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El desconocido Reino de Bahréin
Jue, 10/03/2011 - 14:55

Moisés Bittán

Al fin del día... un acuerdo entre Colombia y Venezuela
Moisés Bittán

Consultor internacional, Magíster en Ciencias Económicas, presidente de la Cámara de Comercio e Industria Venezolana Peruana (CAVEPERÚ), y presidente de la comisión de Cámaras Binacionales de Fedecámaras.

Al año 2010, el Reino de Bahréin tenía una población de casi novecientos mil habitantes, de los cuales, aproximadamente el 62% son nacidos en el país y el restante 38% son inmigrantes, en su mayoría africanos y asiáticos. Muchos bahreníes son de origen árabe, aunque algunas tribus son de origen persa. El país comprende un archipiélago de 33 islas y cuya superficie es apenas de 620 km2. Este país pudo disfrutar en su momento de un gran crecimiento comercial y económico gracias a la construcción del Canal de Suez a finales del siglo XIX, lo que en definitiva marcó su carácter de vocación cosmopolita desde entonces.

Su economía está basada fundamentalmente en el petróleo y en los servicios conexos. En 1932 comenzó a explotarse el primer pozo de petróleo de la región, que aunque es de tamaño modesto, la producción de crudo ha permitido la modernización del Estado. Existen importantes reservas de gas natural (180.000 millones de m³) y otro tipo de actividades industriales: refinería de petróleo que procesa petróleo de Sudán; fundición de aluminio (120.000 t/año) que importa el mineral de bauxita de ultramar, y fábricas de cemento.

En un esfuerzo del país en diversificar sus actividades económicas, el sector servicio cada vez tiene una mayor repercusión en la economía del archipiélago, debido al papel de plaza financiera internacional de gran actividad. Bahréin es sede de numerosos bancos, dispone de zona franca de relevante actividad y ha desarrollado una importante infraestructura portuaria y de comunicaciones por vía terrestre.

Este pequeño país mezcla una infraestructura de una modernidad de punta con una identidad de grandes rasgos persas, sólo que a diferencia de otras naciones de la zona, su economía no es sólo un reflejo de la magnitud de su riqueza petrolífera, sino que está unida también al intercambio económico con Arabia Saudita y la creación de una población autóctona de clase media. Este hecho único se traduce en que Baréin tiende a ser más liberal y progresista que sus vecinos.

Es muy prolífico en cuanto a la publicación de libros. En comparación, la media del total de la región, según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (Pnud), por lo que, por habitante, en Bahréin es casi de treinta veces más títulos por habitante que sus pares en la región, lo que deja traslucir la valoración que este pequeño país le da a la educación y la cultura.

Revueltas populares e impacto económico. La dinastía reinante desde hace dos siglos es sunita (30% de la población). Esto da pie a cierta discriminación, ya que los chiitas (70% de la población) constituyen el 80% de la fuerza de trabajo, pero muy pocos de ellos laboran en la administración pública. Más de dos tercios de los mil agentes del aparato de seguridad nacional son de origen jordano, egipcio, paquistaní y el resto, sobre todo, son de creencia sunita. En los últimos 40 años la autocracia es ejercida por su Rey y gran parte de su familia.

El 14 de febrero se iniciaron las manifestaciones contra un régimen que practica la marginalización, el sectarismo y la represión. La manifestación se inició pacíficamente, pero luego se tornó violenta, dando como resultado numerosas personas fallecidas y heridas, aumentando aún más las protestas.

La situación en Bahréin es preocupante, varios países de la comunidad internacional y algunos organismos multilaterales han instado al rey y a otros miembros de la familia real a no reprimir y negociar con los factores opositores algunas reformas políticas de inclusión social. Se teme que el peso de tantos excluidos chiitas dé pie a que células de Al Qaeda u otras organizaciones radicales puedan activar planes desestabilizadores de corte terrorista.

Debe considerarse que la mejor prevención contra el terrorismo no es la intervención militar, sino la democratización de estos países bajo los parámetros propios de estas culturas, que en su riqueza cultural y filosófica cuentan también con mecanismos pacificadores singulares.

Las revueltas sociales ya han provocado la caída de los regímenes autocráticos de Túnez y Egipto; las que actualmente se suscitan con extrema crudeza en Libia, donde la transición hacia gobiernos democráticos será compleja y puede conllevar oleadas de inmigración, sobre todo hacia Europa, aún son muy inciertas en su devenir a mediano plazo.

Las tensiones de estos países árabes se han extendido también a este reinado de corte persa. En cada país, la crisis tiene sus propias particularidades y debe analizarse cada caso de manera singular.

La transición de regímenes autoritarios a sistemas más democráticos, o bien, la resistencia de estos primeros a los cambios, abren nuevos frentes de riesgo en una región donde factores geopolíticos, étnicos y religiosos ejercen importantes presiones en la estabilidad de la gobernabilidad de dichos pueblos.

Su efecto en la economía global sobre los precios de las materias primas energéticas supone un impacto severo en la oferta para una economía mundial aún vulnerable. Las tensiones inflacionarias están acentuándose debido, principalmente, al ascenso persistente del precio de las materias primas, que se apoya en múltiples factores: crecimiento global dinámico, elevada liquidez global, restricciones de oferta y aumento del riesgo geopolítico. Al menos, a corto plazo, todos ellos seguirán presionando al alza sobre la inflación. El efecto multiplicador de los precios petroleros, en buena parte del procesamiento de las materias primas, es decisivo.

Bahréin, a pesar de tener algunas marcadas diferencias con Egipto, Túnez y Libia, tiene como común denominador varios aspectos, como la gran influencia de la actividad petrolera en su economía y regímenes autocráticos excluyentes muy longevos. De allí que no debería de extrañarnos que en otros países, donde se conjuguen gobiernos longevos de corte autoritario y manejos a discreción de ingentes recursos petroleros, se incuben crisis políticas similares a las de estos países.

*Esta columna fue publicada originalmente en ElMundo.com.ve.

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