La culpa estaría en incentivos concedidos por el gobierno a una serie de sectores, consistentes en sustituir la contribución por planilla por un pago único equivalente a 2% de la facturación bruta. Marques es de las que creen en equilibrar las cuentas previsionales con algún tipo de impuesto a las operaciones financieras. Más comunes son las propuestas que siguen lo realizado en países europeos con altas tasas de envejecimiento y problemas fiscales. Suelen combinar aumentos en la edad de jubilación (especialmente de las mujeres), reducción de los porcentajes de reajuste por inflación y otros castigos al jubilado. 

Entre las propuestas más radicales están las que abogan por la adopción de un sistema de capitalización individual como el chileno, cosa que se discutió en Brasil en los años 90. “Con la inversión de la pirámide demográfica el modelo actual va aguas abajo”, dice Samy Dana, profesor de la Fundación Getúlio Vargas en São Paulo. “Es evidente que el gobierno debe hacer política social, pero con otros recursos, no usando la previsión”.

La principal crítica en Brasil al modelo de capitalización es el costo de la transición. “¿Quién pagaría la cuenta?”, se pregunta Marques. “Estamos hablando de miles de millones de dólares por mes”. Si la nueva generación dejase de contribuir y comenzase a depositar en cuentas individuales, el agujero previsional dejaría pálidos los actuales US$25.000 millones en rojo. Y el déficit duraría no sólo hasta que muriese el último contribuyente del modelo solidario, sino sus dependientes con derecho a beneficios.

Los adeptos al modelo de capitalización rebaten este argumento con el de la inevitabilidad. “Si el sistema va a morir igual, es mejor buscar una manera de iniciar tempranamente la transición y fuentes de financiamiento para abordarla”, dice Dana.

El tema es caliente en período electoral y tiene todo para volver a la pauta este año. Más aún si es uno de los flancos del gobierno de Dilma. Eduardo Campos, Aécio Neves y Marina Silva, potenciales adversarios de la presidenta en las urnas, fueron contactados para este reportaje, pero declinaron participar. Durante su gestión a cargo del estado de Pernambuco, Campos implantó un modelo de capitalización con un techo legal equivalente al del sistema público (US$2.500 por persona). Se asemeja al que propuso Marina Silva en las elecciones de 2010.  El Instituto Millenium, al que pertenece Giambiagi, concentra buena parte de la intelectualidad y de la academia alineada con el Partido Socialdemócrata de Aécio Neves. Rosa María Marques está vinculada con el Partido Socialista (PSOL). Sin embargo, ninguna de las soluciones que están sobre la mesa cuenta con un mínimo de unanimidad. Falta saber quién tendrá el coraje de meterse de lleno en el avispero. 

Autores

Dubes Sônego