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Dos advertencias de Erdogan
Jue, 12/09/2019 - 09:41

Esther Shabot

Amos Oz, más allá de la literatura
Esther Shabot

Esther Shabot Askenazi es licenciada en Sociología de la UNAM (1980, México), con estudios de maestría en Sociología en la UNAM y con especialización en Estudios Judaicos en la Universidad Iberoamericana (1982-1985). De 1983 a 1986 fue colaboradora semanal del periódico "El Nacional", tratando asuntos del Oriente Medio. Desde 1986 hasta la fecha es editorialista semanal en el periódico Excélsior, donde trata asuntos internacionales.

Casi simultáneamente, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, lanzó a la comunidad internacional dos advertencias que bien podrían ser interpretadas como amenazas. La primera, que si su nación no recibe una ayuda más sustantiva para mantener las condiciones de vida de los 3,6 millones de refugiados sirios y de muchos otros miles de iraquíes y afganos que alberga dentro de sus fronteras, se verá obligado a "abrir las puertas", lo cual significa que alentará el flujo de gran parte de ellos hacia Europa. Lo que pretende Erdogan al hablar así es ejercer presión para que se inviertan recursos económicos con objeto de crear una zona protegida en el noreste de Siria, a lo largo de los 450 kilómetros de la frontera sirio-turca, a donde puedan regresar un millón de los sirios que actualmente se hallan refugiados en Turquía.

En un reciente discurso emitido por la televisión turca, Erdogan, al mencionar el monto de los 40 mil millones de dólares gastados por su gobierno en el asilo a los sirios, preguntó si era justo que su país cargara con ese paquete él sólo. El mandatario argumenta que a pesar de que la Unión Europea prometió aportar 6.6 mil millones de dólares para ese objetivo, solamente poco menos de la mitad de ese monto había llegado. Tal vez estemos forzados a abrir nuestras puertas para conseguir ese apoyo, dijo. Porque, además, Erdogan sabe que una nueva oleada de aspirantes al refugio en Turquía está por producirse ahora que el gobierno sirio avanza para desmantelar el último foco de resistencia rebelde en Idlib, de donde la población civil intenta escapar a como dé lugar.

La segunda advertencia, expresada por el mismo Erdogan en el aniversario número 100 del Congreso de Sivas –un evento clave para la independencia turca–, consistió en el anuncio de que las naciones integrantes del club atómico no pueden seguir limitando la posibilidad de que Turquía desarrolle armamento nuclear. Aun cuando Turquía es signataria del Tratado de No Proliferación Nuclear, para el mandatario de Ankara es inadmisible que siendo su país un poder regional de primer nivel, no cuente con esa facultad.

No hay que olvidar que actualmente prevalece una atmósfera de tensión internacional por las pruebas nucleares de Corea del Norte y por el conflicto hoy en curso entre la administración de Trump y Teherán. En este último caso, preocupa que, en represalia contra las sanciones de Washington, el régimen iraní esté por iniciar de nueva cuenta la operación de sus centrifugadoras para enriquecer uranio al 20%, lo cual ha abierto otra vez la Caja de Pandora de las ambiciones nucleares de varios actores regionales. Ya habíamos dado cuenta en este espacio que también Arabia Saudita ha dado señales de su intención de sumarse a esta carrera, muy alentada, paradójicamente, por el propio Trump, quien al parecer ha estado dispuesto a hacer negocios con el Reino Saudita en esa área.

Sin embargo, analistas expertos en estos temas consideran que las declaraciones de Erdogan en ese sentido son más una expresión derivada de su populismo y su necesidad de alardear para posicionarse en las primeras filas de las potencias regionales, que de una intención seria de incursionar en el espinoso y complicado camino de un desarrollo nuclear con fines bélicos. Las complicaciones por romper sus compromisos de no proliferación serían enormes y, además, Turquía es miembro de la OTAN lo cual le brinda un paraguas defensivo importante, de tal forma que los incentivos reales para obtener capacidad militar nuclear son escasos.

En todo caso, Erdogan parece estar interesado en hacer uso del bluff de declaraciones provocadoras para recordarle que, sobre todo a Occidente, a pesar de su pertenencia a la OTAN, tiene la posibilidad de enfilarse por rutas alternativas si así lo considera conveniente para sus intereses. Su visita de la semana pasada a Moscú donde interactuó de manera especialmente cordial con el presidente Putin, al igual que su osadía en adquirir recientemente los sistemas de misiles defensivos rusos S-400, no obstante las objeciones de Estados Unidos, están en la misma línea. El aspirante a renovado sultán turco sigue estando inclinado a jugar cartas arriesgadas en las relaciones internacionales para reforzar cada vez más una nueva imagen de independencia y no alineamiento con ningún bloque.

*Esta columna fue publicada originalmente en Excélsior.com.mx.

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