Los buenos flujos de inversión hacia Chile, sumados al buen manejo de las finanzas públicas, positiva imagen país y fuerte crecimiento económico, han llevado a Chile a ser el líder en competitividad en la región y uno de los países mejor calificados competitivos del mundo en este ámbito, según los últimos ránkings elaborados por el World Economic Forum (WEF) y de la escuela de negocios IMD, en Suiza.

Hoy, la tecnología tiene el potencial de jugar un rol preponderante en impulsar esta competitividad; los países pueden tomar ventaja de la tecnología en la medida en que busquen construir economías cada vez más enfocadas en la exportación de productos y servicios con valor agregado, y ya no tanto de recursos naturales.

Pero ¿cuáles son los factores que pueden ayudar a un país a crear un marco de competitividad de largo plazo?

En primera instancia, existen cuatro requisitos básicos que deben ser el punto de partida para alcanzar la competitividad: educación, salud, seguridad pública y transparencia. La tecnología ofrece oportunidades para mejorar la calidad en cada una de estas dimensiones y al mismo tiempo reducir costos.

En un segundo nivel se ubican los llamados “amplificadores de eficiencia”: seguridad, privacidad, soberanía de datos y apertura. Cuando un país es capaz de lograr una transformación en estos factores, el próximo paso lógico es hacer un uso productivo y eficiente de los recursos humanos y naturales, especialmente cuando se relaciona a productos y servicios con valor agregado.

Es así como llegamos a un tercer nivel, donde los factores esenciales son el desarrollo de la fuerza de trabajo, creación de empleo y sustentabilidad ambiental. Finalmente, el desarrollo de clusters económicos puede sentar las bases para que emerjan industrias nuevas y exitosas.

Todas estas condiciones se deben desarrollar en un entorno en que conviven iniciativas gubernamentales con inversiones del sector privado, con la participación de ONGs, entre otros actores.

Durante los últimos años, hemos visto un desarrollo en las condiciones competitivas mencionadas. Sin embargo, es necesario fortalecerlas para que Chile siga siendo el líder de la región y en este sentido, la agenda común que logre establecer el empresariado y el gobierno, se torne uno de los factores determinantes para dar el paso definitivo.