Cada vez es más habitual que las faltas por enfermedad desaparezcan del vocabulario de las oficinas.
ElObservador.com.uy. Adam Toren recuerda la última vez que se arrastró hasta la cama, se cubrió con las cobijas por completo y se tomó un día de descanso por enfermedad. “Toda mi familia fue azotada por la gripe en 2006 aproximadamente”, contó Toren, un escritor y empresario del sector tecnológico. “Espero que esa haya sido la última vez”.
Trece años después, Toren, quien vive en Phoenix, dice que no ha vuelto a faltar al trabajo por enfermedad, algo de lo que está sumamente orgulloso. Para seguir así, “monitoreo mis ciclos de sueño”, afirmó, y enumeró las cosas que cree que lo mantienen saludable. “No bebo café, tomo tés artesanales: Gyukuro, un té japonés. También consumo cúrcuma y resveratrol”, un suplemento.
Es probable que el índice de asistencia al trabajo de Toren sea atípico, pero cada vez es más habitual que las faltas por enfermedad desaparezcan del vocabulario de las oficinas, aun en temporada de contagios de gripe. En otra época, una falta por enfermedad era solo eso, un día lejos del trabajo para concentrarse en la recuperación (o al menos para fingir hacerlo: recuerda la película Un experto en diversión).
Pero en años recientes, la definición se ha enturbiado y se ha convertido en el reflejo de nuestras vidas laborales altamente competitivas de veinticuatro horas al día, los siete días de la semana. La definición cambiante de la oficina y su mayor portabilidad (gracias al trabajo a distancia y al incremento de los trabajadores independientes de la economía de proyectos por encargo, o gig economy) están provocando que las faltas por enfermedad sean algo del pasado, por lo menos en algunos tipos de empleo.
“Incluso si te tomas un día por estar enfermo, sigues enviando correos electrónicos por la mañana y reportándote por la tarde”, comentó Kit Warchol, directora de mercadotecnia de contenidos de Skillcrush, una escuela de codificación en línea. “Se ha vuelto una especie de costumbre escribirles a tus colegas para decirles que trabajarás desde casa”.
Eso es lo que hizo la jueza Ruth Bader Ginsburg, cuando no pudo estar presente en la Corte Suprema para escuchar los alegatos de un caso mientras se recuperaba de una cirugía por cáncer. El presidente de la Corte Suprema, John Roberts, dijo que Bader participaría desde su casa.
Trabajar sintiéndose mal
Trabajar desde casa puede sonar relajante, pero la parte de “trabajar” en esta frase subraya las expectativas que la acompañan: estar disponible para revisar y responder correos electrónicos, conectarte a alguna conferencia telefónica y, en general, ser productivo aunque te sientas muy mal. En un trabajo anterior, Warchol enfermó de gripe y fue a dar a la sala de espera de un médico. Como tenía tiempo muerto y un teléfono en las manos, terminó escribiendo correos electrónicos. “Los teléfonos inteligentes han cambiado muchas cosas”, dijo.
Los empleados de Skillcrush trabajan a distancia (Warchol vive en Los Ángeles) y la compañía tiene una política de horarios flexibles. En ella no se delimita en forma clara lo que tradicionalmente llamamos faltas por enfermedad, sino que confía en que los trabajadores administren su tiempo con responsabilidad y se comuniquen con sus colegas en caso de que no puedan trabajar a causa de una enfermedad u alguna otra circunstancia.
Cuando Warchol sufrió los efectos de un resfriado a finales del año pasado pasado, unas cuantas semanas después de comenzar a trabajar, eso significó para ella “escribir en la mañana, cuando estaba totalmente despierta y acababa de tomar un antigripal que no produce somnolencia. Luego, por la tarde, le comunicaba a mi equipo en Slack que iba a desconectarme por un rato”. Warchol decidió trabajar agripada para no experimentar “la ansiedad de atrasarse demasiado”, explicó, lo que implica aceptar mayores cargas de trabajo ante los recortes de personal en las empresas o la suspensión de contrataciones (o en empresas emergentes).
Algunos trabajadores podrían sentirse temerosos de ausentarse un día completo a causa de alguna enfermedad y parecer prescindibles a sus patrones. Como lo planteó Warchol: “¿Acaso podría interpretarse como una señal de falta de lealtad o tenacidad?”. Estas son preocupaciones que inquietan en especial a los trabajadores independientes que no cuentan con una seguridad laboral.
Mark J. Marsen, director de recursos humanos de Allies for Health & Well Being, una agencia en Pittsburgh para pacientes con VIH y otras enfermedades de transmisión sexual, afirmó que las faltas por enfermedad “están sanas y salvas” en su empresa, aunque la semántica ha cambiado. “Les llamamos días de emergencia personal”, dijo Marsen. Ampliar la definición les da a los trabajadores mayor privacidad, dijo Marsen. También permite incluir la salud mental o la salud de algún hijo u otro familiar enfermo que requiera cuidado y dependa del trabajador.
El trabajador ya no debe “convencer” de su enfermedad al jefe con una lista de síntomas. Los días personales significan que “no puedes trabajar por alguna razón”, explicó Marsen.
El mes pasado, Marsen se resfrió durante un viaje y faltó dos días al trabajo. Al tercer día, según contó, se sintió suficientemente bien para trabajar desde casa, entonces revisó su correo electrónico y se deshizo de la basura de su bandeja de entrada. “Es revitalizante”, dijo. No obstante, ¿acaso no es dañino no tomar nunca un día libre para desconectarte por completo de tu trabajo y recuperarte? Warchol, por su parte, agradece la flexibilidad del nuevo modelo. En el puesto de barista que ocupó al salir de la universidad (y en muchos otros empleos), trabajar desde casa nunca fue una opción.
“No importaba si despertaba con dolor de garganta. Me presentaba a las seis de la mañana para preparar el café de los clientes”, contó Warchol. “Hay cierto privilegio en no tener que faltar unos días por enfermedad porque puedes trabajar desde tu cama”.
*Por Steven Kurutz.
FOTO: PEXELS.COM