Pasar al contenido principal

ES / EN

Boca Poza: una isla salvadoreña entre el mar y el cañaveral
Mié, 10/10/2012 - 13:25

Miguel Huezo Mixco

Boca Poza: una isla salvadoreña entre el mar y el cañaveral
Miguel Huezo Mixco

Miguel Huezo Mixco es gerente de productos de conocimiento y comunicaciones del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo El Salvador.

Boca Poza es una isla al lado del mar. Está a solo unos minutos de la carretera del litoral, que corre al lado de la franja costera salvadoreña, pero allí el tiempo se ha detenido. A Boca Poza se llega a través de una estrecha calle de tierra rodeada de cañaverales.

Nos sentamos a la sombra de un árbol con un grupo que incluía tres generaciones de mujeres. Doña Prudencia, la de más edad, nos relata su llegada a ese trozo de playa de arena volcánica hace 54 años. “Mi marido y yo fuimos los primeros en llegar aquí. Vivíamos de la pesca”. El lugar está habitado ahora por 35 familias. Todos sus integrantes son parientes entre sí.

Uno de los colegas de nuestro grupo escribe en un cartel las realidades que más les pesan a ellas: carecen de trabajo permanente y sus pocas ganancias se producen durante la breve temporada de corta de caña; la escuela es inaccesible para los niños y niñas, pues el centro escolar más próximo está al otro lado de uno de los ríos que rodean el caserío; tampoco son propietarios de las tierras donde han construido sus casas y temen ser desalojados en cualquier momento; todas advierten la situación de aislamiento en que viven, pues no hay transporte que comunique al caserío con la carretera; las más jóvenes señalan que se ha dado el caso de mujeres que son agredidas por malhechores que se ocultan entre los tupidos cañales.

Cuando, señalando al cartelón, le pido a doña Prudencia que me indique cuál entre todas las situaciones escritas es la que más quisiera cambiar, me responde, tras un breve silencio, que no sabe leer ni escribir. Dirigimos la conversación hacia ese tema. Así sabemos que en Boca Poza prevalece una cultura que establece que no vale la pena que las mujeres estudien, algo que ellas aceptan con resignación pero también con frustración.

La pobreza es un laberinto de paradojas. Una de las jóvenes indica que durante los inviernos, cuando la marea sube y los dos ríos que rodean la comunidad se desbordan, el lugar se convierte en una auténtica poza que anega las casas y daña sus cultivos de subsistencia. Les pregunto si largarse de allí, fuera del país, como lo han hecho 3 de cada 10 salvadoreños, representa una opción. Todas mueven la cabeza, diciendo “no”.

-¿Por qué? -insisto.

-Aquí nos sentimos más libres -dice una de ellas-.

Y las demás asienten.

El PNUD en El Salvador está llevando a cabo una investigación de campo para entender el fenómeno de la pobreza desde la perspectiva de quienes la viven. El equipo a cargo ha recorrido muchas comunidades, urbanas y rurales, junto a los jóvenes voluntarios de Techo-El Salvador, quienes los ayudaron a contactar a los participantes de los numerosos grupos focales. Esta iniciativa es parte del proyecto de creación del Índice de pobreza multidimensional, implementado por el PNUD a petición del gobierno de El Salvador, con el apoyo financiero del Gran Ducado de Luxemburgo.

*Esta columna fue publicada originalmente en la revista Humanum del PNUD.

Países