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Carnicería humana en Siria
Mar, 20/03/2012 - 09:27

Hernán Pérez Loose

Fujimorato judicial
Hernán Pérez Loose

Hernán Pérez Loose es analista político ecuatoriano.

La República Árabe Siria -conocida simplemente como Siria- se encuentra bajo estado de emergencia desde 1963, y desde 1970 el gobierno ha estado en manos de una sola familia, la familia Asad. El actual presidente Bashar al-Asad es hijo de Hafez al-Asad quien gobernó desde 1970 hasta 2000, año en que su hijo asumió el poder. Lo admirable del pueblo sirio no es su férrea voluntad de derrumbar una de las más longevas dictaduras de los tiempos modernos, sino el que haya podido soportar por tantos años semejante régimen. Cuarenta y dos años bajo el dominio de una dinastía familiar no es poca cosa. Probablemente solo la familia Castro haya gobernado -en su caso en Cuba- por más años.

La Constitución declara a Siria un Estado socialista laico, aunque reconoce al islam como la religión mayoritaria. El Partido del Renacimiento Árabe Socialista, al que también se lo llama Baaz o Baath (que quiere decir en árabe “renacimiento”) es reconocido constitucionalmente como el partido encargado de liderar el Estado sirio. El partido es controlado por la familia Asad.

No es de extrañar que en los 42 años de dominio de la familia al-Asad el pueblo sirio no haya experimentado las libertades propias de una democracia. El estado de sitio permanente bajo el que viven los sirios ha facilitado la acumulación de poder en manos del presidente y su familia. La división de poderes no existe en la práctica, como no existe espacio para la oposición o para medios de comunicación independientes o para la vigencia de los derechos humanos. Durante las décadas de gobierno de los Asad el régimen sirio ha reprimido con brutalidad todo intento de democratización.

Cuando falleció el padre del actual presidente sirio, algunos líderes occidentales albergaron la esperanza que su hijo iba a liderar la democratización de ese país. El joven al-Asad hasta fue invitado por Sarkozy a la celebración del Día de la Bastilla en 2008. Pero al-Asad no mostró interés en cambiar el régimen político de Siria.

Hasta que el año pasado el pueblo sirio le dijo basta a la dictadura. Entusiasmados por la corriente democratizadora que vive el mundo árabe desde hace pocos años, las primeras manifestaciones aisladas fueron tomando cuerpo. El gobierno ha respondido con indecible fuerza, matando criminalmente a civiles, torturando a opositores y bombardeando pueblos. El camino a Damasco está hoy teñido de sangre.

La caída de al-Asad es cosa de tiempo, tal como sucedió en Egipto y Libia. Es deplorable que el costo humano de una democracia sea tan alto. Como es deplorable el que haya gobiernos que defiendan a una tiranía tan sanguinaria como esta bajo el argumento de respetar su soberanía. Es increíble que a estas alturas de la historia política haya líderes que sigan pensando que la soberanía de un Estado descansa en sus gobernantes, y no en su pueblo. Y peor si se trata de gobiernos de una familia cuya permanencia en el poder ha estado apuntalada en el terror y la fuerza.

*Esta columna fue publicada originalmente en ElUniverso.com.

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