No nos confundamos. Una cosa es que El Chapo Guzmán sea un personaje mediáticamente atractivo y otra muy diferente que se convierta en celebridad. Desde luego que sus historias, como las de todos los grandes bandidos, despiertan interés en el público. Pero algo está muy mal cuando una sociedad cruza la frontera y transforma a un criminal en un famoso que merece respeto y aplausos.
Eso es lo que quería precisamente El Chapo: gloria mediática y reconocimiento social. Se trata de un error común y corriente de los grandes capos del crimen organizado. Lo que más les conviene para su negocio es mantenerse en las sombras. No destacar. Ser lo más discreto posible. Los reflectores siempre afectan sus negocios. Pero, ¿de qué sirve amasar una fortuna de millones de dólares sin poder salir en la televisión, vestir buenos trajes, seducir actrices y convivir con las élites del país? Bien decía Maslow que el hombre, una vez que asegura sus necesidades básicas, de seguridad y protección, busca la aceptación social.
Consolidado su imperio de tráfico de drogas, Pablo Escobar quiso dar el salto a la política colombiana. Ahí comenzaron sus problemas. Fue un craso error: atrajo los reflectores mediáticos hacia su empresa ilegal. John Gotti, jefe de la mafia neoyorquina, es otro ejemplo. A diferencia de sus predecesores, le encantaban el glamur citadino y la atención mediática. El Don del Teflón logró atraer no sólo a los medios sino al FBI que acabó capturándolo, procesándolo y encarcelándolo.
El Chapo también quería fama. Estaba buscando a alguien que escribiera su biografía. Para tal efecto, contactaron al escritor Diego Fonseca. Además pretendía filmar una película sobre su vida. Hoy sabemos que estaba en contacto con Kate del Castillo quien había interpretado a la Reina del Sur. Algo estaban negociando. Mientras tanto, la actriz lo convenció de reunirse con el actor estadounidense Sean Penn para una entrevista. A El Chapo le ganó el ego y aceptó. Craso error. A estos personajes nunca les conviene atraer los reflectores, mucho menos cuando son fugitivos de la justicia.
Lo peor es que Penn acabó escribiendo un artículo anodino sobre la visita de un famoso actor de Hollywood a un bandolero que quiere hacerse pasar como buen chico. El Chapo, ataviado con camisa de seda, presume su flota de submarinos, aviones, camiones y barcos para traficar heroína, metanfetaminas, cocaína y mariguana. Nada mal para el desvalido niño que se convirtió en narcotraficante por la falta de oportunidades en la sierra de Sinaloa. He aquí el relato de un gran hombre de negocios que además es un buen hijo y padre. Un caballero que escolta a la bella Kate del Castillo a su cama sin tocarle un pelo. Un muy discreto gentilhombre que no dice nada cuando Sean Penn suelta una flatulencia. Imposible, desde luego, preguntarle a El Chapo sobre los huérfanos que ha dejado en el camino, las torturas a sus víctimas, los múltiples asesinatos o la corrupción. No. A las celebridades no se les puede molestar con estas nimiedades.
Nuestra sociedad ha creado una industria muy rentable alrededor de la celebridad. El problema es que cada vez se ha ampliado más el círculo de los famosos. Hoy no sólo comprende a cantantes, actores y deportistas sino a mamarrachos con ínfulas aristocráticas, políticos indiscretos y ahora, en el colmo, a criminales de la peor calaña. Todo con el fin de saciar el apetito de conocer cómo se visten y divierten los famosos, los interiores de sus casas y sus viajes por lugares exóticos.
Siempre ha habido, y seguirá habiendo, un interés natural por los maleantes que hacen cosas que los demás no estamos dispuestos a hacer. Nos cautiva su desdén por los límites morales y legales. Eso lo puedo entender. Lo que me rebasa es otorgarles el estatus de celebridad a matones como Escobar, Guzmán o Gotti. Gente así no puede ni debe ser considerada como modelo social.
El mundo de las celebridades se ha ido ampliando tanto que ya no sólo hay personajes con virtudes y talentos sino tipejos dispuestos a realizar todo tipo de obscenidades para autopromocionarse. Pero, ¿de verdad queremos mover la frontera aún más para incluir a personajes viles, corruptos, deshonestos, viciosos y perversos como El Chapo Guzmán?
*Esta columna fue publicada originalmente en Excelsior.com.mx.